Liliana Heer

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Liliana Heer

Presentaciones de Frescos de amor (2018)

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Centro Cultural Matta, Embajada de Chile en Argentina
Buenos Aires, 2018

Frescos de amor, entre la luminosidad salvaje y la lucidez helada
Por Silvia Hopenhayn

 

¿Qué hacer con la prosa de Liliana Heer? ¿Cómo sostenerla entre los dedos? Se escurre, te abraza, abrasa (con z y con s), te dilata la existencia, la contrae….
Es porosa y frágil, tan bella… Parece un animal sin espinas, una membrana de significaciones que oscila entre decir y volverse muda, exclamar y esconderse… llamando al mar. Allí dice: “Estás viviendo junto al mar, un sitio donde los recuerdos suelen ensañarse”.

Sin saber a dónde van las frases, me dejo llevar como en olas, o como en un rápido revuelto que sabe de su fuente apacible. El texto de Liliana me vuelve taciturna, me acuna, me encandila. Allí dice: “Me deslumbra el don irresistible de ver”. El de los poetas, diría Octavio Paz en El mono gramático.

Liliana es pura tentación; con tentáculos, su escritura hace de sopapa a la vida, la destapa, extrae sus jugos, sus yugos. Me tiento, y no sigo adelante, no me dejo engañar por la instancia narrativa, opto por la sincronía o el delay. Como decía Machado de Assis, en sus Memorias póstumas de Bras Cubas, en el capítulo más exquisito y caótico, “quien quiera saltearse estas encantadoras líneas nada lineales y seguir con la simple narración, no sabe lo que se pierde…”

Por eso con Liliana no sólo me dejo llevar, también vuelvo. Reviso lo anterior, el pasado de sus páginas, sabiendo que cuento con una prosa que deviene.

Allí dice: “un pasado anterior al pasado se impuso”.

Entonces no sigo. Me instalo en el principio, para plagiarla con mi lectura, asimilando su hallazgo, Liliana es pura liana que enlaza, sin el pudor borgeano con la audacia macedoniana…

Allí dice: “Nada me gusta que al instante no reconozca ajeno: tuyo.” Repito para saberlo. “Nada me gusta que al instante no reconozca ajeno: tuyo.” Que increíble, en Liliana lo que se sabe, sabe!!! El gusto de una frase es su justeza, su ferocidad.

Allí dice: “Nada de música, te quebraría las muñecas cada vez que te encuentro susurrando canciones de piano”. La pasión pura es tan horrible como Pizarnik decía que era la libertad total al describir a la condesa sangrienta.

Liliana apunta a la belleza de los encuentros cruciales, los que se hunden en la historia y la revuelven. Como los rápidos. Es cuestión de tiempo, la velocidad de lo que no se ve. El escándalo inmediato como posibilidad de entrega. Así van sus personajes, dándose y esperando. Si, hay personajes. Actores de los dichos y del no decir. (Cómo calzan las palabras de Heer con lo no dicho!) Actores más que personajes. Actores de la escritura. La escritura como acto.
Anner y el General, actúan un amor pactado por la muerte y el silencio de ambos.

Allí dice: Casada con un general y despreciando al ejército, como si el arte y la locura estuvieran exentos de pecado” Federica y Javier. La fraternidad como sueño perpetuo, reflejado en cartas para siempre. Federica acepta la propuesta de trabajar en un film, mientras espera una carta. La novela se vuelve una road movie de lo que no se mueve. Actuar para dilatar la espera. Esperar para depender de algo, de alguien. La novela estudia cómo dependen unos de los otros. Ejemplo, Federica y Dubois: una persona puede ser una temporada para otra. Las frases se vuelven fotogramas, los fotogramas frescos. El amor, una naturaleza muerta. Las manos de Orlac. Heer toca lo bello. A pesar y con Lacan. Lo toca como quien busca el último soplo.

Allí dice: “Pedir uno de esos peces que en la cocina matan y hablarle a esa mínima vida que boquea”. Las frases de Liliana, como hoy puse en mi fb, son formas para contemplar, son frescos de amor que desenvuelven una historia que es un ANSIA de vida.

Allí dice: “algo quise experimentar desde siempre, un impulso que me lleva a estar rodeada de personas a quienes no sé si llegaré a conocer, un impulso tardío, deshuesado pero firme, mínimas dosis de alegría, el indicio de ser observadora, de pensar que nada me separa del exterior.” Escribir es plasmar esa separación, volverla lábil.

Membrana. Prosa única. Entre Macedonio y Lispector, Shakespeare y Lautreamont, Liliana nos envuelve, nos devuelve. Leemos como estamos, en peligro. Y al abrigo de Liliana. Allí dice: La existencia es una provocación. Toda su obra lo es, una provocación para dar existencia.