Liliana Heer

Ficción crítica

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©2003
Liliana Heer

 

 

 

Barthes o las fórmulas del exceso
Por Liliana Heer

Puente: El sistema de la moda y Mitologías

Lectura del texto “Barthes y las fórmulas del exceso. Cruce entre El sistema de la moda y Mitologías”. Velada interdisciplinaria Goces de Barthes: 10 textos inéditos sobre 20 libros del pensador francés, coordinada por Silvia Hopenhayn para conmemorar el centenario de su nacimiento. Museo del Libro y de la Lengua.

 

Lo que ha sucedido, no volverá a suceder, sino por el contario, está sucediendo de nuevo propagado por la dimensión, alanceado por la luz, en el pestañeo del lince de una refracción incesante”.

José Lezama Lima

Bucles

El mito es un habla que destila ecos, entreabre diálogos a contraluz, renueva el mundo de los sentidos. Voces, letras, imágenes portadoras de presagios combaten por segundas versiones. Avanzan a paso volátil testimonios y referencias en busca de una hegemonía: devenir forma.  Más acá del contenido, el mito prospera, se multiplica en el polimorfo universo de la sugestión. Dicen que lo mojado en descenso se convierte en sal, el ardor al subir es amargo, si algo se endereza sabe agrio, cuando se ablanda se torna acre, de la cosecha procede la cábala muscular del teatro de variedades.

Music hall

En el azar de lo real florecen gestos radiantes exilados de duración, abundancias inmediatas interrumpidas por el latir del apres-coup. Espectáculo fuera del pathos y del logos, faena estética. Perturbación, exotismo, condición del artificio, afirma Barthes en consonancia con Baudelaire. Ni tragedia ni epopeya, una geometría se perfila sobre superficies planas o visiblemente elípticas, mientas el desperdicio del cuerpo, su rubor incandescente, al asomar, oculta. El efecto domina la causa en lugar de surgir de ella. Guiño y materia son los motores del casi en acción dispuestos a generar encantamiento. La antesala del rigor artesanal parece abolida mediante disfraces de carnes virtuosas en el forzado ejercicio de semejar fluidez. Sujetos ávidos por provocar risas, distribuir gracias, proteger del aburrimiento. “Ah las mujeres de mundo” -gimamos con Celine y su lengua de puntuaciones, jadeos, gritos obscenos.

Desnudo vestido      

Quizá en espejo inverso, al igual que la emisión de un mensaje en su incipiente arribo, cruzamos el viaducto canto-baile-esparcimiento, damos la espalda a lo popular para entrever refulgentes pasarelas amotinadas de promesas. Estamos ante una maquinaria de matices en doble desborde, tanto erráticas, como diseminatorias. Estamos en el espacio donde el tiempo de la cosa y su verdad -huella crónica que abre los bordes del inconsciente-, dibujan un porvenir en presencia del pasado. Marx decía que la historia se repite como epopeya y luego como farsa, expresando el ida y vuelta de la sucesión, sin dejar de advertir el valor de un adagio: “Lo que hace historia está en el vacío”.

Investiduras  

Si bien la burguesía ha homogeneizado con plancha a vapor la originalidad, hay soportes varios (telas,  botones, cierres, cuellos, volados, cortos, más largos, fruncidos) a través de los cuales se actualiza y como consecuencia el supuesto norte a seguir, marcado por liderazgos y convulsiones de poder. La moda engloba un cuerpo genérico y variante que habilita establecer fronteras dejando al imperio de lo impalpable el carácter original, esas minúsculas diferencias que apuntan hacia la máxima singularidad.    

Despliegues

Los relatos sobre diseños encarnan la naturaleza formal del sistema “la Moda escrita -escribe Barthes- alcanza su dimensión económica más profunda, es el proceso activo de una significación que hace a la revista de Moda una institución duradera… sean cuales sean sus contenidos: es una palabra que puede ser infinita porque está vacía y es en consecuencia significante”. Mallarmé, fundador del periódico Le Dernier Mode, la estudiaba como categoría artística, esfera donde la deriva sintáctica desata los signos del corsé, arrincona la angustia, estimula fantasías llegando a euforizar. Borrada la representación, otros significantes aluden al desvío entre el tiempo que cuenta y el tiempo contado. Es ahí, el instante en el cual el signo de la vestimenta imita a la literatura, incluso cuando el enunciado no pertenezca ella. Esclava de lo nuevo aún antes de producirlo, la moda violenta el pasado y nubla el futuro. Sus matices, impregnados por estereotipos, visten de erotismo la denotación.

Movilidad quietud iridácea

Si hubiese algo que decir se agotaría el entretenimiento, la geminación vería cortadas sus plumas. El lujo visual, la magia de la producción, el territorio del trabajo haciendo feliz a la materia, dejarían de dialogar. Sólo el grado cero resiste al mito, y el sentido nunca está ahí, no roza el cero porque es metamorfosis, hurto, forzamiento, collage. Lenguaje mutante capaz de languidecer, desertar pero difícilmente sucumbir. Tendrá menos valor pero no menos vida, algún brote encontrará siempre ocasión de retorno, con la ambigüedad necesaria para sostener el suspenso de esa ficción por momentos moribunda en el juego pendular entre forma y sentido.

Noviembre, 2015