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Liliana Heer Reseñas
©2003 |
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amor aleja
Queridos Liliana y Guillermo, arrinconado por la civilizada decisión de impedir que el Funesto se reproduzca y nos arrastre a todos al Averno, no escribo, leo y leo el amor aleja que me llena de sensaciones, una belleza y, como siempre, la belleza aterra, suspende. Un respingo y a salir del estupor, cómo ha sido posible ese pedazo de belleza. Entonces la máquina erótica se pone en funcionamiento y trata de salirse de su mutismo y cree ver, pero cómo ver esas imágenes que saltan de página en página. Ahí parece, en este escenario, la Pobreza, la mía, lo que alcanzo a ver y que es, prima facie, lo que está ahí, a la vista: el disloque, la ruptura, el choque violento entre una lógica impensable y el deslizamiento hacia, precisamente, la imagen que es algo, un objeto que encierra en su presencia todas las ausencias en que consiste la poesía. Y veo otra ausencia, que corrobora ese juego, la de la puntuación física que en su ausencia parece preparar en cada instante una continuidad que no sé dónde reside: ¿en la palabra "amor" quizás. Y veo otra cosa, la inminencia de la predicación, un enunciado inicial que pide ser satisfecho -que eso es la predicación-, satisfacción que se da por fragmentos, como retazos, para internarse luego en el abandono de un gesto que termina en, precisamente -otra vez-, una imagen. Todo hace una escena en la que la arbitrariedad es protagonista, la ocurrencia saltarina y la formulación exquisita. 13 de Marzo, 2020
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