©2003 |
Entrevista a Liliana Heer
L.H. Impensado. A diferencia de la práctica psicoanalítica, producto de numerosos años de estudio, análisis, supervisiones y seminarios, la escritura floreció de repente, se impuso como acontecimiento. 2- ¿Qué la llevó a la literatura? L.H. Podría volver a contar la anécdota de mi segunda infancia escribiendo cartas para amigos como un Cyrano travestido o hablar de los años de Dictadura y la necesidad de tener un balcón en mi cabeza. Hoy prefiero pensar en el plus de intensidad proliferante que me caracterizaba y encontró gozne acotando el culebrón, inventando otras historias. 3- Ud. Dice: estoy narrando el arco iris del malestar, con una economía de lenguaje, ¿cómo es este narrar? L.H. Los textos sin muletas crean lectores aventurados. Adiós a los rituales explicativos, las modas, el lugar común. La idea es narrar el intervalo, la disonancia, lo imprevisible, ir más allá del sentido. 4- “La herida se abre y se cierra para evitar la cicatriz”. Este presente perpetuo de memoria sin sutura es un gran invento narrativo de Liliana Heer, una invitación a comprender el advenimiento de un mundo diferente. ¿Cómo pensar este presente perpetuo? ¿Y esta memoria sin sutura? L.H. Mientras la herida despierta ecos pulsando la inmediatez, la cicatriz contiene fijeza de representación; cuenta lo que ocurrió, pertenece a los informes forenses, es generalizable y al serlo dice menos de lo que dice. Justamente estoy concluyendo Capone en Septiembre, un poema en el que dos cicatrices –de Scarface y de Angie- tienen valor de causa. 5- Los viajes provocaron también cambios en su estilo, ¿cómo definiría su estilo de escritura? ¿Qué herramientas utiliza? ¿Dónde escribe? L.H. Al viajar alterné con otras lenguas, otra música, además del extraño fenómeno de pliegue que se opera al volver, esa condensación disponible sólo por fragmentos, comparable a la intensidad de un sueño vuelto comodín. Lacan afirma que en la estructura del campo enigmático hay un “no-toquen-lo-bello”, óptica de fractura de la juventud más plena, similar al horror de las vírgenes suicidas.
9- ¿Qué relación establece entre la práctica del psicoanálisis y la práctica de la escritura? L.H. Una relación asintótica, siempre al borde del encuentro, que reproduce la fórmula del “no existe”. 10- Nosotros encontramos en la EOL una orientación, la orientación de J.A. Miller. Para nosotros es una escuela creativa y de investigación en el psicoanálisis en intensión, el pase y el psicoanálisis en extensión. Dado que usted estudió psicoanálisis -¿Que la llevó al análisis lacaniano? ¿Que encuentra de distinto en la EOL para desarrollar su práctica de analista? L.H. Mi acercamiento a Lacan se originó en la atracción por su escritura. J. A. Miller es desde varios ángulos un Uno providencial, sabe de la inspiración, es maestro en gradientes de tiempo. Supo “aprovisionarse” -como el mismo lo enuncia- de Lacan y de innumerables otros saberes. La EOL es una comunidad que se distingue al menos por tres rasgos esenciales: el intenso work in progress investigativo de los conceptos fundamentales, la oportunidad de transmitir experiencia a través del pase y el conceder un lugar privilegiado a las manifestaciones artísticas. 11- El análisis lacaniano, ¿incide en su escritura y sobre su forma de encarar la escritura? L.H. Sin duda incide por varias vías no directas. Me interesa en especial el corte, la pausa, ciertos detalles, el montaje, hacer funcionar la resonancia; conducir la trama de tal modo que en los personajes devengan transformaciones impensadas. Volviendo a una pregunta anterior, la economía de lenguaje a la que me refiero es consecuencia de una voluntad –nitzscheanamente hablando- de matematisación. 12-¿Cómo considera la práctica de la escritura y la práctica del psicoanálisis? ¿Incluyendo la política o por fuera de la política? ¿Son ascéticas? L.H. La caída de los ideales no puede no llevar a despedirnos de la pureza; en esa línea, me resulta difícil imaginar el fuera de la ficción política. |