Liliana Heer

Poetas

 



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Liliana Heer

La historia no es el lugar de la dicha
Por Liliana Heer
Texto leido en la presentación del libro Interpretación de la historia (poesía, Letras Cubanas 2009) de Basilia Papastamatíu
Biblioteca Nacional, Sala Augusto Cortazar
viernes 26 de noviembre de 2010

 

Esta publicación reúne todos los libros de Basilia Papastamatíu menos uno, cuando ya el paisaje es otro, Premio de la Crítica por el Instituto Cubano del Libro, 2008. 
Siento emoción ante una obra tan vasta. Dicen que el verbo remplaza a la emoción como el trote al galope. Verbo estriado imposible de describir, de contar, móvil descentramiento. Musicalizado por su factura y la significación que escapa a divisiones tradicionales. Un rasgo sobresaliente: la autora escribe poesía con arpegios narrativos. Resta importancia establecer el pasaje de un género a otro, por momentos los géneros convergen, hay signos, bisagras, cortes que hacen pensar en el origen sintáctico de este desdoblamiento. En palabras de Severo Sarduy: “No se trata de una simple superposición de materias, de texturas lingüísticas, sino de una organización, de una estructuración de las mismas para formar un texto nuevo y libre…”
Las múltiples correlaciones, los ritmos afines a un amplio espectro de vivencias, marcan paso a paso la transfiguración de lo privado y lo político, interpelan acerca de una hiancia divisora para concluir expresando entre líneas, como quien escribe en el agua: lo privado es político, refiguración acompasada del tiempo histórico.

“         ríe triunfal en el espectáculo de guerra “el sueño imposible de las armas”, un destino que no repetiremos jamás, fiesta que empezó para no terminar, la de los muertos gloriosos en un reposo sin fin...”, (SOLA. Dónde estábamos entonces).

Sutil y a la vez preciso, por la misma razón incontrolable, estilo del sí y del no, altibajos que precipitan secuencias de innumerables vaivenes, incluyendo el fracaso, las ruinas, el deterioro. Hay ruptura, crispación, lo alto y lo bajo se despliegan en medio de aseveraciones desmentidas con tintes irónicos, suavemente paródicos:

“Mi amor me espera, estamos en el oscuro y frondoso fondo de mi jardín, el jardín de mi corazón, sobre el que vuela majestuosamente      es un día como pocos, el mejor día de mi vida, espero la llegada       entretanto me agrada conversar con usted, es un verdadero placer, usted posee todas las virtudes, todos los atractivos que yo, desde hace tiempo mi búsqueda había resultado hasta ahora infructuosa, me lancé entonces a viajar, a conocer otros mundos, otras regiones …"

Escritura que vuelve. Una extra ña epifanía condensa el instante y el encuentro que vendrá, la fuga. Exterior e interior se conjugan dividiendo lo real en transparencias, dilatando la deriva mediante blancos cuyo efecto parece reforzar una certeza tanto como crear un nuevo circuito en el que una sucesión de simultaneidades impera.

La grafía, incisiva visión de un universo alternado, adopta distintos recursos, muta con el hacer de los años y vuelve a mutar, minúsculas, paréntesis, guiones largos, falta de puntos, presencia de comillas.
Lo textual enriquece el sentido. 
Juegos de asombro. Si el bienestar inaugura la escena, no tardará en perder encantamiento para volver a situar su polivalencia hecha de inquietud, contrapunto y desaliento.

Una noción clave en esta obra es el exilio, conceptualizado fuera del tratamiento habitual, vuelto otra escena, distancia, “bendita geografía que nos aleja  y nos pierde”. Este tópico -exilio- marca diferentes poemas, convoca el desprendimiento fugaz en dirección a la nada, con pie en la nada, el abismo, la pérdida de lazos, de creencias, de entusiasmo. Lengua atravesada de nomadismo, poseída por la atracción del vacío:

“Aquello que fui aquí yace
no me ata ningún llamado ni ligadura ni promesa ni hipotético deber ni sentimiento razonable ni recuerdos imperecederos ni la nostalgia de mis iguales ni la amargura de la traición ni la ternura de los amigos ni el desafío de mis rivales ni la vehemente invitación de sus cantos ni el rabioso reclamo de sus aullidos ni la imponente majestuosidad de las columnas ni la brillantez de sus dorados recintos

¿Sería preferible soñar?

Porque nada volverá atrás” (AQUELLO QUE FUI, Desechos del paisaje).

La voz de la autora erosiona varios mitos, entre otros el mito del tiempo, contempla “la hipotética vida” como un duelo. Fatalidad blanca. Fatiga, voz persistente, deshabitada.

“quieren medirse con la razón
pero con los pies hundidos en el lodo
todo es lodo
todo es silencio
bajo el cielo negro… “(CAZADORES DEL VERBO, Áspero goce).

El drama de la razón surge desprovisto de épica, su majestad carcomida entre guiones, rozando las costas del engaño, del placer. Orgullo primitivo que una y otra vez aparece transformado en mandato, malestar instantáneo del decir y lo dicho. Poesía situada en un espacio que mina los gestos ingenuos. A través del uso adverbial y las intervenciones gráficas propicia cercanía, proximidad a la enunciación discursiva directa. Persistencia en denunciar la falsedad de los ideales.

 “El pasado solamente – gravemente ante la muerte

cárcel

al atravesar el muro – la memoria hasta el hartazgo…

pensamientos hasta el hartazgo – los suspiros de la razón en este trance” ( 8, De las églogas de Gracilazo de la Vega).

Supongamos una creación bajo amenaza de convalecencia, advertida de la embriaguez primera, conservando la plenitud de una amarga certidumbre, consciente de la criminalidad sin error, apasionada por el ansia de testimoniar el fracaso de los sueños: “hemos vivido cubriendo de belleza tanto engaño / con la urgencia del placer / abusando de la realidad / y adorando la mentira…” Imaginemos el estar dentro de sí superpuesto al estar fuera de sí, con la fe encendida en el descenso -impulso que socava el paulino aliento salvador “Algún día hemos de llegar, después sabremos dónde”- y estaremos próximos a concebir el último poemario de Basilia Papastamatíu: cuando ya el paisaje es otro.