Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

 

 

 

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Macedonio Para empezar aplaudiendo
Por Gloria Lenardón
Revista Amerika

 

 “…un prólogo mudable, que, me avisan, se anda cambiando de página, no haya disgusto entre los prólogos…” (Macedonio Fernández). Y no hay disgusto entre los prólogos , porque conviven reafirmando su independencia, no hay disgusto pero sí mudanza en este nuevo libro de Liliana Heer: “Macedonio/para empezar aplaudiendo”; por empezar Liliana Heer muda de género, va de la novela al drama, retoma la narrativa de Macedonio y su universo de figuraciones para volcarla al teatro desafiando su ortodoxia, esta obra de teatro  va  directo a la no acción, sus personajes solo se movilizan tras sus parlamentos,  del autor único pasa a varios , a muchos, hay una larga introducción, los prólogos son cantidad, los prologuistas  cooperan para satisfacer la demanda de un comienzo interminable, de una reunión de prolegómenos. A esta obra de Liliana Heer, que cerró el congreso sobre Macedonio Fernández realizado en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires durante el 2013 y que publicó editorial Paradiso en el 2014, no le bastaron los personajes inmovilizados en una conversación al compás de la guitarra de Macedonio, sino que los  veintitantos  autores anunciantes de lo que iba a venir a continuación  ocuparon la mitad del libro ilustrado por Vanina Muraro. “Un respiro liberador en la gravedad de los prólogos que aún me faltan”, dice Macedonio en su novela Eterna habilitando nuevas escenas , renglones adicionales, para comodidad de sus prólogos que corrieron por su rigurosa cuenta; en contrapunto Liliana Heer habilita un colectivo, arranca con él, uno no afecto a la congruencia ni a un plan previo sino a la suma y a la libertad que les permitió a los prólogos desarrollarse, prosperar.
Después sí: “Macedonio / para empezar aplaudiendo”, con sus tres actos, el primer acto se proyecta inmediatamente al segundo con intención de detenerlo, el segundo no se sabe muy bien cómo avanza, si realmente avanza, hacia el tercero, que sí se declara con intensión de continuar, se anuncia como: “Sin apuro por concluir”. La pretensión de permanencia, el deseo siempre presente que se renueva: durar. La obra inventa un transcurrir, tres actos en una larga escena donde la permanencia se sustenta en el intercambio de voces, pero no hay realmente diálogo, los personajes entretenidos en sus propios parlamentos recorren circuitos independientes, salvo contactos eventuales monologan, su habla no es el de la comunicación.
Se trata de teatro. Liliana Heer escribe en consecuencia, actúa a sabiendas, si hay que hacer la obra, obra, trabaja con conocimiento. Presenta a los personajes, el primer actor, más allá del orden, es Macedonio, el que pulsa las cuerdas, no guitarrea, encuentra la vibración justa para cada nota, gracias a su alta concentración de recursos de primera mano; los espectadores se fascinan :“están bajo rapto”, se les roba la atención podría sospecharse aunque el rapto sea otro ; la atención  está captada, tomada por la no acción, los personajes no se mueven, atrapados en  el decir, concentrados en lo que los convoca: el papel de la memoria, los laureles que se ganan o se pierden en la carrera por conseguir longevidad en la escena, el gusto por condimentar la lengua que los alimenta. La invención, la luz de la chispa, el fuego, la amenaza del quemo, el plagio que tizna y oscurece cualquier brillo. A los personajes de Heer la novela Museo de la novela de la Eterna de Macedonio les corta el aliento, pero no la persistencia, el intercambio de frases, aunque Macedonio domine la escena con su presencia ineludible. Tomando, la cabeza hecha una esponja, Heer va del Macedonio original al Macedonio propio disfrutando del transporte;  desafiante, le acerca una guitarra de última generación para que Macedonio actúe en el nuevo escenario y dependa para seguir adelante _como el resto_ del gesto de aprobación de la Eterna corporizada en una mujer.
Formaciones y letras disparadas a lo Xul Solar : “Idiomas en compostura colgante”, y más citas, comparaciones, alusiones, reflejos, el cine tampoco se pierde de vista, en este “estirar sin contar”, como subraya en boca de un personaje  Liliana Heer en este  libro para el teatro ,moviendo cómodamente su batuta, y encaminándose con dirección intencionada hacia otro sector del escenario.