Liliana Heer





©2003
Liliana Heer

Reseñas sobre Neón

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Transfigurar
Por Gloria Lenardón
Rosario 12
Febrero de 2008

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Con un radio de acción  debidamente calculado Neón desarrolla sus partes en función de tramar. Y lo que urde en esta novela de tres partes tiene un orden . La ejecución  como primer elemento de la escritura sin ninguna concesión. En un acto que convoca a observar lo ya realizado precedentemente, previniendo acerca de los rasgos sombríos cuando se ignora la Historia (Neón atraviesa  la tradición sin alterarse, con un cálculo preciso, apoyado en la ciencia y en la iluminación, su integridad  se debe a  una reacción original que escapa tanto del azar como de las filtraciones de la memoria, adjudicándole a ésta solamente el papel de alertar sobre lo ya hecho: lo hecho, hecho está),  rasgos que siempre saltan  a la vista, Neón provoca ; con los ojos puestos en una concepción significativa y libre de pasado Neón desafía: Mirar y sí tocar. Fulminar con la mirada. Sin miramientos ejecutar.
Bajo una forma narrativa que sorprende a cada paso con el verso, verseando, procede. Con todos los recursos y el valor de la inteligencia –y aquí entra otra vez el cálculo de lo que queda y lo que no- Liliana Heer elige una vía que conduce inevitablemente al sacrificio.
Ahí está el Tutor, autor de los intentos de penetración (también está la Niña “objeto de deseo”), que fracasa por imposibilidad, la ineptitud se basa en la falta de elevación, de recursos sólidos, de materia consistente, carencias que secan, que esterilizan. También al resto de los personajes Liliana Heer los reúne como cuerpos en  persistencia,  buscan la luz yendo tras las fuentes, entrampados en el reflejo, en la chispa perseguida, presos de esa ilusión, insisten, el brillo de su deseo  los acompaña, ilumina su oscuridad, su abnegación. Cada personaje flota dentro de sus pretensiones, dentro del lenguaje que le da forma, uno dentro del otro, con tensión desigual porque el personaje se ve dominado por el lenguaje, y aunque éste no lleva el signo de la riqueza la acumula sin ostentarla.
Como se advierte: “su estilo de narrar no se limita a la circunstancia de contar historias, recorre un trabajo cuyo foco es la propia materia literaria”, Neón retoma esa focalización ya planteada en otras novelas como Bloyd, La tercera mitad, Frescos de Amor, Ángeles de vidrio, Repetir la cacería, Pretexto Mozart, y desarrolla el mismo humor escéptico propio de un infierno musical o de las afirmaciones de Cabrera Infante: se trata del minimalismo musical: esa música repetitiva a la que da sentido (pero no dirección) su infinita repetición que es una fascinación.
Y Liliana Heer:
“Debería dejar la pintura y dedicarse al dibujo, hacer una maqueta con lo dicho, invertir dinero en un buen frasco de tinta, no olvidar que los colores se mezclan y del trazo al borrón hay una sola pincelada.”
Y también:
“Artesanía de la dependencia.
El triángulo se descascara,
cambia de naturaleza,
irradia mutaciones:
mitad sombra mitad luz”.


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