Liliana Heer

Diálogos

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Liliana Heer

Liliana Heer: la letra, el estilo
Por Stella Alvarado
Diario La Capital- Cultura
Mar del Plata, 19 de diciembre de 2004


Lleva impresa en la frente la cicatriz del trueno,

y en su mirada relumbra
la inmortalidad de los infiernos...

Byron



L.H.) Un día, algo funciona por primera vez. Una sensación, un pensamiento, una frase aparece y vuelve a aparecer, acompaña el desierto.
    “No me mire la mano derecha, si estoy vigilada no puedo  
    escribir, me falta esa palabra que viene de la música: el
    tono: una instancia que ocupa el lugar de la inspiración. “

El comienzo de la frase: “No me mire la mano derecha” es de Giovanni Papini; sin embargo, en la pubertad ingresó a mi colección de talismanes. Ese día, sin saberlo, había entrado a vivir en la ficción.
La ficción implica un diálogo permanente, leer y escribir equivalen a mirar, ser insomne, vivir exiliado: algo se pierde definitivamente y una condición ignorada se recupera. En las cuerdas vocales asoma el estigma de otra religión sin Dios, una religión laica.

“Dime lector,
cómo has hecho para ahuyentar los buitres.
No es la primera vez que una pesadilla hace añicos el espejo.
Cuerpo desprovisto de epidermis,
preludio de mayores desgracias,
¡ruega por nosotros!”

S.A.) Literatura y Gran Música. Cinematografía y dramaturgia. Escritura connotativa que deliberadamente (o no) logra acoplarse a situaciones teatrales, cinematográficas o musicales. Expresión centrada en lo que se escribe, prescindiendo de toda retórica solemne. La palabra desde la pesadilla transponiendo los límites de la libertad creativa.

L.H.) El fenómeno creativo es un inmenso cuerpo vibrante, tiene innumerables tentáculos que transforman lo visto y lo oído. Hay una alquimia instantánea entre música, poesía, imagen, silencio. Los límites artísticos se desvanecen, se transforman. De pronto, cualquier estímulo es un buen disparador. Recuerdo que hace unos años, dos cineastas con las mismas iniciales: R. Grillet  y R. Guzmán, atentos a la sed de algunos fans, resolvieron hacer una pequeña muestra de largos y cortos en el Bar Olimpo. Recibí el llamado con la dirección del lugar y a los pocos días una tarjeta de El Sembrador de Jean Corot con el título de los films. Desconocía que en Buenos Aires existiera el barrio Versalles. El divino Marques, la Revolución y Monsieur Guillotine vinieron a mi memoria junto a los jardines. También la estampa del horror que tiempo después se testimoniaría en la película Garage Olimpo.
Así como algunas veces los hechos parecen desarticulados, los cineastas R.G. y ese bar actuaron desde una usina impresionista con plus de humor y exentos del maleficio de la duda. Fiesta de paradojas, modelo de show: prestidigitación temporal.
Con regocijo, pero sin rasgos de impaciencia, los mirones adictos al celuloide, curioseamos la escenografía hasta que se abrió el fuego. La imagen dio luz al sonido. Había simultaneidad de tomas. Fichas de Mah-jongg como protagonistas del film Un Ruido que Enloquece de R. Grillet: potencias bajo el signo de lo falso, variedad de presentes, autonomía del off.
La secuencia de R. Guzmán había sido filmada en el bar Olimpo, sin corte. Príncipe del claroscuro, un mozo con modales irlandeses, destapa botellas, pone las chapitas en su delantal, conversa con algunos clientes, entra y sale del mostrador. El mozo es zurdo, se nota cuando da lumbre a una mujer de pie junto al billar. De pronto se escucha un tintineo, ha llegado el momento, sale a la vereda y cual campesino de Corot, siembra de estrellas (cientos de chapitas de botellas) el asfalto.
Baudelaire decía: “A veces la música se apodera de mí como el mar”, y no es extraño que la descubra en lo más íntimo de su experiencia con la droga. En El poema del hashís, escribe:
“Los sonidos se revisten de colores y los colores contienen música... Las notas musicales se vuelven números y si la mente está dotada de  alguna aptitud matemática, la armonía que se escucha, siempre conservando su carácter voluptuoso y sensual, se transforma en una vasta operación matemática en la que los números engendran números y cuyas fases y generación se pueden seguir con una agilidad idéntica a la del ejecutante”.

S.A.) Concebir una forma nueva de expresión literaria, romper con las formas convencionales, adoptar intensos estados sensoriales. Psicoanálisis y literatura: punto de convergencia de una doble vertiente.

L.H.) Mi unión con el psicoanálisis responde a una temprana necesidad. Empecé a estudiar por un afán detectivesco de entender las claves que rigen el funcionamiento humano. El objetivo era descubrir los móviles que hacen perder la razón y la travesía para volver a recobrarla. Quería indagar las contradicciones entre la escena pública y la escena privada, las bambalinas de violencia, autoritarismo, arbitrariedad e intolerancia que el sujeto alberga. En una palabra: acceder al laberinto del phatos.
Tiendo a creer que si uno persiste en lo que desea, en algún momento el deseo parece realizarse. Psicoanálisis y literatura son dos prácticas de la letra destinadas a operar con la pulsión; un núcleo duro ajeno al concepto de progreso. Desde mi primer libro de relatos, Dejarse Llevar, hasta la novela que en este momento estoy escribiendo y se llama Neón, siempre he bordeado ciertos temas: la muerte, la locura, el incesto, o sea, variaciones de Edipo, variaciones del mal. Siempre he injertado de una manera generosa procedimientos, expresiones, técnicas y artificios del cine, el teatro, la música, la pintura.
Para un psicoanalista que escribe, es simple adjudicar las anécdotas más íntimas a la ficción. Lo vivido debe ser domesticado porque si desemboca en el streep-tease autobiográfico puede resultar inmostrable. Hurtar una tajada requiere complicidades: “Candelas, candles” escribe Joyce en el único texto que no dio a conocer en vida: Giacomo.
Destilería de la renuncia, adiós al protagonismo. Rociar con salmuera el manojo móvil de sufrimiento abolido. En esta línea intenté en Verano Rojo, dar cuenta del resplandor entre una generación y otra. La hija y la madre, explosión en la juntura, muescas del tijeretazo. Bien hubiera podido titularlo Verano Roto.
Quiero señalar los beneficios de esta doble vertiente, el psicoanálisis y la escritura me han brindado la posibilidad de acceder al complejo funcionamiento de las estructuras mentales y la lógica de la sublimación. A lo largo de los últimos veinticinco años, gracias a una especial empatía con lo subjetivo, he creado una galería de personajes pregnantes y desprejuiciados, más cercanos a lo que se tiende a ocultar que a los dictados de las convenciones.

S.A.) Una tendencia generalizada en literatura, es la de rechazar lo grotesco, el absurdo, el caos, las deformidades físicas y las atrocidades del lama. Como un eclipse lúdico surge en la narración de Liliana Heer “la teoría de la devastación”.

L.H.) Suelo apelar a la belleza como a una maldición semántica, de ahí la deformidad. La belleza es un ideal estimulado por modales que se pretenden estilos, acuñado por edictos y obsesiones de consecuencia mutilante. Por esa razón escribo bombones envenenados, se que es la única manera de hacerlos tragar.
Recuerdo un texto que clama por un antídoto, pertenece a Marcel Schwob y se llama Las Milesias, en el que la vejez asociada a la fealdad lleva a las vírgenes de Mileto a quitarse la vida. Una por una, ellas, las novicias, colgadas de altas vigas se mecen como aves palpitantes la noche anterior a su alianza con el Señor. Los ojos abiertos a la resignación. Perdón por contar el final siendo la trama de suspenso. El enigma del suicidio se devela: había una puerta espejada deformante: la milesia se reflejaba idéntica a sí misma pero con nidos de arrugas, ojos legañosos, el mentón grasiento y partido, los senos ajados, la cabeza calva con venas opacas surcando la piel.  
Jaques Lacan, en uno de sus seminarios, trabaja la función de lo bello y afirma que en la estructura del campo enigmático hay un “no-toquen-lo-bello”. En una óptica similar al horror de las vírgenes suicidas, en la óptica de fractura del espejo de la juventud más plena, Lacan evoca la imagen de Antígona antes de ingresar a la tumba de su hermano Polinises. La describe detentando un misterio enceguecedor. La belleza sería la verdadera barrera que detiene al sujeto ante el campo innombrable del deseo, en la medida en que es el campo de lo putrefacto, de la destrucción absoluta.
Rilke lo dice de esta manera: “De lo terrible lo bello no es más que ese grado que aún soportamos. Y si lo admiramos es porque en su calma desdeña destruirnos".
Bajo el señuelo: “la belleza es el espejo del alma”, cientos de actrices ofrecieron sus rostros en primerísimos primeros planos. Proximidad embelezante, congelada, que tiene su contrapunto en la cercanía del rostro que miramos cuando hacemos el amor.

S.A.) En La Tercera Mitad, los personajes subyugan por la ceremonia de girar en elipse, en Repetir la Cacería pierden la armonía, se descompasan;  se alteran sin rendir cuentas en Pretexto Mozart.

L.H.) El escenario de La Tercera Mitad es una morgue. Hay algo entre la muerte y el arte, ese poder de denuncia que la palabra encarna mostrando el más allá de lo visible. El cuadro La Lección de anatomía del Doctor Tulp es un ejemplo. En ese cuadro pintado por Rembrand, una vida ha sido extinguida pero el cuerpo fue obligado a enseñar. Se trata de una pintura muy próxima a la tragedia: siete doctores rodean al cadáver mientras Tulp transmite el uso de este cuerpo público. Se festeja y se come cerca de los muertos como ocurre en La Tercera Mitad. Los personajes Nora y Blas, como en un film dentro del film, ven lo teatral dentro de la masacre: hay gradas, cajas, caballetes, una puesta en escena.
También en Frescos de Amor, hay una puesta en escena que Federica presencia sin entender que su madre ha muerto. Es el día más bello de su infancia porque le permiten a la niña lo que habitualmente le prohiben, puede tocar todos los objetos, hay muchísima gente en la casa. Ella ignora lo que son los velorios, entonces supone que se trata de un festejo.
Suelo escribir aquello que no cesa de no inscribirse: la muerte, el sexo. No aludo a lo temático sino también al aspecto formal. Ya sea a través de la puntuación o mediante el montaje, es posible presentar un texto como una agonía o como una cópula, lograr el estertor de la muerte, la levedad del suspiro, lo indecible del goce. El silencio, la pausa, los blancos tienen peso significante, se establece una dialéctica entre sordina y sonido, entre distintos grados de vacío y distintos grados de saturación. Narrar en  elipse implica tener presente el vaivén, la tensión sostenida y continua que existe entre lo exterior y lo interior, entre los distintos registros de exterioridad e interioridad.  Es posible injertar en una escena, que propende a la identificación, la dosis de distancia suficiente para atraer al lector hacia un plano simbólico sin suspender la densidad imaginaria.
Usted me preguntaba por los personajes. Creo que Pretexto Mozart forma parte de una saga. Federica-Leonor-la púber de Repetir la Cacería y Belén Gautier son únicas hijas (mujeres). Todas emigran. La púber sin nombre y Belén están narradas en primera persona. La mayor distancia existe entre Federica Orlac (gótica) y Belén (minimalista); también entre ellas existe una gran proximidad: ambas tienen la madre muerta y la figura del padre va perdiendo autoridad. El general Orlac, loco o falsario deviene (igual que Gautier) en viudo humillado.

S.A.) “Candles, candelas...” Giacomo Joyce, los viajes se interconectan...

L.H.) Viajar enriqueció mi universo. El anhelo de hacer un cruce con el inglés me condujo a la trama lingüística y filológica de Joyce. Giaccomo-El texto secreto de Joyce es el nombre del libro que escribí en coautoría con J.C. Martini Real, publicado en 1992 y reeditado con una versión más exhaustiva de las notas y la traducción del texto original al castellano, en 1997. Esta publicación me permitió conocer
a especialistas en Joyce, recorrer algunas ciudades del exilio joyceano y participar en charlas y congresos en París, Zurich, Trieste y Dublín. Inolvidable la presentación del libro en
New York, en la Sociedad de las Américas, en febrero de 1993 (también en París, en La Casa de América Latina,
en el mismo año).
En New York, Tomás Eloy Martínez, uno de los escritores que se refirió al libro junto a María Negroni y Roberto Echebarren, dijo “Como toda obra destinada (o condenada) a per­manecer, esta versión del Giacomo cuyo pró­logo y comentarios compusieron cuatro manos Liliana Heer y J.C. Martini Real, es un manantial des­prendido de muchos libros y alimento de otros, quién sabe de cuántos. El prólogo se articula como un fragmento de novela; los comentarios, como las páginas sueltas de una enciclopedia. Entre esas dos tensiones, está, vivo todavía, el deseo de Joyce. ¿Qué clase de deseo, me pregunto? Un deseo primordial de Joyce era encontrar a un lector excluyente: un lector capaz de nutrirse de un solo autor y no necesitar a ningún otro...”
Los viajes provocaron en mi escritura algunos cambios, hicieron fluir nuevas perspectivas. La confrontación con la sintaxis inglesa unida al paulatino y compulsivo acercamiento al arte cinematográfico me situaron en una postura de mayor libertad. Lo visual fue ganando terreno y las imágenes empezaron a inmiscuirse cada vez más en la textura narrativa.
Al periplo Joyceano le siguió una travesía por la vieja Yugoslavia, la lectura de poetas y escritores serbios, la posibilidad de compartir la ironía como salvavida contra el patetismo, el manejo de registros humorísticos inéditos y básicamente la puesta en abismo no meditada. El Diccionario Jázaro de Milorad Pavic, fue uno de mis libros de cabecera mientras escribía Pretexto Mozart.

S.A.) ¿Y Neón?

L.H.) Neón es una novela en la que los límites genéricos piden a gritos quitarse de encima las vestiduras del Bildungsroman. Tan próxima a la poesía como a la imagen cinematográfica y a las performances. Tiene tonos cándidos y tonos bestiales. El escenario es una penitenciaría, el abuso está naturalizado. Hay tres personajes (dos hombres, una niña-mujer) y una voz que apela al Narrador, lo describe, se burla, critica sus contradicciones.
“La memoria de ella es más precisa.
Le habían extirpado las carnes rojas en el Dispensario de la cárcel.
Sin prolegómenos.
Abrí la boca, y se la abrieron.
Lloró porque le iban a cortar la lengua.
Volvió a crecer, pensaba metiéndose los dedos.
Los ahogos, la sangre, el silencio.”

S.A.) Más de seis mil años transcurrieron desde los albores de las literaturas fundacionales, y es inevitable preguntarse por el destino y evolución del pensamiento y la expresión escrita...

L.H.) La evolución, el progreso, el brillo de la causalidad (si A entonces B), una lógica vigilante despojada de sujeto que desconoce las mutaciones, el error gozado, lo inexplicable del azar, el más allá del principio del placer. Para Harold Bloom, todo poema es una mala lectura de un poema anterior.
Me resulta difícil creer en la evolución, sería cerrar los ojos al acontecimiento. Cronos cree tragarse un Dios y sólo se traga una piedra. La vida misma es prueba de imposibilidad: se nace con ignorancia de fetiche y se muere con sabiduría de despojo. Me inclino a pensar con Baudelaire en lo nuevo que se extrae de lo siempre-nuevamente-igual.

Liliana Heer fue galardonada recientemente por el Concejo Deliberante de General Pueyrredón con la distinción de Visitante Ilustre de la ciudad de Mar del Plata.


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