Liliana Heer

Diálogos

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©2003
Liliana Heer

Un nuevo Dante en busca de otra Beatriz
Por Oscar Milli
Diciembre de 1985




Liliana Heer prefiere evitar las preguntas que no se refieran a la literatura. Con una sutil elusión afirma: 'Hay que buscar la fic­ción en la historia y la verdad en las novelas. No hay textos más “mentirosos”' que las Memorias. La historia es la ficción impuesta como docu­mento, no en vano el adagio “no la escriben los que la hacen sino los que la ganan”.



-¿Quién es Bloyd?

-Bloyd es un hombre que como Dante pierde a su Beatriz pero en lugar de escribir La Divina Comedia, se transforma en Maestro de Modales de un burdel y adoctrina a las pupilas.

-¿De qué manera?

-De maneras diversas, narrando placeres y padecimientos, algunos literarios, otros liga­dos a su propia vida. Bloyd habla dos len­guas, ha perdido a sus padres en un accidente y es heredero de una mansión a la que se dirige en búsqueda de los más extraños objetos para incorporarlos a la ética del burdel. Un reclinatorio, por ejemplo, sin el cual uno de los clientes (El soldado) no podría permanecer allí.
Que luego se desvía, es cierto. Mediante el uso de diferentes técnicas traté de crear esa sensación de imprevisto que usted bien describe. Uno de los medios para producir este efecto es insinuar y negar. De este modo se evita la identificación entre el lector y el personaje. Hay un deliberado intento de atraer y expulsar al lector para instarlo a releer.

-¿Cuáles señalaría usted corno las características fundamentales de esta novela?

-Nada ruidoso, una de las marcas es ser in­cesante, anticipar lo furtivo. La fuerza al servi­cio de imponer el imperio de la fragilidad. Otra tiene que ver con la sintaxis, predominan las elipsis, los condicionales y las disyunciones, eso contribuye a crear el tono de intri­ga, de borde en el que el sexo y la muerte son aspectos que a través de imágenes cobran una particular significación. Otra distinción serían los personajes. Bloyd, así como El Holandés, Madame, Sonia y El Viudo, están construidos sin apelar a modelos o arquetipos, resultan al mismo tiempo verosímiles pero no fantásticos. Se rompe con una matriz para escribir otra que multiplique los referentes y permita situarlos en cualquier época.

-En Bloyd, a diferencia de lo que sucede en Las Mil y Una Noches son los hombres los que cuentan.

-Sí, hay un sistema de delegación. Estos personajes, descriptos fragmentariamente, sin nombre, incluso sin otra especificación que su estado o nacionalidad, son quienes se sienten obligados a contar y a caracterizar a las mujeres que han sido condenadas o absueltas por ejercer una atracción fuera del dominio de lo previsible.

-¿Cómo empezó a concebir esta novela?

-Tiene varios movimientos, el primero corres­ponde a 'El lazo de terciopelo’, relato que publi­ca La Opinión en 1980, y es una búsqueda inver­tida maligna, una reinterpretación del hijo pródigo en el sentido que lo trabaja Camus en El Malentendido y en El Extranjero. El segundo movimiento es un relato dedicado a Jaime Rest, publicado al año siguiente en Punto de Vista, ‘La Sombra del Viajero’, un texto donde aparece El Viudo y el burdel, pero sobre todo, donde el cuerpo de la mujer está presente y ausente, fotografiado, recortado desde diferentes ángulos y él necesita armarla como un friso al lado del que se recuesta y dormita. El tercer movimiento corresponde al cruce accidental; hace muchos años, con un viejo maestro de modales que debía convertir en elegantes a prostitutas polacas para su ingreso en un bur­del francés. Este hombre les leía a Zaratustra y al profeta Jeremías, ayudado por una Madame. Contaba con algunos elementos, un escenario y la necesidad de crear un hombre o varios que centra­sen su vida en la curiosidad por traspasar el límite que diferencia al hombre de la mujer.

-Bloyd es una novela que contiene una obra de teatro, está escrita con un lenguaje de metá­foras e imágenes, es decir, próximo a la prosa poética; en varias partes esboza una teoría sobre la escritura. El capitulo más extenso es una carta, y a la vez mantiene el suspenso co­mo si se tratase de una novela policial. Evidentemente usted hace una propuesta de revisión de las fronteras literarias.

-Pienso que en eso consiste la riqueza de la novela: una usina donde todos los géneros y es­tilos tienen un espacio cuya ley justamente es la ficción del tiempo, mejor aún, de los tiempos verbales.


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