Liliana Heer

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Liliana Heer

 

 

 

Presentaciones de Capone en Septiembre

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El Imaginario Cultural
Buenos Aires, 20 de Septiembre de 2018

Capone en Septiembre

Por Eduardo Stupía

Una vez atrapado en la instantánea efectividad inductiva del nombre - de un nombre apenas, Capone, que es casi un género en sí mismo - el lector del Capone en Setiembre de Liliana Heer queda a merced de una engañosa operación múltiple: allí donde cree hacer pie en los fragmentos articulados de un relato que progresa en el relámpago iconográfico, en la fragmentación episódica ,entre la enumeración intencionada y la artificiosa conjetura, verá cómo los resabios de la historia – tanto la novelesca como la social – y del mito urbano, así como los espejismos de mitos privados, de la memoria periodística y ficcional, son solo muecas de una fisonomía escriturial que se repliega insistentemente sobre sí misma. De la panteísta fabulación eventualmente amorosa, dramática, prontuarial, gangsteril, como de la molecular mímica personalista o proto - documental, la autora ha destilado el líquido huesudo, irreductible, de una mordiente lengua poética perfectamente inmune aún a aquello que ha ido a buscar entre los factores más fascinantes, y eficazmente amorales, de su objeto. Una voz que ensaya desdoblarse entre narrador y personaje, pero que siempre recupera su desapego autónomo, hace de esta escritura una pesquisa satelital, que quiere girar obsesionada y ferviente alrededor de un multifacético núcleo magnético. Liliana Heer se ha propuesto construir un monumento paradojal, algo que se interrogue mientras avanza y que se haga y deshaga en una pendular arquitectura de confesiones fácticas y proactivas ausencias, de certezas camoufladas en huecos incógnitos, de frases que adquieren sentido y claridad terminal en la brevedad trunca, como escalas de tempo, tono y rítmo para la búsqueda programática de esa imagen conclusiva que fuga en abismo en el mismo momento de entrar en escena.                                   
Un poderoso dispositivo prismático nos avasalla no sólo a partir de la variada experimentación con el discurso indirecto libre sino con el jazzístico, percutivo contrapunto en la disolvente alternancia de narración, experiencia, ficción confesional, epigrama y ensayo, todo lo cual avanza como decía Truffaut que avanza el cine, como un tren en la noche,y con la estratégica electricidad de una molecular métrica asimétrica. Es irresistible el influjo de la imaginación constructivo-poética de Heer para hacerse de Capone, o hacerse Capone, o bien para que eventualmente Capone se feminice y sea Liliana Heer y Angie en el impalpable camafeo de una melancólica primavera  sentimental,  manifestándose bajo la forma no de una decisión sino de una fenoménica de montaje estallado. Cada párrafo, cada verso, ya sea como imagen, abstracción o resonancia, puede percibirse con plena nitidez de foco y a la vez con la esmerilada fugacidad del fragmento, como esos mosaicos ópticos donde la captación integral, el maravillado advenimiento de la gran escena, no depende de la conciliación del todo y las partes, sino de su eufórico conflicto.