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Liliana Heer
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Liliana Heer
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Reseñas de Frescos de amor
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Frescos de amor
Por Jorge Ariel Madrazo Diario La Prensa Buenos Aires, noviembre de 1995
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“Fotogramas: romper el equilibrio con una
sucesión de planos fijos: montaje parpadeante, bucle...":
la frase, aventurada por uno de los personajes de esta hermosa,
turbadora novela de Liliana Heer, acaso traduzca una
propuesta estética, la coagulación del discurso
narrativo, usualmente sujeto a la sucesión pero que
aquí da lugar a un collage de escenas palpitantemente
atemporales.
Estampas anudadas por las reflexiones-soliloquios-diálogos de la protagonista, Federica, y sus eventuales partenaires.
La imagen omnipresente del hermano, Javier, ausente, tal vez
muerto, y evocado a partir de una fijación con perfiles
incestuosos; el padre, ese general Orlac autoritario y
atormentado por la locura que lo empuja a negar la muerte de su esposa
y a su propio hijo; las escaramuzas de una guerra poco clara que
influye como invisible telón de fondo.
Todo, a modo de frescos que laten en un plano suspendido, en una
extraterritorialidad que autoriza a suponer un escenario
europeo, una época transicional.
Tal encuadre es quebrado, de pronto, por una vorágine de
hechos paralelos, signados por la irrupción de unos filmakers
(palabra que, a no dudarlo, con toda deliberación y
contribuyendo al efecto de extrañeza, elige aquí la
autora de Bloyd, Dejarse llevar, La tercera mitad y El texto secreto de Joyce).
El universo en apariencia inmutable de Federica y del general Orlac -la referencia al film Las manos de Orlac
salta, ineludible se remece con el ingreso a escena de Julia, una
bióloga cuyo verdadero interés se dirige a elucidar
el mecanismo de atracción de ciertos parásitos por un
huésped (¿una metáfora sobre la propia Federica y
su pasividad afectiva?). Ella, más la actriz Sol y los
cineastas, aportan el ámbito de lo laboral, del espíritu
de grupo y el desprejuicio, inclusive sexual e ideológico;
también, las peripecias más dramáticas.
Federica se abroquelará nuevamente en el bunker de su
subjetividad: "Creí poder ingresar a ese mundo pero (...)
estoy expulsada de los actos cotidianos, de la amistad, las
creencias, la fe...". Novela que se inicia como desde el interior de
una probeta y que culmina casi con el jadeo de un road-movie,
en un clima de elipses y claroscuros, este nuevo texto
narrativo de Liliana Heer constituye, sin duda, un aporte funda
mental a una novelística argentina situada a
años-luz de la linealidad naturalista y del digestivo
confort de lo unívoco.
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