Liliana Heer

Narradores

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©2003
Liliana Heer

Lectura macedoniana
Por Liliana Heer
Sobre la novela Si hubiéramos vivido aquí
de Roberto Raschella -Editorial Losada
Texto leído en la entrega del premio Boris Vian 1999,
Librería Hernández



Las letras son como los hombres. Pero si no los tocas, el papel resiste a la muerte,  el hombre muere aunque no lo mires.
No olvides que a la tierra pertenece la sombra. Solamente lo oscuro debe ser escrito.
No pidas, no pidas ni la muerte...
Al vicio de tiranía corresponden el vicio de servidumbre.
Mi padre era una hermosa pasión. Oscuro, orgulloso, errante.
Más de un hijo es un crimen.
Embratado- tempras- coltello- remorso- cuginar- lusigante- murras
¿Qué quieres? ¿Quieres que el amor dispute a la piedad?
Son tierras de abandono...
Todos eran la fabulación, la historia, una y otra podían reconstruirse como el cuerpo del santo desde su dedo, guardado en una caja, progresando por los miembros y llegando a la cabeza.
Ninguno de nosotros había prosperado en alegría. Algún día nos llevarán. Debíamos avanzar, avanzar. A la humillación del movimiento.
El pasado es locura, y toda locura aumenta a cada respiro.
Seguiría la esperanza, el nuevo error, el verdadero escándalo, el escándalo más íntimo. Y entonces quedaríamos claramente desposeídos, como si hubiéramos decidido matar, con la pasión de la catástrofe, sin la tierra, sin la ciudad que una sola vez te ha tocado vivir.
¿Qué lugar me das en tu cielo?
Es bueno entonces que no recuerdes más, es bueno que nada te seduzca del pasado... la sangre escapa de tu cabeza...
Primero fue el preludio, ahora la cantata.
Cada familia en este país tiene el bruto nombre por el color de piel o el oficio: el vicio o la virtud.
No importa si el origen fue bueno o malo, si la familia es honesta... si alguien trabajó de día o trabajó de noche... te llamarán rojo o beduino, harapo y orbo, fistufaro o zapatero, avaro o macerado...
Vastasu murió fuera de mis ojos...
Rogar es maligno.
Con la fiebre de nominar pronunciaba los nombres y las hazañas.
Porque si lloras mucho a los muertos, odias a los vivos.
Mi viaje indicaba el criterio de excavar en la infidelidad humana, de separar algo que ya estaba desgarrado, entre tierra y tierra, y de los hombres que residían aquí y allá, guerras más o menos abiertas y sangrantes, pacificaciones colmadas de furor y de injusticia, ocios y trabajos delirantes habían desencadenado la insolente y prematura vejez o el cinismo del dejarse estar.
El sentimiento decidía el sentido de la razón.
Como sucedía antes de antes, antes...
Ah piedad indiscreta,  irreligiosa piedad.
Nadie tenía ojos para nadie. Cada uno pensaba en sus desgracias.
Otra noche ha pasado y la noche es un poco la miseria humana... Los miembros se paralizan...
La voluntad es un espejismo... es el crimen de las sombras. No reduzcas nada, no reduzcas, ni siquiera mis cenizas.
Desde que se ha nacido, se conspira.
El que odia debe ser inocente.
El odio nos ayuda a ser libres... y el que es odiado tiene de menos lo que el primero tiene de más. Tiene la fe diversa, cree que el bien y el mal nacieron juntos y juntos se llevan hasta la tumba. Habría que matar a todos los inocentes y así los culpables serían más culpables- y me recordaba a los boyardos conspiradores de Eisenstein.
Y los maldije de amor, odio y miseria.
La historia es un viejo salvaje.
Si hubiéramos vivido aquí, tú y yo, todos nosotros en todo este tiempo... Si no hubiéramos olvidado como olvidamos, nos extenderíamos por el mundo con un nuevo poder...