|
Liliana Heer
Contratapa
Primer capítulo 1995
Primer capítulo 2018
Presentación
Reseñas
<
©2003
Liliana Heer
|
Reseñas de Frescos de amor
---------------------------------------------------------------
Menú
---------------------------------------------------------------
Reseña: Presentación de Angélica Gorodischer
Por Ana Victoria Lovell Diario Rosario 12 Rosario, noviembre de 1995
---
Liliana Heer restaura los frescos de amor por un camino laberíntico.
Esta tarde se presentará "Frescos de amor",
nueva novela de la coprovinciana Liliana Heer. Una narración que
adopta técnicas cinematográficas al estilo de
Buñuel y Jarmuch, "como un pico de hielo que rompe el mar
congelado"
La última novela de la santafesina Liliana Heer, Frescos de amor,
corrobora la tarea lúcida de una de las escritoras
más interesantes que el país ha dado en los
últimos años. Su primera obra, el libro de relatos Dejarse llevar, aparece en 1980. A partir de esa fecha publica Bloyd, novela que mereció el premio Boris Vian (1984) y La tercera mitad, novela (l988). En 1992, abordará junto con Juan Carlos Martini Real un ensayo sobre Giacomo, uno de los textos menos conocidos de Joyce, publicado por Bajo la luna nueva, Rosario.
Todo comentario acerca de una obra es parcial y deficiente, sólo
se pueden bordear sus contornos, aceptar el juego y la
exposición que la misma obra propone y, ante la tentación
de realizar un puro análisis de procedimientos,
considerar la advertencia que hiciera Borges sobre el problema
literario: "Existe un misterio".
Una de las figuras que emerge en Frescos de amor como
enigma a descifrar, y también como recorrido posible,
es el laberinto. Imagen recurrente en la literatura de este siglo que
adquiere significaciones múltiples y diversas en la obra de
Joyce, Kafka o Borges. En la novela de Liliana Heer aparece como pura
discursividad, escritura que repta, circula creando sus propios
recovecos, ascendiendo en forma de espiral o
replegándose. Será Federica, la protagonista, quien
escribirá una larga e imposible carta a su hermano Javier; lo
epistolar alternará con el diario íntimo de tal
manera que el destinatario de la historia puede ser tanto Javier
como la misma Federica.
La lejanía, la distancia, las diferentes instancias del
destierro son padecidas por los personajes. A veces adopta la
forma de la enajenación, es el caso del general Orlac:
"¿Un padre loco o falsario teníamos? Preferí
siempre lo primero, aun cuando sintiese aprensión hacia la
palabra locura". Federica no puede entrar en el territorio de su
padre como tampoco lo hará Javier, quien durante la
infancia será confinado a los cuartos del fondo de la vieja
casona, lejos de la mirada paterna; luego será el exilio. Pero
Javier no podrá acceder al territorio de su hermana; ella
dirá: "Estoy desterrada, soy protagonista de una fábula
en extinción".
Hay una historia que se cuenta obsesivamente desde distintos
registros discursivos, sellada por la muerte de Anner en el parto de
Javier: "Yo hubiera preferido que no nacieras si de tu nacimiento
dependía la vida de Anner, pero no puedo concebir mi vida sin su
muerte; ya no me parece verdadero ningún reproche". Cabe
preguntar si esa reiteración es una prueba de resistencia
de la propia historia o si no encarna la lucha denodada contra el
vacío. "Sé que el vacío es una cita", dirá
Federica casi al final de la novela. Toda referencia
espaciotemporal se torna vaga, difusa. Este relato puede
transcurrir en cualquier ciudad europea después de la
Segunda Guerra. El amor, el incesto, el odio, el desamparo
serán los habitantes eternos de este lugar. Federica explora,
profundiza, se esfuerza por decir lo indecible, intenta con
lucidez impiadosa poner bajo una lente de aumento las
distintas formas de la pasión que la sujeta: "Ser algo
diferente a este cerebro incansable obstinado en monologar,
este cerebro que compara, intenta sustituir y recae siempre sobre
sí con imbécil monotonía".
Restaurar los frescos de amor, como lo intentaran Lisa y Julia
para poder vivir su propia relación, será el
móvil que guiará la escritura de Federica. La novela
se abre hacia otros ámbitos, el encuentro azaroso de la
protagonista con un grupo de cineastas en una estación de trenes
permite el ingreso de nuevos personajes. La narración
adopta formas cinematográficas que recuerdan las
técnicas de Buñuel y Jarmuch, entre otros. Frescos de amor
recupera y hace propia la cita de Franz Kafka que actúa como
epígrafe de La novela: "Un libro debe ser como un pico de hielo
que rompa el mar congelado que tenemos dentro".
---
|