Liliana Heer

Narradores

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©2003
Liliana Heer

El campo visual y la exaltación
Por Liliana Heer
Sobre El viaje de Cristina Siscar
Alción Editora
Presentado en la Biblioteca Nacional, setiembre de 2003



Por el orificio de una cerradura, el amante mira el cuerpo de su prometida, contempla el instante en que ella sale del agua. El ojo hurta una estampa íntima, cotidiana: la nodriza, con el calor de una vela, entibia la piel de la amada (narra Cervantes). Una escena en la que su protagonista es la mirada. Escena de viaje, de trance, paradigma de lo intransferible y modelo que revela un estilo de alianza con la literatura.
Ver, mirar, espiar, hurtar, leer, fragmentar, recordar, escribir. El infinitivo en acción.
Desde el fondo del fondo de la primera infancia, hay un empuje, un impulso irrefrenable y una manera de convivir con la tentación de contemplar y apresar que lleva al sujeto a ser cómplice de ese impulso y de los efectos de su tentación realizada. Cristina Siscar, advertida de la complejidad y los múltiples sentidos que implica desplazarse hacia lo desconocido, construye el viaje de los viajes: el viaje en la literatura.
La organización de este libro, cuyas fronteras lindan entre enunciado-enunciación, autor-narrador, ficción-realidad, efectos naturales-extrañamiento, se inscribe al menos en dos momentos. En la nota preliminar o especie de prólogo, a mano alzada pero con precisión de escalpelo, la autora escribe sobre aquello que constituye la materia del texto, es decir, la funcionalidad del artefacto y su aditamenta.
El segundo momento es una referencia a Joseph Brodsky, y su última publicación Marca de agua. De su lectura, Siscar remarca ¨...la función que tienen hoy los relatos de viajes, contaminados de ficción y de poesía, por cuanto importa menos la objetividad de lo descrito que la visión del sujeto que describe. En la lógica interna de esa visión, se funda el verosímil. La mirada y la habilidad para narrarla garantizan la frescura de todo lo que se escriba sobre lugares o temas tópicos. Me atrevería a decir que es la mirada la gran protagonista de la literatura de nuestro tiempo. Se traduce en el punto de vista y en la relación de los núcleos de interés, se reconoce en las reflexiones y asociaciones que éstos sugieren y en el empleo de ciertos procedimientos de montaje o concatenación... A diferencia del romántico que transfería a la naturaleza sus estados de ánimo, nosotros tendemos a mimetizarnos con el objeto contemplado¨.
En Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Lacan distingue la función del ojo (su apetito) del placer de la mirada. Al abordar el problema del mimetismo y su potencia, habla de la división, la esquizia en la que se manifiesta la pulsión a nivel del campo escópico. Extraña contingencia, la mirada, símbolo de encuentro y tope de nuestra experiencia y de la falta estructural que nos constituye, es el objeto a través del cual se reconoce la dependencia del sujeto en el registro del deseo.
Podríamos conjeturar que los textos, los cuadros, el paisaje, las imágenes adquieren el papel de velos, veladuras que desmienten la angustia ante lo inefable. Siscar desarrolla el concepto de Bachelard  ¨centros de ensueño¨ y se refiere a esas imágenes que condensan algunos personajes literarios dotados de un fondo onírico, revelador de una verdad que alude al encuentro con lo desconocido de sí mismo.
Forzados los límites de la fenomenología, lo que se trata de cercar por las vías de El viaje es la preexistencia de una mirada –no veo más que desde un punto, pero en mi existencia soy mirado desde todas partes.

Al leer este libro experimenté una singular emoción, vi cómo de la galera de un mago salían y seguían saliendo palomas, cómo se abría ante mí una inmensa valija llena de tesoros. Creo saber la razón: Siscar conjuga no solamente sus reflexiones y la de numerosos escritores, también los tonos de una oralidad multiforme, descubre una manera de narrar que contagia las ganas de seguir leyendo. Libro de instantes, con una intensidad movediza que apunta a una doble vida: literaria y experimental.
Las cuatro conferencias, a las que no asistimos, han sido recreadas para nosotros. Viajeros y escritores, El relato del viaje, Un viaje dentro de otro y El regreso. Cuatro movimientos, como los de la Misa en si de Bach, que se inmiscuyen y  despliegan. Volvemos a ciertos escenarios, a ciertos tópicos, a ciertos escritores. Al tratarse de un libro que se detiene en otros libros, El viaje además de ser un libro sobre travesías literarias, es un libro sobre el tiempo.
Italo Calvino, escritor varias veces citado por Cristina, afirma que el relato es una operación sobre la duración, un encantamiento que obra sobre el transcurrir del tiempo, construyéndolo o dilatándolo. En esa línea, Auerbach plantea una pregunta que delata la complejidad del tempo narrativo. La pregunta se refiere a Qué es primero, la cicatriz o la herida en el análisis del canto XIX de La Odisea (retorno de Ulises a Itaca). El texto alterna entre la cicatriz (descubierta por la nodriza, signo de la identidad del amo) y la herida, desplazando la tensión del presente al recuerdo y volviendo presente la mordedura sangrienta. En el fluir de las descripciones se actualizan las capas de tiempo.
¨El viaje al pasado es el presente de un relato que se desliza al futuro¨, escribe Siscar evocando un poema de Octavio Paz.


Presagio y cumplimiento.
El anticipo difiere del tipo como el cuerpo de la sombra. Hallar el significado más próximo a la verdad implica hallar el significado corporal.
¨Yo os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne¨, son palabras de San Agustín y ése es el espíritu de El viaje.
Desde las primeras páginas, la autora construye un itinerario poético: Marco Polo, Darwin, Basho, el poeta errante de Marguerite Yourcenar, Lanzarote, los peregrinos medievales, los juglares, los comediantes, la cultura nómade. Petrarca, Dante, el peregrinaje a Compostela, los viajes en diferentes transportes, los miedos, no al avión sino al hombre por lo que significa el volver.
Lo que más retengo de la lectura de El viaje es el despliegue de una lógica, una forma de sistematizar, de crear series con la diversidad, el espesor, el ritmo y la función de hacer proliferar el sentido. Sugerencias y sensaciones, razones y formas, efectos y revelaciones a través de las cuales se plantea el lazo entre viajar y escribir, entre el afuera y el adentro, entre el desplazar y el retener, entre lo objetivo y lo subjetivo.
El viaje es una colección de estampas, anécdotas, imágenes y citas que apuntan al carozo de la imaginación, a la audacia y al desapego de salir de una escena para entrar en otra.

Texto publicado en Suplemento de Cultura,  Diario La Capital, Mar del Palta, 20 de febrero de 2005.