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©2003 |
Borges, Freud: Instancias del bien y del mal
Borges cuenta, cita, interfiere y deduce que los partidarios de Hitler se deben a una verdad oculta. Dice entonces: “Además ¿no ha razonado Freud y no ha presentido Walt Whitman que los hombres gozan de poca información acerca de los móviles profundos de su conducta?” La asociación entre psicoanálisis y poesía no es arbitraria o más aún, Borges se vale de la misma para formalizar una lectura, casi al margen de los hechos, que responda a la lógica del inconsciente. Borges articula su propio deseo en la deconstrucción del deseo del Otro: “Hitler quiere ser derrotado”. Acaso un matema, un axioma que encuadra al fantasma, capturándolo. Lo hace al margen de la repetición o quizás deteniéndose a contemplar el inevitable error que presupone una certidumbre. El suceso se convierte en un acto, por eso escribe: “Ignoro si los hechos que he referido requieren elucidación. Creo poder interpretarlos así...” No es Borges quien se oculta detrás de la primera persona sino Freud. Borges lo sabe, por eso lo nombra y le asigna un saber. Hay un goce físico que se experimenta en el cuerpo de este texto, como si la escritura deviniera discurso profético, epigrama o emblema impreso. Desde ese lugar, Borges arriesga una conjetura. “Hitler de un modo ciego, colabora con los inevitables ejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de metal y el dragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraron, misteriosamente, con Hércules.” Aun lo monstruoso, trabaja en función del bien. Allí es donde Borges platoniza a Freud, se apropia, lo escribe a su manera y juega su teoría de Eros y Thanatos, más allá de Empédocles. Olvidando que las huestes del bien y del mal no son de diferente especie. De esta manera, cae en la misma ilusión de una cultura que puede execrar el malestar. En realidad, Borges hace una oda del bien y del mal. Retomando las palabras de Escoto Erígena, asevera: “Todas las criaturas, incluso el Diablo regresarán a Dios”, pero a la vez refiere un pasaje de Man and Superman de Bernard Shaw, donde un personaje afirma: “El horror del infierno es su irrealidad”. Dialéctica maniqueísta que responde a la primera tópica de Freud en su versión borgeana. Hay en "Anotación al 23 de Agosto de 1944", la enunciación de un deseo y su realización. Borges no en vano elabora la autoría del contenido de una cita para expresar su posición ante el advenimiento y desarrollo del caos en función de un orden único o posible: “El que antes llevó el nombre de Roma y que ahora es la cultura de Occidente”. Retoma la tesis de Civilización y Barbarie, ubicando en esta última al nazi, al vikingo, al tártaro, al gaucho y al piel roja. Transita la metafísica freudiana haciendo de ella una teología. La "Anotación al 23 de Agosto de 1944" está escrita en primera persona, legalizando a Borges como personaje que desde el comienzo plantea lo inaudito, exponiéndose a un denodado fervor: “Esa jornada populosa me deparó heterogéneos asombros: el grado físico de mi felicidad cuando me dijeron la liberación de París; el descubrimiento de que una emoción colectiva puede no ser innoble, el enigmático y notorio entusiasmo de muchos partidarios de Hitler”. El enunciado implica en esta frase ideológicamente al sujeto de la enunciación. Carlyle o Nietzsche, sin duda hubieran sostenido ideas equivalentes: “La democracia, esa manía de juntar narices”, escribió el autor de Más allá del Bien y del Mal. No obstante Borges, admitiendo la contradicción implícita, se adhiere a ese postulado amparándose en la necesidad de establecer alianzas ante la presencia de un enemigo común. Lo utiliza a Freud para hablar de un destino histórico donde el protagonista del mal está inmerso en su propia fatalidad. El hecho fantástico de "Anotación al 23 de Agosto de 1944", lo constituye el texto que lo precede: "Dos libros". Allí, sugiriendo la alteración de una cita, Borges termina de la siguiente manera: “Bertrand Russell concluye: ‘En cierto modo, es lícito afirmar que el ambiente del siglo XVIII era racional y el de nuestro tiempo, antirracional’. Yo eliminaría el tímido adverbio que encabeza la frase”. J.C. Martini Real: Nació en 194O en Buenos Aires y murió en la misma ciudad el 2 de enero de 1996. Publicó a partir de 1960 los libros de cuentos: El festín, Bichología, La carta al general y La conquista del imperio ruso. Publicó dos obras de teatro, El Mesías y La rutina de los días, la nouvelle Macoco, y una Atología de la poesía argentina. En 1980 obtuvo el premio Boris Vian por la novela Copyright. En 1991 publicó Notas sobre el padre en Facundo, ensayo, y en 1992, en coautoría con Liliana Heer: Giacomo. El texto secreto de Joyce, ficción crítica. Liliana Heer nació en Esperanza, Argentina. Es escritora y psicoanalista. Ha participado de varios encuentros literarios nacionales e internacionales. Publicó Dejarse llevar, cuentos (1980), Bloyd, novela (Premio Boris Vian 1984), La tercera mitad, novela (1988), Giacomo- El texto secreto de Joyce, ficción crítica (en coautoría con J.C. Martini Real, 1992), Frescos de amor, novela (1995), Verano Rojo, nouvelle (1997), Ángeles de vidrio, novela (1998), Repetir la cacería, nouvelle (2003), Pretexto Mozart, novela (2004), Ex-crituras profanas, antología personal (2007), Neón, novela (2007). Texto publicado en El Grillo, Revista de Cultura Nº 2.
Octubre-Noviembre 1991.
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