Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

 

 

 


Prólogos

HABLAR, MIRAR, LEER
Por Germán Gárgano

Los dibujos de Vanina Muraro incorporan la mirada enriqueciendo el universo que instala Macedonio, ponen en acto al unísono con la obra de Liliana Heer la oralidad macedoniana de su voz y sus escritos. El deambular de la línea se acerca más a la fluidez de la palabra que a la solidez de la mancha, generando particularmente bajo la pluma de Vanina una movilidad del ojo que deambula en un sinfín que atrapa.
En el entrar y salir permanente que caracteriza siempre sus dibujos, los límites son transpuestos; no hay adentro ni afuera. Si de pronto nos sostenemos un instante en la imagen, el instante de esa muda fijeza retoma inmediatamente la movilidad y la imagen pasa instantáneamente a desenvolverse, a vivir su vida en la alternancia de un ir y venir de su significación al vacío, del vacío a una significación siempre abierta por el latido de su pulsión.
Podemos encontrarnos con líneas en las que reconocemos ojos, manos, rostros, personajes, letras, y a la vez toda esa escena de pronto es un acaracolado ojo que nos mira y…nuevamente el blanco, como si se introdujera “entre dos distracciones el espacio vacío por el que vemos algo” (M. Ponty).
Nada sugiere que haya un pensar, un elegir, un medir, una demora previa que programe el recorrido del dibujo, así como tampoco el recorrido de la palabra en el texto. Su recorrido no apela a volúmenes descriptivos, a bordes contenedores, ni al rodeo de formas preestablecidas para dibujar situaciones, cosas o personajes, sino que el dibujo mismo marca su propia dirección a fuerza de ver y a fuerza de dibujar. Más bien son los trazos fantasmásticos que salen al aire de su vuelo para depositarse en las cosas de la misma forma que se le puede escribir una carta a una sartén.
Los personajes macedonianos y Macedonio mismo bailan así un mundo celebratorio de máscaras, besos, amores, palabras regadas, acróbatas, y llevados de la mano a la hoja sin solución de continuidad, sin Dolor ni Verdugo nos brindan instantes fecundos, vitales.
Ritmo, inventiva, juego, vitalidad, humor, agudeza, aquí como en Macedonio y en la obra de Liliana Heer, no ceden al relato.
Ojalá estas palabras puedan ser la prolongación de la línea por otros medios y contribuyan a poder empezar entonces coralmente aplaudiendo esta singular conjunción: hablar, mirar, leer.

Abril 2014