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Teoremas del asalto
La sobrevida, Premio Carpentier 2006, está compuesto por ocho relatos. Leer relatos suele ser una aventura, es posible seguir cualquier orden y a la vez el orden que cada uno sigue genera cierta inconsecuente apropiación. Atraída por el título de los relatos, me dije: Empiezo por “Mientras llega el chico punk”, contemplo su llegada e ingreso como un personaje más. Pero el devaneo, la sugestiva costumbre de vacilar o simplemente la ceremonia de lectura me condujo a ir detrás de un guiño. Pedro De Jesús ¿habrá elegido algún epígrafe? ¿Encontraré al menos una contraseña para establecer parentescos estéticos? Bien, bien, dos relatos están encabezados: “Fiesta en casa del Maître” -por una frase de Víctor Hugo, brevísima: “Hay un modo de evitar que se parece a la búsqueda”. Y el último relato, el más extenso de todos, “La última farsa”, del cual suspendo un instante al autor de la cita. En “Fiesta en casa del Maître” una voz interpela al protagonista -dueño de casa- escalando pacientemente los peldaños del celebrar. La fiesta de Babette en su versión porno. ”Una fiesta requiere de invitados…” “Una fiesta reclama que vayas vigilando la salsa del pollo…llevas a la boca unos granos…” Descripciones ocurrentes, detalles menores y mayores, preparativos, sugerencias, secretos, humor, mucho humor. La voz interpela al Maître acerca de la Veneno, especie de asistenta que se atraganta con el ayudante del Maître, Cangre. La boca incita lujuria. Los preparativos crecen de tono, de la mesa a la cama, las nalgas de la Veneno soportan embestidas. Parodia del repertorio de decires, bocadillos ante el don de Cangre. Posturas, succiones, cambios de mira. El espectáculo narcisista del órgano en vilo: galope y suspenso. Expuestos los recitados que nutren, apresuran y condensan el a b c de los interrogantes masculinos sobre la potencia sexual. Sustitución de instrumentos, emanaciones hasta llegar al enunciado tautológico: una fiesta es una fiesta y “Nada hay en el mundo más regocijante y misterioso que hacer la mantequilla uno mismo Maître... Bon apetite”. El relato “Ángeles y la muda” empieza con una frase de una sola palabra: “Escupe”. Escupe, síncopa y estribillo, verbo que vértebra la trama. Freud diría: sólo se escupe lo anteriormente tragado. Ella, Ángeles, “Pinta, escupe, toma té….Odia lo que hace.” Entre la inspiración empobrecida de Ángeles y el silencio deseante de la muda, surge la función del crear, por momentos, paralela al frenesí amoroso. Los núcleos teóricos más mentados sobre el espacio en blanco asoman hostigantes, se integran al cotidiano de los personajes. En acción los conceptos de influencia, repetición, plagio, estrategia de mercado, muerte y locura. El relato “La señal” me evocó un mandamiento bíblico:”No harás imagen tallada, ni ninguna figura de lo que está arriba en el cielo o de lo que está abajo en la tierra o de lo que está en las aguas por debajo de la tierra”. El canto de una madre senil: alacrán, alacrán, alacrán, despierta en su hija aficionada a los números, antigua maestra del kindergarten, la visión del juego. Apostar a la irrealidad. Huir de la maldición prohibido permitido aún sabiendo que ciertas señales son indelebles. El arte de narrar, expuesto irónicamente en “El cuento menos apropiado” despliega secretos de estilo, un vaivén espejado del arte amatorio, entre ir al grano y devanear. “Lo que le produce auténtico placer en un viaje no es su término sino el viaje mismo”, argumenta Rey en “Tormenta en el Paraíso”. Semiótica perceptiva. Ese es el espíritu que Pedro de Jesús logra en La sobrevida, que el lector experimente el plus de las líneas de carne en contrapunto al abanico verbal. |