Liliana Heer




©2003
Liliana Heer

Reseñas sobre Neón

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Notas sobre la lectura de Neón
Por Genoveva Arcaute


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Metáfora de la literatura: el narrador es falsario en uno de sus roles. Narrador oral, de su pericia depende el amor. Lo querrán por su arte de mover la realidad con la fuerza de su recreación. Se atribuye y atribuye a otros hechos y dichos que dilaten la ruptura, que compongan su imagen.

El himen de las novias se recompone como el relato, se desanda, se zurce.

El narrador que contiene al otro, que lo lleva de sus hilos, critica al mismo tiempo las direcciones de la ficción. Efecto de distancia, y por lo tanto de humor. ¿Qué hacer con estas criaturas, como desempastar sus pasiones para que fluyan o se estanquen en dilaciones?

Otra metáfora o metástasis: el rumor que desencadena agonismo, zozobra.

El narrador cómplice en la lectura, círculos o planos del relato. Nunca un yo, apenas un nosotros, de quien pone manos a la obra.

Cuestiona la linealidad, el azar, todo lo que debería hacer y no hace. Potencial en los verbos, proyección más propia de la poesía. Anticipación fallida. Justo cuando la cena a ciegas despliega el triángulo. Y la palabra Fin.
 

Tópicos:

Amante maduro, dictador latinoamericano, viejo de Moulin Rouge, colonialista de Coetzee (Esperando a los bárbaros). Último y lamentable García M.

Excita al rival a narrar, a seguir. Cede para no perder a la amante. Usa bastón contra palabra.

Pero, ¿da compasión? Incestuoso,  desgarro en el pasado que justifica su perversión. Es potente ¿idealización de lo masculino? Sufre el varón, y por eso desencadena tragedia y orfandad. No tiene lenguaje de sentimientos. Pero ama.

Ella, niña, celadora, costurera, es una y es dos. Dura, sólo conoce el lenguaje sexual… ama los relatos o hace creer que el otro tiene importancia por su habilidad. Lo deja creer. Nace de un cadáver, es un tumor, su origen la condena. Ella es monolítica, no cede, manipula, protege su lengua. Como Yzur, es digna y esclava. Pero sobrelleva.

También es narradora, intriga para obtener poder. 

Él, preso falsario, indultado, viajante, espejea la “realidad” en los personajes. Se deja llevar, acata el poder, obsecuente con tal de gustar. También se entrenó en una “agencia” manejando información, relato.

Los clichés de la trama argumental, permiten las elusiones, los implícitos, a veces divergentes. Pero todo cierra, el triángulo está en equilibrio. Ellos no ven, ella mete en la boca y juega, penetra, se satisface. Los objetos remiten a la identidad, bastón, radio, guantes, telas sospechosas. Lo ominoso se cierne pero nunca cae sobre ellos. Demuestra que el tópico niña no siempre es feliz, pero también que el tópico incesto, cárcel pueden ser de comedia, no siempre son oscuros. 

Brevedad y lirismo

Dos condiciones que deben ir juntas. La interpolación de la voz lírica, coro griego que no desdeña la falsa intriga del radioteatro, resulta funcional a la trama, al devenir narrativo. Pero cabe en un recipiente chico, de modo que el aire de las páginas permita quedarse y volver. Una alianza perfecta, un antídoto para el tóxico del detalle y la anécdota de tanto narrador yanqui imitado hasta el ridículo por acá.

 

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