©2003 |
Diálogo publicado en Conversaciones al Sur
L.H. Recuerdo que en la segunda infancia, atraída por lo vulnerable, adopté la costumbre de escribir cartas para socorrer a mis amigos en situaciones conflictivas. Era indistinto el sexo del destinatario. Como una especie de Cirano travestido, ejercía con placer el rol de asistente sentimental. Algunas veces, las cartas tenían éxito y daban vuelta la situación como un guante. Mucho tiempo después, me di cuenta de la causa: estaban llenas de promesas, halagos y amenazas que llevaban a experimentar lo abismal de una relación afectiva. M.C. ¿Qué te impulsó a escribir tu primer libro de cuentos Dejarse Llevar? L.H. El primer relato que escribí fue En concepción sublime, un texto de una crueldad inaudita. El crítico y profesor de Literatura Inglesa Jaime Rest, después de haberlo leído, con tono elogioso, no podía dejar de repetir: ¡Es atroz, es atroz! Un amigo se lo dio a Bioy Casares para que lo leyera. Bioy escribió una dedicatoria que fue la contraseña para su publicación: "de un lector eternamente agradecido"... M.C. En tu cuento "Dejarse llevar" la protagonista Alba a través de su auto-erotismo se libera de las presiones impuestas ¿crees que la recuperación del erotismo femenino tiene un efecto de liberación en la mujer? L.H. No directamente, el erotismo prolifera entre líneas. Alguna vez leí que las hembras de las luciérnagas no tienen alas, permanecen a nivel del suelo mientras los machos las sobrevuelan. Esperan dos segundos y diez décimas, sólo entonces responden a la luz. Una fracción más y no serán entendidas. El erotismo unido a la liberación de la mujer se escribe desde el origen del origen. La poesía erótica occidental comienza con Salomón en El Cantar de los Cantares: M.C. En tu cuento "Juan Cruz" del libro Dejarse Llevar se denuncia un menosprecio por las prostitutas, en especial por Raquel, quien tiene un verdadero placer por la profesión ¿crees que al protagonista masculino le molesta que Raquel disfrute de su cuerpo? L.H. Juan Cruz es una reescritura de Tadeo Isidoro Cruz de Borges. Hay una relación con la mujer por parte de lo masculino que la coloca en un lugar sagrado o prostituido. Es muy difícil el clivaje entre esas dos caras. En la novela Bloyd, el protagonista tiene hacia la prostitución un vínculo sagrado. Se trata de un texto desprovisto del karma de la especie con una dimensión filosófica sobre los encantos de la seducción. M.C. ¿Por qué crees que existe esta fascinación y menosprecio por las "mujeres de zaguán"? L.H. ‘Sólo se puede matar lo que se anhela’. ‘Te quiero en mí más que en ti’. Esa es la relación que tienen algunos de los personajes en Dejarse Llevar con las mujeres, son violentos porque desean. La Biblia llamó perros a los sacerdotes y sacerdotizas que ejercían la institución del erotismo sagrado. Esta denominación es un clásico: perras, más que putas son las mujeres que gozan del sexo y hacen gozar por él. M.C. Bloyd le cuenta historias a las mujeres de un prostíbulo e invierte alegóricamente la temática de Las Mil y Una Noches. ¿Cómo observas tú esta subversión temática? L.H. En Bloyd, concebí el reverso genérico de Las Mil y Una Noches. Scherezade narra para tener una noche de gracia. El personaje Bloyd tiene la misma capacidad de encantamiento. Acaricia por debajo de las sábanas a Sonia y le va contando historias que ingresan en sus sueños. A la vez, el contar es un recurso que diluye la frontera entre realidad y ficción, como si fuera un resto diurno. La verdad está entre lo visible y lo invisible, generalmente, escondida. Hay que buscar la ficción en la historia y la verdad en las novelas. No hay textos más mentirosos que las Memorias. M.C. ¿Por qué este interés por el erotismo? L.H. Bloyd es la re-escritura de varias utopías. En La Ciudad del Sol, en La República, en Nueva Atlántida, al tematizar la sexualidad, los intercambios se subjetivizan e impera la lógica del reparto del botín. El lenguaje es sostén del erotismo porque la escritura (al igual que el cuerpo) M.C. ¿Crees que el hombre le tiene miedo al poder de la mujer? L.H. Este tema es interesante como imaginería literaria. Los hombres le tienen tanta confianza a la mujer como terror. Creo que, cuando podamos pensar cada hombre y cada mujer en singular, vamos a eliminar muchas comparaciones injustas. M.C. Las mujeres en tu novela Ángeles de Vidrio son personajes muy interesantes e innovadores ¿puedes hablar sobre el rol de la mujer en esta novela? L.H. Son las mujeres que vendrán. Leonor y Raquel inventan atracciones sin la tiranía de ningún modelo, conciben una “nueva familia” desarticulada y a la vez íntima donde la función paterna y materna se ejerce más allá del parentesco. Cuento una historia de fin de siglo: el cine y las canciones contribuyen al plot de la vida. M.C. Ángeles de vidrio está repleta de intertextualidades provenientes del cine, canciones, literatura, pintura. ¿Por qué utilizas estas técnicas estilísticas? L.H. El cine y la música son grandes cajas de resonancia. Suelo trufar escenas de otras artes, amo el mestizaje. Me interesa trabajar los pliegues que el concepto de apropiación implica. M.C. También utilizas muchas citas en otras lenguas: inglés, francés, etc. ¿por qué? L.H. Porque me interesa el contrapunto, lo inmiscuido de las raíces de una lengua en la estructura de otra, ese palimpsesto ineludible que las tradiciones acarrean, aquello que por insistir puede llegar a alcanzar lo real. Tiene que ver con la Babel Argentina, habitada por italianos, españoles, alemanes, franceses, ingleses, rusos, chinos... Hay un camino principal, una lengua castellana, y caminos laterales que lo circundan. M.C. En tu novela La Tercera Mitad la utilización del lenguaje y la sintaxis es excelente ¿por qué te interesa tanto el trabajo del lenguaje tan depurado? L.H. La Tercera Mitad está estructurada como "La Misa en Si Menor" de Bach. Siempre escucho algún tema mientras escribo. M.C. La Tercera Mitad tiene semblanza con la narrativa del fluir de conciencia, una palabra deriva en la cadena discursiva hacia otra y así sucesivamente creando cierto efecto de liberación de las restricciones inconscientes, ¿tuviste en mente este proceso de escritura o fue algo en el cual trabajaste instintivamente? L.H. Lo premedité. La lectura de Joyce, Beckett y otros autores debe haberme influido, pero, más allá de las influencias, creo que hay una trampa en la trama del pensamiento. Ese supuesto fluir de conciencia está sobredeterminado, responde a leyes muy tiránicas. Este tratamiento empezó en Bloyd. M.C. La lectura de tus textos es muy densa, se necesita un verdadero compromiso, ¿eres consciente de que tu escritura necesita un lector comprometido en el proceso de lectura? L.H. Sí, y ese es el tipo de literatura que me interesa, no la pasatista. Me resulta muy difícil leer una historia lineal, la vida es complejísima. Jamás entendí por qué se supone la idiocia del lector, cuando el lector es alguien que vive compenetrado en miles de variantes para enfrentar cada fenómeno, y si no lo hace es porque agoniza. “Un libro debe ser un pico de hielo que rompa el mar congelado que tenemos dentro,” dijo Kafka. El lector no es el mismo después de leer un libro verdaderamente escrito. M.C. ¿Cómo surge tu novela Frescos de amor? L.H. Escribir siempre es un desafío. En libros anteriores, lo único que me importaba era la pelea con lo resistido del lenguaje. Mi pretensión era doblegarlo, buscar ángulos de vulnerabilidad, apropiarme de sus encrucijadas, aniquilar facilismos y lugares comunes, husmear en la superficie de la letra, ver y conquistar su brillo, la opacidad, las reglas. Extraer de la materia fuego. Bloyd y La Tercera Mitad son incendios, desiertos, espejismos, flashes más precisamente que novelas. ¨Una estafa editorial¨, escribió una vez un crítico intentando rescatar el valor de la diferencia, de lo inclasificable. Confieso que esas novelas son el cielo azul de las superposiciones, el supuesto caos del azar, lo simultáneo. Bajo la niebla de todas las horas, me batí a duelo y aún hoy tengo de mí la idea de alguien que espera el sonido del silencio y trata de descubrir su ritmo claroscuro. M.C. En Frescos de Amor el tema del incesto se relata con toda naturalidad desde la perspectiva de Federica ¿puedes comentar que te impulsó a trabajar en esta temática? L.H. El deseo se realiza sólo en el incesto y en el asesinato, este concepto proviene de la teoría lacaniana. Me parece fascinante el tópico, por eso forma parte de mis novelas. Federica y Javier nunca más vuelven a verse. No supe hasta el final lo que pasaría. Es un incesto singular: la esposa de Orlac muere cuando da a luz a Javier; Orlac supone que ella se ha ido con otro y hace servir la mesa como si la señora estuviera en la casa. Javier no existe, está totalmente negado por su padre. Creo que esta negación es un resabio de los innumerables muertos y desaparecidos durante la última dictadura militar. Un padre loco o falsario no creerá en la muerte de su mujer. Se fue con otro, grita. “Miente el médico, miente el sacerdote, miente la enfermera que cuida a la única hija de ese general especialista en ganar guerras de fronteras, mienten cuando quieren imponer a un bastardo, sólo no miente Federica porque todavía no ha aprendido, no le enseñaron a mentir, está en el comienzo, al borde del primer engaño, el que se cultiva con malentendidos, por el que transcurre la infancia, donde los mayores se refugian y algunos locos viven...” M.C. ¿Cómo surgió el trabajo sobre James Joyce, Giacomo: El texto secreto de Joyce con J. C. Martini Real? L.H: Nuestro Giacomo tiene algo de inconcluso como esas líneas interrumpidas que los alfareros mejicanos dejan en sus dibujos para impedir que el espíritu quede prisionero. Voy a tratar de contar cómo fue su génesis. Todo empezó con un intercambio entre J.C. y yo: una novela de Celine por La Mujer Zurda de Peter Handke. Primer Amor de Beckett por Giacomo Joyce. El Faulkner de Milgate por Gato Escaldado de Dagermann. Eran libros que hubiéramos querido haber escrito nosotros. En ese juego de azar y “citaciones”, Giacomo se impuso: un texto en el que Joyce inicia el tráfico con frases en otras lenguas y palabras más allá del inglés combinando voces idiomáticas y vocablos. M.C: ¿Qué te impulsó a editar el libro Cartas: en la realidad y la ficción? L.H. Estaba escribiendo esa larga carta que es la novela Frescos de amor y se me ocurrió armar una antología sobre la correspondencia. Siempre pensé que escribir cartas era una doble cita: con uno mismo y con el otro. Al mismo tiempo es olvidar y recordar la distancia. Las cartas poseen un valor de agalma, pertenecen al territorio de los dones, valores anteriores al acuñamiento de la moneda. Como lo único que se puede regalar es lenguaje, la dedicación que implica la escritura de una carta, algunas veces, llega a tener la fuerza de un conjuro. Por su contenido, representa una prueba cuya pérdida equivale a una amenaza o peligro. A propósito de La Carta Robada, el protagonista narrado por Poe, Dupin, juega con los vértices de propiedad en las fronteras del performativo. Una carta es también una señal o emplazamiento que obliga al otro a responder. Tiene el carácter de los imperativos que rigen el orden de las deudas, ese registro arcaico tan inteligentemente reseñado por Freud que conforma la superficie del malestar en la cultura. M.C. ¿Cómo surgió tu prosa poética Verano rojo? L.H. Estaba en un grupo llamado Memoir Club, con características similares al creado por el marido de Virginia Woolf en 1925. Luisa Valenzuela, amiga y escritora reconocida internacionalmente por sus innumerables novelas y cuentos, me invitó. La consigna consistía en escribir sobre anécdotas de nuestras vidas. Había también pintores, una escultora, un músico y todos llevaban excelentes relatos. Pensé en abandonar el Memoir porque mi modalidad de escritura estaba absolutamente ligada a la ficción. “Escribir sobre mí, no puedo”, confesé. Bajo esa excusa, armé un mundo con vértices personales que tuviera el valor de apropiarse del mundo. Escribí Verano rojo para transmitir la paradoja de lo ¨éxtimo¨, aquella que Valery enunció magistralmente en la frase: Le plus profunde c’est le peau. Verano es una epopeya que narra el resplandor entre una generación y otra: la hija y la madre, orificios del tiempo, explosión en la juntura, tijeretazo. Este texto tuvo muy buena recepción, lo leí en la Universidad de Yale, propuesto por su traductora Moira Fradinger. También fue traducido al italiano, al francés y al serbio. M.C. ¿Puedes decirme algo sobre Ubi Sunt? L.H. Ubi Sunt es una performance donde se recupera el poder de la imagen y de lo gestual. No se oculta, se exhibe la cambiante ironía del cuerpo actoral con espanto y sarcasmo. El texto, sin provocar el clásico distanciamiento brechtiano, propone una nueva relación entre espectador y personaje. Insisto en mostrar arquetipos sociales que persisten por la encarnadura mítica subyacente. Es una obra abierta, constituida por escenas en las que desfilan actores en situaciones límites entre la vigilia y el sueño. Al decir de Kantor, el teatro es un lugar donde la ley del arte se encuentra con la casualidad de la vida. M.C. ¿Qué escritoras argentinas te interesan? L.H. Me interesa especialmente en narrativa Libertad Demitrópulos. Su escritura rescata expresiones verbales, giros que confieren a la oralidad un carácter muy vívido y al mismo tiempo actúan como núcleos de resistencia dejando la trama en suspenso. Su intención es mantener viva la polifónica lengua de los argentinos. La narrativa de Libertad Demitrópulos adquiere una dimensión real: aquellas partículas que sufrieron el letargo de lo sepultado reviven merced a la incesante mordedura sintáctica. Recuerdo que Pessoa, refiriéndose a la inmortalidad como una ficción de los gramáticos, veía más vida en ciertas imágenes que habitan los escondrijos de los libros que en la realidad de muchos hombres y mujeres. M.C. ¿Qué estás escribiendo ahora? L.H. Estoy escribiendo una novela llamada Pretexto Mozart. Una suerte de Cosecha Roja provinciana, en la que se hace visible la repercusión de las tensiones que imperaban a mediados del Siglo XX en Argentina. Narro la metamorfosis de una comunidad de la que formé parte. M.C. ¿Cómo fue el proceso de escritura de Repetir la cacería libro que va a ser publicado en los próximos meses por Nuevo Hacer Grupo Editor Latinoamericano? L.H. Se trata de la puesta en abismo del núcleo madre-hija de Verano rojo. Escribí esta nouvelle circulando escenas de algunos films, rescribiendo la relación entre Mersault y su madre en El extranjero de Camus, y develando algunos procedimientos de lectura y escritura. M.C. ¿Puedes hablarme de la SEA (Sociedad de Escritoras y Escritores de Argentina) en la cual estás trabajando? L.H. En marzo de 2001 fue creada esta nueva sociedad, cuyo presidente es Víctor Redondo. Más de mil socios y adherentes se sienten representados como escritores. Son innumerables las tareas de esta nueva institución. Voy a referirme primero a las actividades culturales: mesas redondas y jornadas en la Feria del Libro, en la Biblioteca Nacional y debates sobre literatura, cultura, política y sociedad en la Librería Gandhi. Por otra parte, la Comisión de Derechos Humanos está realizando la búsqueda, recopilación y selección de material para hacer una Antología de los Escritores Desaparecidos.
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