©2003 |
el gigante trae la corbata en las manos*
Concluí la lectura de Operación Afrodita con una revalorización del género. Aún prevenida contra la gratuidad dedicada a este concepto, pensé: El relato podría aspirar a ser el género de la generosidad absoluta: pone en marcha, una y otra vez, con la violencia de todo lo que comienza para ser nuevamente distinto, el dispositivo personaje-suceso-acción; plantea, desarrolla y resuelve un plot en pocas páginas: corte, espaciamiento, identidad susceptible de morir y renacer tomando como referencia el uso heideggeriano del Entfernung (alejamiento y alejamiento del alejamiento); ata y desata al menos un nudo; dispone de innumerables técnicas y tonos para contar infinidad de temas, que si bien podrían reducirse a cuatro -de acuerdo al canon de los formalistas rusos- el estilo los vuelve incontables. Gustavo Dessal, en la nota preliminar, comenta los orígenes del libro, en su mayoría compuesto por historias escuchadas y algunas escenas parcialmente vividas; asoma la palabra homenaje y una suerte de definición: “la memoria es enemiga de la infamia”. En sus relatos encontré argumentos, ideas, expresiones, sugerencias, conceptos livianos, variadísimos, originales, acaso un vértice generado por la cópula, no la relación ni la proporción que no hay sino la conjunción entre dos fronteras: literatura y psicoanálisis. También descubrí un manejo cinematográfico de las secuencias y un uso brillante del montaje. En Last Day, Jonny “Quickhoot”, un niño especialista en robar monedas de los parquímetros, y otros objetos, dispone del don de correr para no dejarse atrapar, se resiste a ser capturado; la fuga es tan veloz que parece la silueta del sonido del viento. Hay pigmentos líricos en la descripción de ese “pequeño Hermes sobrevolando un suburbio sin futuro y sin alma.” Un hombre mayor y un niño (con la lejanía que se aleja y el velado misterio de la proximidad), componen la trama, acaso un desplazamiento de aquel poema de Goethe donde un pequeño está al borde de la muerte y le pregunta a su padre ¿Quién cabalga tan tarde en la noche y el viento? Lo primero fue el hurto, pensé evocando a Hélène Cixous en Obstetricias crueles: Textualmente, si lo primero es el hurto -tema que se repite en tono de leyenda con la epopeya de los delfines en El grito del Tunshi-, lo segundo es la velocidad. Hurto y don, palabras que ponen fuera de campo la calculada miseria del intercambio. Operación enigmática del don abisal (el don-se endeuda, el don sin deuda), siguiendo a Jaques Derrida. El narrador instala mediante variados recursos un ritmo vertiginoso y en medio del vértigo, islotes de placidez se instalan (incluyo en esta observación a los demás relatos). Las frases inesperadamente se alargan, son envolventes al igual que los diálogos que al estar insertos en la trama propician un continuo semejante al que se experimenta cuando se escucha, sin ser para nada una escritura oral sino una reconstrucción precisa, sutil y fluida de la experiencia interior-exterior. Estamos frente a lo que Benjamin llamaba el arte de narrar: No sé si Dessal leyó El pañuelo, de lo que puedo dar fe es de su pasión por reinstalar el sabor de lo épico. El pañuelo es una historia que tiene puntos de equivalencia con el cuento Operación Afrodita, no por lo que sucede sino por la habilidad de hacer desfilar lo sucedido. Benjamin recurre al capitán O, “quizá el único narrador que conocí en mi vida”-afirma-, así como Dessal asegura que la base de Operación Afrodita proviene de un viejo marinero que conoció durante unos minutos en el metro de Madrid (¿una ironía?). Como para creer y descreer, como para pensar que el instante es el momento de la emoción verdadera o simplemente observar que ambos relatos toman por decorado a barcos, capitanes y mujeres. Pretextos, desvíos, artificios, maneras de hacer circular la fantasía al extremo de reducir el universo a la instancia del grito, el suspiro, el gesto. En la contratapa del libro se alude a un hilo conductor que atraviesa a los protagonistas de esta colección de cuentos: “la soledad y el desarraigo de la criatura humana”. Les advierto que se trata de una soledad muy singular, plena de autonomía, los personajes saben estar solos en el sentido del vocablo inglés lonely, muy diferente al vocablo alone. Singular soledad, decía pensando justamente en Todos menos una, relato en el que alguien -el envés de Bartleby- prefiere hacer, prefiere actuar y actúa. Se trata de la historia de una mujer que durante 9 años envía cartas a un programa televisivo conducido por una rubia con auras de humo azul; escribe para recibir un premio de cien mil dólares, pero escribe también para contarle su vida a alguien, para que alguien llegue a enterarse de su pequeña rutina. Pasa las tardes esperando el programa y, cuando el programa termina, con la naturalidad que se suceden las estaciones, vuelve a escribir una nueva esperanzada carta hasta que un día es visitada por el empleado de la oficina de correos. Al hombre le intrigaba el volumen de los sobres y suponiendo que el contenido era importante, le confiesa que agregó durante todos esos años las estampillas que faltaban para que las cartas llegasen a destino. El destino -areteia- y su lógica es uno de los ejes de este libro. En varios relatos está representado como partenaire de Dios, amo o ideal de superioridad inigualable hacia quien se tiene una obligada relación de dependencia.“ ...pero esta hora es sagrada, es el reloj del destino el que lleva la cuenta y Dios le da cuerda cada tarde.” Pag. 30 “...Un solo hombre no podría contra todos los que están allá abajo, miles, decenas de miles, es la voluntad de Dios o del Destino, algo supremo que traza la línea en el tiempo sin tiempo del instante.” Pag. 87 Las historias están narradas algunas veces en tercera persona, otras con punto de vista en primera; en su mayoría son voces masculinas o pasajes combinados en los que se alterna el monólogo de acuerdo al protagonista; todas menos una de las historias que corresponde al relato Presentimiento -texto de una tensión inigualable y un saber bajo la lupa del pensar y el sentir femenino. “Todavía nos queda atravesar la última prueba” le dice la joven madre a su esposo años después de haber sufrido la desaparición de su hijita en un inmenso hotel internacional. Son pares en la magnitud del dolor, sin embargo, son absolutamente impares en la tramitación de ese dolor. Ella no es escuchada por él en su propuesta. Emprende la prueba sola (no habría podido ser de otra manera), describe su curiosidad morbosa de querer saber dónde está el final. Recuerda, reconstruye, revive lo sucedido con múltiples pliegues entre los que también se aloja el resentimiento de no haber sido escuchada, porque de haber sido escuchada... Siempre me sedujo una figura del psicoanálisis, advertencia, punto de basta y brújula del quehacer creativo: Operación Afrodita ofrece una conjunción de registros, napas de imágenes, palabras, partículas de real se superponen al servicio de la acción que atrapa el instante puro de los personajes.
* Referencia a “La casa de los duques” de José Martí. Lezama Lima sitúa en la frase el gigante trae la corbata en las manos la introducción de cierta ironía en contrapunto al tono críptico, gongorino, de la prosa. (En mi caso, escoger este título fue una manera de prefigurar a Gustavo Dessal, conocido hasta hace unos minutos sólo por su narrativa -una partícula disonante en el universo del sentido.
Texto publicado en revista Enlaces, Año 7, Nª 10, Departamento de estudios psicoanalíticos sobre la Familia. |