Liliana Heer





©2003
Liliana Heer

Reseñas sobre Neón

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La dialéctica del procedimiento o el teatro de la ley
Por Ana Arzoumanian

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Un método de controversia, la dialéctica funciona en un momento especulativo que busca determinar lo que le corresponde a cada uno. A ese momento le sigue, luego, otro, el práctico, que se traduce como la acción justa; ese “darle” a cada uno eso que le corresponde.
Neón de Liliana Heer pone en juego tres personajes, dos hombres y una mujer, que tensan en una escena múltiple el término de un arte, el de inventar un diálogo. Inventar en el estricto sentido de “inventio”, vale decir, in-venire, llegar dentro de. Un conocer que es venir dentro de los senderos sinuosos propios del texto. Una clínica de lo controversial cuya búsqueda de la verdad sustituye el gesto obediente. Contra la dictadura de la tradición, contra las premisas de monólogos deshilvanados de un realismo demostrativo. Neón aborda el manifiesto instrumental de una visión, una “teoría”. Teoría que era considerada por Pitágoras como la tarea de los intelectuales cuando comparaba la vida humana a un concurso festivo de todas las gentes; pues así como unos vienen a luchar, otros a comprar y vender, y otros, a ver. Esta es la función de esta luz, metáfora en cruce con los modelos de la Ilustración y la razón modernas. Este ver importa una confrontación. Por lo tanto, para alcanzar la justicia (recordemos el género femenino de este sustantivo en relación con el personaje de Neón) no basta la retórica, ese arte de persuadir. Los axiomas o las definiciones no son operativos, sino que es necesario el teatro de las voces múltiples, contradictorias. Así el papel de Liliana Heer es confrontarlas. Pues el hombre es animal social, es con otros, su interrogación sobre sus derechos es problemática.
Lo propio del dialéctico, decían los Tópicos de Aristóteles es interrogar, en tanto que la ciencia expone y demuestra. Frente a la hipertrofia de la narración que propende al encierro en el texto, en el culto idolátrico a la autoridad (autor). Liliana Heer escoge la figura de la cárcel para registrar los nuevos modos de servilismo. Los sistemas como los personajes concurren, se chocan, se desalojan mutuamente.
El juego social del diálogo ocupa en la obra el lugar de la turbulencia que dicta sentencia contra toda ortodoxia, toda ley moral. Acepta investigar, dudar, poner en cuestión en un perpetuo vaivén. Sobre la escena de la dialéctica es necesario además de los interlocutores, un tercer personaje que es la “cosa” misma que se desea conocer. Entre la cosa y los diversos testimonios relativos a la cosa hay un continuo movimiento. Así trabaja Liliana Heer con los elementos del método jurídico, ya que más que la argumentación ella trata con un decir polifónico, lo somete al tribunal de la especulación. Lo justo tiene existencia en las cosas, por eso el texto se revela contra la uniformidad del dogma.
Ninguna proposición prescriptiva, ninguna sagrada escritura, tomadas a la letra tales normas no son más que una declinación del derecho. Por ello la materia de Neón es la impotencia de la ley, el itinerario que va de una justicia devaluada a la restauración (¡coser el himen de la novia de los presos!) del mundo poiético del conocimiento de lo justo.


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