Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

Presentaciones de Pretexto Mozart

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Escuela de la Orientación Lacaniana
Buenos Aires, 7 de diciembre de 2004

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Por Horacio González

Estuvimos ayer hablando con Liliana, aún no había terminado de leer la novela. Hice una lectura completa y rápida en medio de llamados telefónicos. En primer lugar, me parece que el título tiene una fuerte carga sugestiva, y después no es fácil encontrarlo en la novela, y aún más, es difícil encontrar la forma clásica de la novela. Hay distintos atributos con los cuales la autora va dislocando la forma clásica cada vez que aparece o amenaza con aparecer. La idea del pretexto me parece adecuada en este caso, una expresión de enorme sutileza, una figura esencial del conocimiento. En el pretexto se quiere agradar mintiendo o decir la verdad de una forma parcial o interesada. En cualquier caso, es una evasión del sentido, es lo que siente el lector cuando el pretexto comienza a aparecer de manera intensa, plena. Pero se puede imaginar cuál sería una trama, un episodio. Porque detrás de la novela que se presenta como pretexto aparece una novela que es posible imaginar. No es fácil leer una novela así. El lector de novela está acostumbrado a distintos procedimientos, calidad de tiempo, de articulación de espacios, montajes. Pero, evidentemente, el pretexto que aquí se alude es algo que produce también efectos con el tiempo y con la capacidad de que aparezcan significados sueltos en cada hendidura, cada vez que se empujan, como si pudiéramos decir, varios elementos a la vez con una fuerte apuesta respecto al lector, porque la novelista es absolutamente tacaña para hacer emanar de si los elementos conectivos de aquello de lo que está tratando. Hay un sentido absolutamente ahorrativo para lo que el lector acostumbrado a los procedimientos de montaje, articulación de distintos tiempos, podría reclamar. Entonces, esa tacañería, digamos, va abriendo pequeños focos por vez y después los retoma suministrando mayores advertencias o iluminaciones, va dejando que cada episodio se elabore a través de mecanismos bastante desafiantes para el lector, que son un conjunto de substracciones, de agregados que tampoco se puede decir que al final tengan la garantía absoluta de generar aquello que la novela clásica prometía, que es un sentido para las conexiones y la totalidad expresiva que de alguna manera queda garantizada aun en experiencias muy atrevidas de quiebre de la temporalidad. En este caso, en la novela a la que se alude es el pretexto de la novela cuya ejecución está transcurriendo, como un procedimiento extraño de proponer, con mascotas pero substraerlas al mismo tiempo, pequeñas viñetas, a la manera de un puzzle quizá. Pensé en la imagen de un rompecabezas, pero desmerecería un poco el procedimiento que es muy delicado. La expresión rompecabezas es menos; pero puzzle alude a un enredo, y en verdad aquí no hay ningún enredo; la expresión es depurada, hay una profunda depuración de todo lo que se anuncia. Son enunciados muy precisos, de una precisión enorme pero después se disipan, la misma frase tiene el mismo procedimiento de la novela, el fraseo está hecho con el mismo procedimiento de la novela, parece anunciar una frase completa que va a dar todo lo que promete su curso, pero después se va diluyendo en golpecitos pequeños. También siempre con substracción de conectivas, substracción de lo que a una frase el lector habitualmente le reclama. Y en este caso la lectura no resulta entorpecida por este procedimiento; es el procedimiento del pretexto, y eso permite proponer que hay algo que se está contando, que es evidentemente una novela cuyos temas, hay sin duda muchos temas, son ostensibles casi desde el comienzo, pero ostensibles como una sospecha. Está la locura, un tema, la traición, la traición familiar es otro tema, el viaje, la ciudad. Por momentos, aparecen demasiados elementos, una ciudad donde hay voces políticas, pero que también se van diluyendo. Da la impresión que cuando se ofrece demasiado se diluye rápido.

Evidentemente hay precisiones pero el clima de incerteza no cesa. Las precisiones son campo y ciudad, pero apenas dicho esto se desmerece un poco como están sugeridos los elementos. Lo que se sugiere aquí es muy evidente, como si la novelista hubiera escuchado sobre algunos aspectos de algunos fragmentos y pudiera decir muy poca cosa de aquello que de todas maneras se puede inferir. Los personajes van apareciendo de una manera extraña también, por el mismo procedimiento. Primero aparecen entre paréntesis, como si se bocetaran rápidamente. Belén Gautier da impresión de que va a aparecer, también la primera persona, pero después desaparece. Es una primera persona que aparece muy fuerte y después como si se va diluyendo, queda un eco y después vuelve a aparecer, o sea, primero aparece entre paréntesis, además, como si no importara demasiado o si importara tanto que se la mete en el cofre de los paréntesis, después se despliega más y después la vamos adquiriendo como una conquista real de la novela, pero eso demora, esa demora es la materia de la novela. Es una novela con demoras deliberadas, intercambio de voces, hay una voz de una radio que aparece mucho al principio y el eco va reapareciendo al final. Una radio de los cuarenta evidentemente, donde se trata un tema de locura con un doctor: Bucherol.
De modo que también se me ocurrió que el procedimiento es un poco titiritesco. Los personajes por momentos tienen consciencia plena y hablan como los personajes de la novela clásica que estudian los grandes críticos, pero después se diluyen, vuelven otra vez a algunos paréntesis. Los paréntesis son muy precisos pero no hay... novelística clásica. El médico, la chica que tiene toda la memoria popular sobre si, después se liberan los paréntesis, pero los paréntesis son como pinceladas curvas que están siempre presentes. Y después adentro del sistema del montaje, no quiero describir la novela pero estoy queriendo decir que los movimientos de la novela son la novela, son los pretextos, porque esta novela se puede escribir de mil formas como todas las novelas, porque aquí es un caso de traición familiar, la locura. La locura está en gran medida en la expresión “Tráiganme un hacha”, que después las personas usan y en un momento me pareció impresionante la actitud coloquial para aludir a cualquier zafadura en el lenguaje, pero efectivamente alguien se atormenta con el acto de agarrar un hacha y después eso forma parte de su decisión ritual en el hospicio, en fin, el loquero, además la expresión reaparece. Loquero es un lugar pueblerino, un lugar donde surgen los personajes, donde vuelven, está la lucha social, está el viaje a la ciudad, está la prostitución, está Don Juan, sin duda el nombre, pero el sentido donjuanesco es la propia forma de narrar, también. La alusión motzartiana está, pero evidentemente es posible que un modo de componer esta novela consista en una práctica de carácter auditivo: distintos tonos, distintas alturas, eso también es posible dentro del sistema de pretexto que tiene esta novela. Así como es posible verla como un caleidoscopio fijo en un lugar arbitrario, como se fija cualquier caleidoscopio, si no fuera que aquí no se hila una figura con tantas simetrías invertidas, acá tampoco se puede decir que hay una simetría muy precisa. Más bien se podría decir que a esta novela la escribió alguien en algún momento y ese hachazo magnífico que está presente la destrozó totalmente y la recomposición de la novela es esto que se hace laboriosamente pedacito por pedacito y a través de ese espíritu ahorrativo, pero no es tanto ahorrativo como travieso, de dar y sacar continuamente, no en el momento en que el lector lo pide. Dentro de los montajes, porque primero hay como alusiones a la corriente alterna, a la electricidad, supongo. Es un poco el procedimiento de la novela, la idea de alternar distintas situaciones. La letra cursiva ahí no se sabe bien quién escribe, quién habla, si es un editor, un electricista perdido que entró en la novela, perdón Liliana (tono risueño), podría ser esto también. Pero el sistema de las cursivas en la novela podría ser la expresión del tropismo, que también habla, si le agregamos la tensión, dispone a los tropismos, habla de distintos sistemas de movimiento que precisarían dirigirse hacia algo. Los tropismos, me parece, son el lugar donde se fija la tensión y al mismo tiempo se diluye, se vuelve a fijar de modo que la unidad se hace muy difícil de restaurar y al mismo tiempo se la sospecha, finalmente es sospechable todo en esta novela. Es sospechable el tren que lleva a la ciudad, es sospechable también la primera escena, que es muy sobrecogedora, pero está hecha con una mirada muy a la distancia. Y el movimiento de la traición y la resolución de ese descubrimiento, de una manera retenida, retraída como se retraen también elementos de la novela. En realidad es una novela, yo creo que es sobre la locura, sobre el proceso de la locura, una locura profunda, y se escucha en la novela, una locura para escuchar. Y como dice la contratapa de la novela, que es muy feliz, en la forma de escribir la novela, el estilo no tiene nada que ver con eso, es un estilo que juega deliberadamente poniendo nervioso al lector, hacer exterior la locura, con lo cual el contraste entre aquello que se habla y el modo, resultan la base de la elocuencia de esta novela. De modo que sería fácil imaginar este sistema de paneles corredizos, esa expresión se usa muchas veces con este tipo de juego temporal, pero aquí están muy quebrados, son muy quebradizos y reaparecen a veces, un tanto caprichosamente, pero también, con simetría, es el cura y también el hermano del cura que es un dirigente sindical. En este caso, la información que se suministra no es poca, se puede pensar en qué ciudad, en cierta ciudad;  son apenas los nombres, esto queda sugerido, aunque tampoco hay ningún propósito deliberado de ocultar que se está hablando de este país; se está hablando realmente de palabras que todos pronunciamos muchas veces, así que todo eso se sostiene en un fuerte contraste entre la manera de narrar y los temas que aquí están presentes. Casi es una novela realista y casi es una novela naturalista, si no fuera que el estilo es todo lo contrario a eso. Es absolutamente contrario, pero tampoco es un estilo fácil de descifrar porque hay un fuerte lirismo, hay un fuerte componente poético en este estilo que proviene del hecho que se sustraen piezas importantes de frases que comienzan con mucho fervor y después se van apocando, lo cual hace a la frase algo muy preciso, se van apocando en pequeños espasmos, termina espasmódicamente como alguien que empezó con mucho tiempo para escribir pero en el renglón siguiente no tiene tiempo y va anotando rápidamente. También, la primera persona del personaje no es muy enfática, es una primera persona que duda en implantarse. Es lo mismo con el territorio, el territorio, sin duda, es la Pampa, pero está apenas esbozado, es una novela de la Pampa, es un boceto del territorio. Y en cuanto a cada frase, siempre están en un presente casi indiferente, lo que disimulan lo terrible. De ese contraste está hecha la estopa de esta novela, y el lector tiene que hacer un ejercicio realmente importante de lectura, reclama un lector digno de esta novela que es una novela con ejercicios muy elaborados y al mismo tiempo no hay ninguna presuntuosidad en esos ejercicios, están implantados en la materia de la novela. Eso me parece que la hace una novela de importancia para la historia argentina, una novela importante, formula los problemas de la novela y además no dice que lo hace para hacer una química, un ejercicio, no hace ninguna provocación al crítico literario que quiera descubrir acá ninguna hazaña, sino que hace algo original y sin temor. El tiempo de esta novela es el tiempo del horror, un tiempo muy vertiginoso y el tiempo de la narración está como parado, el tiempo de la leyenda, es alguien contando la vieja novela en tono de leyenda. No es una leyenda gauchesca ni pampeana, el tono es difícil de decir de quién es, porque tampoco es de una lengua profesional, es una lengua culta y un poco evasiva. Pero el territorio está muy marcado, la lengua evade esa marca, tiene menos sello que el territorio, me parece. Ese es otro de los grandes contrastes de esta novela.

Se me ocurrió la idea de epigrama, por momentos es muy epigramática la forma en que aparece la frase, pero las personas se dan hachazos; la verdad, es una novela de lo terrible del existir, sobre el amor, evidentemente, y también, aunque mucho menos, sobre las acciones colectivas también y no poco. Y uno, si quisiera dar los nombres donde esto transcurre, se podrían dar perfectamente porque la novelista no evita que eso pueda hacerse. Sin embargo, ese rasgo de absoluta prevención y distancia que toma el lenguaje, se acerca a estos personajes del pueblo que es un pueblo de los años cuarenta, indudablemente, con esa radio, con ese hospicio, aunque no se llame así, con el tren, con el Club Social, con el señor Gautier, con las búsquedas de cruces amorosos permanentes, de ahí la alusión respecto de Mozart. Pero es una novela que, aunque no sea fácil de identificarla con otras tradiciones de la literatura argentina, y eso no es en desmérito sino al contrario, yo le decía ayer a Liliana que había algo parecido con una novela que había leído hace poco. Pero, evidentemente, esta novela tiene muchas veladuras, los cortinados van y vienen, se corren, se abren casi de manera desesperante para el lector, pero lo que el lector está leyendo no son pruebas de la desesperación de la escritura, es la desesperación de los personajes y, sin embargo, no puede dejar de inquietarse por la decisión de una escritura que cuando no es de la primera persona de la protagonista, parece no inquietarse demasiado. Pero sabemos que es así cuando se dedica a contar de qué modo las formas familiares son imposibles y eso me parece que es otro tema de la novela. Entonces, en ese contraste entre si hay epigramas, esas escrituras que quedan muy grabadas, muy pensadas, realizadas con un estilete muy fino y el tema que desborda por todos lados y la inaprensible desmesura de las cosas que se cuentan aquí, hacen de esa novela una especie de contraste casi heroico del tema y el estilo, y en ese sentido es una acción novelística de profunda importancia para todos nosotros. Por lo que si lo puedo decir mejor, para terminar, porque no se trata de exhibir, de producir ningún exhibicionismo de la destreza con la que se manejan formas, se está queriendo explorar aquello que no aflora fácilmente y que con utensilios muy calmos, una escritura por momentos diáfana y de una extraordinaria pureza, se está queriendo ahondar en los temas más íntimos del horror, de la locura, de la extrañeza, de la ausencia. Esta novela ocupa un lugar, en el sentido cuya importancia me parece que surge de lo que estoy diciendo, y al mismo tiempo, poco localizable en otras novelas que se escriben en Argentina. Es una novela que desafía con los más diversos tonos y con ese fuerte contraste entre su elección de escritura y el pavor y el miedo que se desprende a cada paso de lo que se quiere decir, y lo que se quiere decir es algo así como la vida que puede independizarse de las escrituras del horror y las escrituras que también pueden independizarse de la obligación de contar el horror con formas literales de lo establecido. En esa distancia, en ese vacío, en esa posible disparidad entre lo que aparece como destrozo de la realidad y lo que suministra educadamente la novelista, aparece la evidencia de las piezas más o menos escandalosas que hace esta novela; de que se trata del existir y cómo la letra se encarna en existir con su distancia, su lejanía, su ausencia y casi su eco.
Nada más.

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Pretexto: Mujer
Por Arturo Frydman

Pretexto: Motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado.
Luego de darle varias vueltas a la cuestión de cómo se presenta un libro, de imaginar diversas modalidades que contemplen a la autora, al texto, al lugar de la presentación y al honorable publico; luego de fallados los otros pretextos, siempre tan buenos como insuficientes, resolví que lo mejor era hacer un análisis. ¡Gran hallazgo! y buen pretexto para buscar en el diccionario el vocablo análisis, donde encontré que es:
1) Distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos.
2) Examen que se hace de una obra, de un escrito o de cualquier realidad susceptible de estudio intelectual.
Y... sorpresa!
 3) Tratamiento psicoanalítico.
Singular anudamiento de la ciencia, la lógica, la escritura y el psicoanálisis.

Entonces me dije, estamos en el buen lugar. Vamos a presentar el nuevo libro de Liliana Heer, en una Escuela de psicoanálisis, la EOL, y corresponde intentar algún análisis, es decir separar y distinguir algunas partes para llegar a conocer sus principios y elementos. Analizar pero sin los recursos de la ciencia ni los de la crítica, sino con los nuestros.
¡Jah! Acá te las tendrás que ver. ¿Cuáles son los nuestros?

Acudo a Lacan que en ocasión de referirse a un texto de Marguerite Duras, la homenajea...  ¿Por qué? Porque parte del principio de reconocer que es el artista el que evidencia saber, por lo que lleva la delantera y el psicoanalista apoya su critica en la virtud de los recursos del escritor. Repito: es el artista el que lleva la delantera y el psicoanalista apoya su crítica en la virtud de los recursos del escritor.

Y así aspira a dar fe diciendo que la práctica de la letra converge con el uso del inconsciente. Entonces el texto de Lacan pasa de ser un homenaje a ser testimonio de una concordancia.

Pero para eso es necesario un método y una cuestión de principio. El método precisa de seguir al pie de la letra el texto de la autora, y el trabajo del analista es de puntuación, no es hermenéutico. Y el principio es de oposición: oponerse decididamente al llamado psicoanálisis aplicado, saber mítico, histórico o ficcional que se sobreimprime a la letra. Pero más grave aun atribuir la técnica del autor a la neurosis y para demostrarlo asumir el texto como la explicitación de los mecanismos que constituyen el inconsciente del escritor.

Mozart es el pretexto para Don Giovanni. Una fantasía femenina. Ellas: voraces, gorjeantes, delicadas. No es posible amar a una sin amar a todas.

Pretexto Mozart incluye una galería de mujeres, una ocasión para exponer su radical extrañeidad. Pero ¿cómo se declina en el libro, esa materialidad femenina? Los recursos que le son necesarios a la autora son variados: La descripción  forense con matices lombrosianos: Belén 17 años, estatura mediana, peso por debajo de lo normal, dolicocéfala. Leve estrabismo ante los haces de luz. O bien las características románticas: Sugestionable. Melómana. Chica de buena familia: Boina, cabellos trenzados. Habitada por la memoria de su pueblo. También hace uso de un realismo, donde no faltan las marcas del padecimiento: ideas pletóricas, inconsistencia. Naturaleza imberbe, expectante, crepuscular. Una joven que vive en  el espejo de su contradicción; para caer precipitadamente en un resto que aglutina todo ese ser: Sucio ojo de carne en tránsito.

Si todo relato implica camino, recorrido y errancia, esta es una novela de tránsitos, migraciones y desarraigos. Saltos y franqueamientos.

Entramos en esa galería de la mano de Belén, la púber desflorada por el médico que termina enamorándose de ella. Desde su faro se divisan los otros personajes ¿A quién rodearían sino rodearan a Belén? Algunos que extraigo de la trama: el amante, y las otras mujeres: la esposa del amante, la ex mujer del padre, la prostituta, la madre, la mujer infiel y la giganta.

El amante, un hombre mayor que mi padre, es una metáfora del hombre: un animal feo. Su afán es repetir historias, su pasión es regalar en lugar de desvestir, y su sórdido logro, su única conquista ha sido la ruptura de una membrana cuasi inmaterial, denominada himen.

Las otras:
La esposa del amante es un reflejo tibio de la madre. Lo que hace surgir es el rechazo a la identificación: ninguna intención de imitarla, de lo que se va a desprender un No quiero compromisos.

La madre, en la galería de las mujeres es infaltable. En pocas novelas se desnuda su imagen y su función como en ésta: loca, lujuriosa, paridora. Pero aun posesa y brutal, sigue siendo virtuosa.

Siempre se la ve ahogada por hijos dando vueltas en torno a su cuerpo como abejorros, e implora: Quíteme de encima estos críos. Se burlan con la sed. Quieren que los amamante, ¿con qué? Si ni carne tengo. ¿De donde sale tanta criatura

Lucrecia, la esposa del amante, ocupa una posición  que palidece con respecto de la mujer que escapa de los brazos del padre de Belén.
Ella fue el objeto de su  prematura fascinación: Todavía le quita el sueño recordar que Carolina unió con un  pincel los lunares de su vientre. Los labios apenas la rozaban mientras decía: Hay latidos de país tropical en mi pequeña.

Seductora: treinta años menor que el padre. Descendiente de una familia de embajadores. Pelirroja impulsiva. Aventurera. Amante de la pintura.
Un arponazo de voluptuosidad. Suave y sin cicatrices. Pero también es la seducida, Seducida por los dones de la pequeña, Carolina se acerca al padre. Singular vuelta en la que el hombre aparece desnudamente en su función de mediador: es por los dones de la niña que Carolina se acerca al padre, y es por la indicación del padre que Belén queda cautivada por Carolina. Cuando éste le anuncia su boda con Carolina, advierte a su hija que nunca imite a la madrastra. La respuesta al por qué de su hija queda en suspenso.

¿Dónde reside la atracción por Carolina, mas allá de esa figura dúctil, de huesos transparentes, siempre prodiga en pinceladas y caricias? La respuesta parece estar en tres puntos: 1º) Una evocación, Belén escuchaba innumerables relatos de viajes en los que alguien sufriente la veía partir. Identificada a ese sufriente que mira partir, Belén deseó que Carolina la hubiese engendrado.  2º) De inmediato, el texto la describe a Carolina como mucho más firme y resuelta  que su padre, tan directa que a veces desconcertaba. Ese mucho más que el padre se hace condición de deseo.   Y 3º) La alianza de las jóvenes era otra, ilusión, secretos, maquillaje del devenir: Nunca se sabe lo que puede un cuerpo.
Tres hitos: ser engendrada por alguien que no cesa de irse; separación necesaria  para un saber siempre elusivo del cuerpo de la mujer.

La prostituta. Exquisito fantasma femenino que es delicadamente desbaratado: Ser puta no es un hobby es un oficio que sobrepasa la fantasía, nada responde a lo prefigurado. La prostitución, tiene sus reglas: también escuchar forma parte del servicio. Y se transforma en una pregunta ¿Querré estar frente a una mujer para comprobar si yo también lo soy?

Teresa: ¿Qué nombre de goce ponerle  a Teresa?
¿Acaso la mujer infiel? Un animal libre al instinto que sólo come carne en pie. Una mujer que va con cualquiera. Alta,  hermosa. Con su cuerpo inocente de rubia sana.¿Quién va a dejarla escapar. La hembra más puta: la mujer del hermano.

Sin embargo es la que emigra del campo a la ciudad. Es la que toma el tren a pesar de temer haberlo tomado en sentido inverso. Desde que huyó del campo, cambió. Se ha vuelto distinta, reservada, una mujer que atesora lo que siente y evita mostrar placer. Como si cada expresión la privara de éxtasis o el éxtasis solo pudiera alimentarse en un espacio mudo.
De a poco se fue poniendo arisca. Se dejaba vestir y desvestir pero enseguida, bajo cualquier excusa, tenia puesto el camisón.
Al mismo tiempo, la militancia entra en su vida. Las reuniones del sindicato, las consignas, el altillo, la igualdad, el Coronel.

La giganta.
He aprendido de memoria la vida de mi madre como si fuera un papel teatral. Cada mañana, durante una hora represento su vida. Lo hago vestida con sus trajes, su abanico; también estoy peinada como ella: he trenzado mis cabellos en forma de gorro. Actúo para los demás, actúo hasta en la cama para mi amante. En los momentos de pasión no existo, por que entonces actuó tan bien que mi pasión desaparece y queda solo la suya. Mi madre me ha robado de antemano todos los contactos amorosos, pero no se lo reprocho por que sé que ella fue despojada de la misma manera por mí. Si alguien preguntara a que se debe tanto actuar, repondría: trato de darme a luz una vez más.

¿Que es una mujer? La autora responde desde varios lugares, hace pendular referencias, alterna decires, expone modelos de mujeres cuyo eje bascula alrededor del estilo.

¿Cual de todas estas es La mujer?

Todas y ninguna. Un personaje mitológico las condensa: Quimera.  Tiene la cabeza del rey de los felinos, el vientre de la cabra y la cola del dragón: un fenómeno hembra y macho.

Liliana Heer ha escrito, nos lleva la delantera, nos toca ahora a nosotros seguir con el trabajo.

Texto publicado en Suplemento de Cultura, Diario La Capital, Mar del Plata,  27 de febrero de 2005.

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Elogio al libro
Por Lucía Blanco

Allá por octubre del 2002, Liliana Heer y Arturo Frydman pergeñaron unas Jornadas sobre Literatura y Psicoanálisis, en la Biblioteca Nacional, las primeras de la Sociedad de escritoras y escritores de la Argentina (S.E.A) dicho espacio, por entonces contaba con un Director transicional, Silvio Maresca.
Autopistas de la palabra, crisis, identidad, sobredeterminación, ley, alianzas, llevaban por título.
Entonces me desafiaron a extraer una enseñanza del roce entre Sarmiento y Rodolfo Walsh. Carta a Dominguito, Carta a Vicky.
En la apertura, Liliana Heer decía con Emmanuel Lévinas, acerca de cómo se empieza a pensar: por traumatismos, tanteos, una pérdida, una escena de violencia, la brusca noción de la monotonía del tiempo. Se empieza a pensar leyendo libros.

Una mala lectura
Para Harold Bloom (crítico literario, él), todo poema es una mala lectura de un poema anterior. Si hubiera leído bien, no habría surgido un poema diferente, sino una copia o el silencio. Existen malas lecturas, las hay débiles o fuertes. No existen lecturas correctas, ya que el significado es siempre un vagabundeo entre los textos.

Jorge Alemán en su conferencia “Arqueología de la formación del analista” (Virtualia Nº 5), propone una clínica de la lectura. La tendencia a lo Uno totalizante se ha impuesto y terminó siendo el seudo discurso capitalista, la técnica, nuestro destino mismo. Hasta tal punto ha sido nuestro destino, que cada vez surge con fuerza apremiante la pregunta acerca de cómo oponerse a aquello que se ha cumplido como un destino.

¿Qué relación guarda la lectura que se produce en la experiencia de un análisis, con la lectura de los textos?

Se verifican peligros, obstáculos, pero en el obstáculo está la posibilidad (Freud dixit) La experiencia de lectura nos confronta con el sentido gozado, vale decir, con la amalgama de una articulación de significantes con su carga libidinal.

Declinaciones clínicas de la lectura
Lectura histérica: la experiencia de su falta en ser, de no tener lugar en el Otro, de la pobreza, de la exclusión, del fraude, empujan a encontrar en el texto de lectura, un domicilio, un hospedaje, volver a reconocerse. Forzar el texto para alojarse en él. El menos uno de la histeria está colonizado libidinalmente, esa es su dignidad.

Lectura obsesiva: se lee, para protegerse, tal vez de otros libros, muchos libros en biblioteca, mortificados. El obsesivo se protege de los libros que los otros leen. El libro como chiste (para contárselo a otro)
Lectura psicótica: Leer el Libro, en función del Gran Plan. En su vertiente erotómana: Leer las palabras que le faltan al amor.

Una lectura apropiada, la que mantenga la mayor distancia posible en el sentido gozado, entre la articulación significante y el goce libidinal
El entusiasmo de la brecha, un acto fallido

Siendo que había decidido dedicar el fin de semana que pasó a preparar éste comentario, al ser invitada a un convite, me excusé diciendo que tenía que preparar la presentación del libro de Liliana Heer: “Proyecto” Mozart. El significante pretexto cayó bajo la barra, habiendo sido sustituido por el significante: Proyecto.

Sabiendo que conviene descifrar el inconsciente, porque sino se venga, y luego de haber marcado el libro: Pretexto Mozart, de maneras más o menos discretas. Proseguí la cacería rastreando aquello que tanto Freud como Lacan hubieran pretextado Mozart.

Elijo para ésta ocasión las siguientes presas:
- Freud y su talante de “Fígaro” osado, aquél que no veía otro mérito en los grandes señores que el de haberse tomado el trabajo de nacer.

-Lacan y su énfasis en el fracaso de la pedagogía. Su consejo de que no se puede dejar de tener en cuenta a la pulsión de muerte y a la entropía, al organizar una fábrica, atómica o no, o un país.

La función del deseo, su insistencia, el privilegio de las tareas inconclusas. Dice Lacan, en un capítulo titulado por J-A Miller: El circuito (Lacan, Sem.2) “Nos acordamos de Mozart: bebió la taza de chocolate y volvió para pulsar el último acorde. Un músico es siempre músico de su propia música. Y fuera de las personas que componen ellas mismas su música, es decir, que tienen su distancia respecto de esa música, hay pocas que vuelvan para pulsar su último acorde”. Lo que en la experiencia analítica denominamos intrusión del pasado en el presente, es siempre el aprendizaje de alguien que haría mejor la próxima vez. Que lo haría mejor, es, que tendría que hacer algo completamente distinto.

Y Don Giovanni, no se confunde con un seductor en posesión de pequeños trucos ad-hoc. Don Juan ama a las mujeres, incluso lo bastante como para saber, llegado el caso, no decírselo. Y las ama lo bastante como para que, cuando se lo dice, le crean. El Don Juan es sueño de mujer.
Los pedigüeños, el poco de sentido y el paso
El hombre de deseo, el Don Juan, le da al pobre, por supuesto, lo que éste le pide, y no en vano añade “Por amor a la humanidad”. La respuesta a la demanda, la concesión, es diferida a fin de cuentas, a Otro más allá del que tiene delante.

Una de las historietas en las que Freud centra su análisis del chiste, la del salmón con mayonesa, es la más bonita para ilustrarlo:

Se trata de un personaje que tras haberle dado a un pedigüeño algún dinero que éste necesita para hacer frente a no se sabe que deuda, se indigna cuando le ve darle otro destino al objeto de su generosidad. Después de su buena obra, ve al otro en un restaurante a punto de regalarse un salmón con mayonesa, lo cual considera signo de un gasto suntuario. Le dice ¿pero como es la cosa, para esto te he dado dinero? ¿Para que te permitas un salmón con mayonesa? El otro responde. Pero no lo entiendo, cuando no tengo dinero no puedo comer salmón, cuando lo tengo tampoco. ¿Así? ¿Cuándo voy a comer salmón con mayonesa?

Lo que se escribe: las condiciones de goce.
Lo que se cuenta: los residuos de goce.

El magnetismo
Fue Mesmer, médico austriaco (1734-1810), quien inspirado en su amigo Mozart (1756-1791) planteó la idea de que el poder sugestivo de la música también podía encontrarse en la experiencia magnética, y así inició la primer psiquiatría dinámica, antes de ser expulsado por Franklin y Lavoisier, que lo denostaron, con el argumento de que los efectos terapéuticos obtenidos se debían al poder de la imaginación. Freud no olvidó hacerle a Mesmer un homenaje por su idea de “curación por el espíritu”.

Pretexto Mozart, lo sensible y las épocas
Visión: claro-oscuro-color rojo hendidura.
Audición: el sonido en fuga de un pincel uniendo los lunares de su vientre.
Olfación: a extimidad de campo.
Gustación: sabor a masitas con pasas de uva, sin semillas, porque se escupe contra el Señor Dios. Con carozos, cuando no es pecado y las manos se precisan limpias para poder coser.
Tacto: hospitalario y arisco a la vez.
Humor: encantador y facético, así como viene siendo Liliana Heer, su autora.


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