Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

Reseñas de Ángeles de Vidrio

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Un lugar aparte
Por Jorge Felippa
La voz del interior, 1999

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Los personajes centrales de Ángeles de vidrio unen sus destinos en algún punto de ruptura: la familia, el trabajo, el orden doméstico y ciudadano. El lec­tor asiste a la disolución de los saberes adquiridos sin que de estas páginas es­cape una pizca de sentimentalismo. Los auténticos sentimientos atraviesan to­das las convenciones impuestas por las costumbres, parecen decir ellos. Hay, sí, el doloroso trabajo de parto de un lugar aparte, casi sin modelos.

Leonor, la protagonista, deja su pue­blo y viaja a la ciudad "para desapren­der enseñanzas". Comienza a trabajar en un bar, donde conoce a Raquel, una joven prostituta. Hacen un pacto: le presta su virginidad, mientras ella atiende a sus clientes.

La novela se abre con una escena em­blemática: Iván, "un loco", rompe el espejo del bar donde trabaja Leonor. Ella es expulsada por no im­pedirlo. Iván se hace cargo de su soledad y la lle­va a vivir con él y con Ruth, su madre. Después, esa familia adoptará también al hijo de Leonor, fruto de una fugaz relación con el hermano de Raquel. Mientras todos buscan reacomodar sus existencias a una convivencia sin planes, el "loco" Iván,  que "salvo por ciertos rasgos es igual a cualquiera", comienza a preparar una obra de teatro con "los dos gordos", que junto a otros excluidos, funcionan en el relato como una suerte de gigantesco caleidoscopio. La novela, fi­nalmente, reserva un lugar central a un falso predicador convertido en asesino serial. El criminal 0'Connor era un cliente que Raquel y Leonor habían atendido juntas. Tenía la particularidad de exigir la lectura de La Biblia para copular.

En el juicio que Leonor sigue obsesi­vamente por televisión, es el defensor del asesino quien argumenta: “Reinos in­conciliables: ciencia y religión han sido las causas que lo precipitaron al desvío de la ley. En él converge lo opuesto a to­do lo aprendido”.

Cada capítulo, con títulos sugestivos o metafóricos: "Dio Boia", "Fluctuatio Ani­mi", "Tamiela", "Cover", es el espejo triza­do del viaje iniciático de la protagonista. Flashbacks captados por una cámara fija frente a la cual los personajes danzan. Un travelling circular a la manera de Fran­cois Truffaut en su clásico Jules et Jim, con la inolvidable Jeanne Moreau, filme y protagonista que son recurrentes en la memoria afectiva de Leonor.

Estos ángeles de vidrio exigen del lec­tor una participación activa en el desci­framiento de sus claves de apartamien­to -a veces de algunas escrituras, si no canónicas, consagradas por otros circui­tos más o menos exitosos-, y de otras certezas de orden moral. La nueva obra de Liliana Heer viene a reafirmar la justicia del premio Boris Vian -uno de los más prestigiosos de Argentina-, que se le otorgara a su novela Bloyd en 1984.


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