Liliana Heer

Ficción crítica

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©2003
Liliana Heer

Un folklore sólo para dioses/
magro límite
Por Liliana Heer
Texto leido en 
las Jornadas de Toxicomanía
de la Facultad de Psicología, U.B.A., 2005



“Epílogo: del conocimiento como droga adictiva

y más bien inquietante.”
Luisa Valenzuela


“Lo divino no es menos paradójico que el vicio.”
George Bataille



I

Tántalo debió pagar tormentos eternos por haber robado y compartido los secretos del néctar y la ambrosía con sus amigos mortales. En el castigo que Zeus aplica a su hijo resuenan los ecos del síndrome de abstinencia. Voluntad de beber y comer multiplicada por la tentación de los alimentos próximos y sin embargo siempre en fuga1. Un castigo que habrá generado imágenes infernales y paradisíacas. Carencia, ayuno, ruptura de la eficacia biológica, invitación a la experiencia visionaria. Lo uno y lo otro, la presencia y su falta, el nudo de la conjunción en marcha renueva el siempre ansiado desplazamiento del carretel.  

Ante una lógica jaula que conoce el agujero y el parche, el desgarro se enquista. Será cuestión de alojar y expulsar, de ser alojado y ser expulsado por un cuerpo extraño.
Estos dos estados, de gloria y padecimiento, con punto de vista en la simultaneidad o en la sucesión, son el eje alrededor del cual giran gran parte de los testimonios literarios cuyo leit motiv es el viaje generado por drogas. Reflexiones acerca del arte, la libertad, el amor, el saber sobre el dolor y la muerte alternan con variaciones de tedio, pesadillas, desencanto, sin sentido, suicidio.

Voy a detenerme en algunos relatos haciendo hincapié tanto en la trama como en los recursos textuales. Más allá del tipo de profecías que desencadene la letra, creo importante diferenciar el plus que existe al transmitir la experiencia de consumo -con pasajes de hallazgo y planicie- en contraposición a la “afasia”del sujeto desvanecido en su propio goce, característica del fenómeno de adicción.



II

El personaje y su entrega bastarda
 
“Ella robaba dinero para él. Para esa boca que le mordía los dedos mientras le palmeaba las nalgas... Se inyectaban en baños de paredes musgosas, hundiéndose la aguja roma como la punta de un clavo mientras prostitutas católicas de pelo renegrido llamaban desde las puertas. Sí, el polvo de los ángeles, yo soy tuya. Tuya. Tuya.”2
¿A quién aludirá el “tuya” de la protagonista de Jayne Anne Phillips en la colección de relatos que integra Viaje Negro? ¿Al hombre que le mordía los dedos o al polvo de ángeles?

Se podría ubicar en la indeterminación uno de los vértices de falla en la significación fálica, no sin por ello dejar de poner acento en la sintaxis. Una palabra se repite tres veces (Lewis Carroll en La caza del Snark afirma: lo que se dice tres veces es verdad), el primer “tuya” forma parte de una oración, el segundo y el tercero imponen un ritmo distinto porque el pronombre posesivo “Tuya” es el universo de la frase.
La promesa de engordar la propiedad tiene dientes romos, se hunde en el polvo. Adiós al que me quiere o ¿qué me quiere? ¿Quién? Una comedia de amor funde a negro.



III

No me dejes caer en la tentación...3

Lúcida, brillante, seductora, presente más acá de la ausencia, una llamada se impone, reclama fidelidad, insiste sotto voce, no cae en semejanzas ni equivalencias, es incomparable, lo sabe, tiene el la en las cuerdas, el tono justo, la manzana en la mano. Así interpela el diálogo de la tentación -palabra erradicada del vocabulario de los expertos en abuso de drogas4 - en un poema de Osvaldo Lamborghini:

“Cuando más limpias te parezcan
las aguas del lago
y aún cuando creas
rebosar de plenitud
igual recuérdame
yo soy tu proveedora de droga.

Cuando vayas al encuentro
de la amada o del amado
sintiéndote seguro
del esplendor de sus pupilas
igual recuérdame
yo soy tu proveedora de droga”.5

 

Alegato y denuncia. La pantalla demanda de uno y otro lado actos de apropiación y pertenencia, el escenario de la droga lo merece. ¡Cuidado con igualar poderes! No vamos a confundir la economía libidinal con la policía económica. Se trata de diferentes instancias, Freud lo decía, la renuncia pulsional alimenta al superyo, su bulimia prolifera. Ni prohibir ni inculpar certifican una buena despedida. (Telón)

El Estado heroico aumenta sus arcas como árbitro de la salud. Los unos y los otros: no es igual contar con antecedentes que tener prontuario. Los Protectores empezaron abogando por una moda: la religión de la higiene. Virginal, impoluto, panóptico, el remedio que asegura la vía regia de la seguridad contiene en su cápsula una amenaza maldita. La cacería en marcha, hay desmesura en el discurso que ilusiona soluciones radicales y delete sobre los efectos de persecución. Asegurada la invisibilidad del dolor ajeno, mejor decretar, impedir, juzgar, condenar. El Primum non nocere no aporta ganancias. Importa lo que se ve.
¿Cómo ampliar el universo de esta mirada?



IV

Un carozo de la identidad partido

En el libro de relatos y viñetas del escritor ecuatoriano Galo Galarza, La dama es una trampa (homónimo de The Lady is a Tramp, canción grabada y cantada por Sinatra, Ella Fitzgerald y otros grandes), bajo el título El Rey, una voz en primera persona confiesa: “Bueno sí, que me drogo me drogo. He probado de todo: mariguana, hachis, heroína, coca, hongos, base, todo carajo, le juro por lo más sagrado. Pero no es como para que me internen en este cuarto mugroso donde nunca veo la luz... Lo que más me jode es que ahora no sé cómo me llamo. Creo que  mi mamá  me decía Pocho”.6

Sin nombre propio, la creencia vacila en instalarse y a la vez incita al juramento que precede la última frase: “Creo que mi mamá me decía Pocho”. Una curva conecta la memoria del nombrar el “Todo” de la droga enunciada, con la amnesia del sujeto de la enunciación. Ninguna pregunta se instala, el personaje evidencia un salto. En la oreja, el descrédito. Si La dama es una trampa, la madre no está exenta de sospecha. El puente echado sobre las ruinas del presente no impide que “lo más sagrado” (figura implícita en el juramento) se bambolee, y aún así, el supuesto Pocho parece exclamar: ¡No es para tanto!



V

Visiones

Hay en la retórica de las gemas, las piedras, los cristales, un simbolismo que remite a la versión de Ezequiel del Jardín del Edén y persiste con grados de exaltación no menor en el budismo y el Islam, sin olvidar el valor precioso que los celtas, los teutones, los germanos, los japoneses y otros pueblos sin nombre adjudican a la pedrería. Brillo, luz y color son atributos de “el viaje”, lo contrario forma parte del equipaje.

En el mismo relato de Jayne Anne Phillips al que me referí, la autora expone en el párrafo siguiente el altibajo, despliega metáforas negras que remiten al envés, si no al infierno, al ocaso del Edén: “Podía ver. El cementerio de Arlington bajo cápsulas grises, hileras de piedras opacas. Bordado”. ¿Sustantivo o adjetivo? Acaso el código, es decir, la clave de lectura de estas frases unívocas esté antes del punto. “Polvo de ángeles” -en el fragmento anteriormente citado- alude a la droga así como “piedras opacas” nombran el malencuentro con ella. En abismo las anteojeras del decoro, el escenario giratorio de la droga suprime el principio de realidad, la distinción entre público y privado se descamisa.

En una vía sustituta pero no adaptadora, en la vía de la imaginación creativa sin freno ni prejuicios, el espacio de las visiones se desata. Esto ocurre en la escritura de Marosa Di Giorgio. Imágenes combinadas, polimorfas, lujuriosas texturan lo animal y lo humano, transforman en prodigio las palabras, imantan devenires múltiples. Su apuesta vivificante agujerea el Haz lo correcto de la fenomenología cotidiana.
Marosa Di Giorgio, médium del mundo que la rodea, en El camino de las pedrerías focaliza por un instante al objeto y como es de rigor en su estilo, lo animiza: “El hongo llegaba, desfigurado, indeciso. Pero dispuesto al pecado y a todo... era un hombre que habían enterrado allí y salía en forma de esfera; en forma de varón otra vez; era una masa tierna, como un jazmín, un pan... Era un pan sexual con un pie...
Ella pensaba huyendo: Ya están poseídas todas las jóvenes de la Escuela... A mí ¿tocará esto?...”7

El fuera de serie instala en cada frase la epopeya de un discurso mutante, discontinuo, caleidoscópico. Un modelo de hongo inédito expresa el trastorno íntimo engendrado por el universal. No es El hongo mítico, no es El hombre de Todos los hombres son mortales, este varón ha muerto y no obstante vive y vacila en su saña de pecador enternecido. El universal aparece en otra rama, “todas las jóvenes” fueron poseídas menos una, Ella que huye, piensa y se interroga hasta sofocar la exclusión.



VI

Hilachas del ensueño

Elegí concluir este breve recorrido mencionando un best seller de los últimos años para detenerme en el problema de la transmisión. Wei Hui en Shangai baby8 sitúa la droga entre otros goces, fuera de la tradición milenaria de la China Imperial. Con un vertiginoso despliegue de actualidad, la autora retrata a un amplio sector juvenil consumidor de placeres. Numerosos epígrafes y citas encuadran el discurrir irrefrenable de cuerpos que confunden alienación con intensidad. Censurada por mala influencia en las nuevas generaciones, esta novela bascula sobre dos vértices: el entretenimiento insaciable y la ilusión en la fama literaria como una forma de corte o al menos de paso útil.

Hay en la descripción de los efectos de la droga una singular opacidad que invita a pensar en el símil entre el argumento planteado por Wei Hui y la elección de un estilo-fórmula. Una periodista narradora de cuentos, con un novio impotente heroinómano y un poderoso amante extranjero, quiere escribir un best seller. Lo casual-efervescente  del estilo bestselleriano podría ser leído como un cuestionamiento del concepto “intransmisible”. No se trataría de la falta de experiencia sino de la experiencia que privilegia una “antropología de la pobreza”.9 La separación de todo ceremonial separa lo litoral de la letra dando pie a la vía que transforma la palabra en mercancía.



VII

Shh...

No es de dioses ni de amos, hay discursos que parecen incluir el intervalo.

En la esponja textual se cuelan sorpresas, se inventan distorsiones y esa transformación contiene esquirlas de una verdad que excede. Justo allí, en la indeterminación regenera lo autogenerado. Algo de lo paradojal resiste, aplanarlo implicaría hacer lo que el ejército antidrogas hace con la sustracción de ciertas palabras: despojar de goce al actor, a quien escucha en este caso.

Contra la explicación otra vía, otra lectura de la planicie, miradores desde el adiós a la nostálgica mortaja del aura. Frente a la nada, responder, cifrar inclusive aquello que escapa a la responsabilidad, partir el vacío que cae demasiado pronto ante la idea de un futuro sin porvenir o peor aún de un presente negado a travestirse en nueva mirada de la experiencia de la pobreza.



Bibliografía:

1 Robert Graves, Los mitos griegos. Tomo 2, pag..29. Alianza Editorial,1995. “Ahora cuelga, consumido perennemente por la ser y el hambre. De la rama de un árbol frutal se inclina sobre un lago pantanoso. Sus olas le llegan a la cintura, y a veces a la barbilla, pero cuando se inclina para beber retroceden y no dejan más que el mero cieno a sus pies: o , si alguna vez logra recoger un puñado de agua, ésta se desliza entre sus dedos y lo único que consigue es humedecer sus labios agrietados...”
2 Jayne Anne Phillips, Viaje Negro. Pag. 70. Editorial Sudamericana, 1982.
3 ”Puedo hacerlo yo solo”, acotación de un humorista.
4 Nuestro derecho a las drogas, Thomas Szasz, pag..199. Anagrama, 1992.
5 Poema de Osvaldo Lamborghini (pertenece a caset-audio mp3), revista Apofántica 2, 2005.
6 Galo Galarza (escritor ecuatoriano), La Dama es una trampa, pag. 73. Eskeletra Editorial, 1996.
7 Marosa Di Giorgio, Camino de las pedrerías. Pag..33. Editorial Planeta, 1997.
8 Wei Hui, Shangai Baby, Editorial Planeta, 2003.
9 Referencia al ensayo de Oscar Lewis, investigación acerca de la vida cotidiana en Méjico de diferentes clases sociales.



Texto publicado en Obstáculos en el tratamiento de las toxicomanías, compiladora Déborah Fleischer, JVE Edicioes, noviemre 2005.