Liliana Heer

Narradores

<

©2003
Liliana Heer

 

 

 

Sucesión simultánea
Por Liliana Heer
Texto leído durante la presentación de Elecciones primarias
de Silvia Hopenhayn (Editorial Alfaguara, 2011)
Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes
17 de Agosto 2011

 

Entre las niñas que van y vienen vestidas con la disciplina del aprender y la ignorada desnudez del crecimiento, Silvia Hopenhayn condensa un universo inquietante: la infancia salpicada por la creciente oscuridad de la última dictadura. Elecciones primarias, ficción testimonial, novela capaz de hacer experimentar al lector una variación continua: tonos altos, umbríos, diáfanos, lúdicos, siempre subjetivos en contrapunto al tajo amenazante de la realidad.
Las resonancias no solamente son ecos, transmiten fronteras y pasadizos, alojan el rumor cromático de una época; desde y hacia lo interior y lo exterior, las secuencias atrapan el arco iris de una temporalidad imprevisible, en exceso, en desamparo, en pleno devenir.

El sabor de la sintaxis
Darle un nombre a las cosas sin dejarlas intactas, esa es la clave; producir una operación en la lengua bajo ángulos de turbación estética, intervenir los signos, exteriorizar privación: no hay comas en este libro, el aliento palpita, forja y lega nuevos modos sin medias tintas, a borbotones. Silvia Hopenhayn genera formas de acceder al cuerpo del lenguaje, hace visible la inmediatez erótica de los años tiernos a través de intervalos variables, imperceptibles resortes reflexivos que potencian el fraseo encadenado. Una correlación vertical y horizontal crea en el texto estilo, blanco espacio frágil por abarcar la diferencia. Entre tantas niñas un varón, Alejandro, extranjero, finlandés; fuego y nieve en la primera página, un experimento, escaramuzas del destino. “Su presencia fantasmal indicaba mi desarraigo no sé muy bien dónde”, dice la protagonista sin nombre en el recuerdo de sus apenas siete años.
Las palabras -silabeos, susurros, mixturas, soplos, animaciones- cobran existencia en la imaginación de la pequeña, abren una trama de interrogantes, se convierten en territorio de estímulos y fuente de situaciones enigmáticas. “Hijo de puta dije…Había dicho una palabra haciendo existir mi miedo.” La realidad del miedo no disminuye al encarnarse en esta novela, por momentos se incrementa, trae a nuestra memoria esquirlas de terror.
Los efectos ante la muerte de Perón ingresan en el paisaje infantil junto a ciertas conjeturas, ciframientos seguidos de un blanco y la aseveración: “Así como falta Dios”. La falta, figura de origen exclusivo en el que la belleza como la muerte exhiben puntos de resistencia, no se pliega a la barrera de los símbolos. La voz narradora encuentra modos de escabullirse a través de la inmortalidad de los significantes. “Ellas me abrazaron como si Perón hubiera sido mi padre.”
Inmortalidad y renacimiento, de ahí la idea de concebir otro mundo sin nazis ni piojos. De ahí a llorar por eso de morir. “Fue cuando me encontraron todos esos piojos que me propuse ser varón… Siendo varón engañaba a dios… Ser varón no me hizo más fuerte pero me achicó lo suficiente.”

Ese canon
Los piojos, las ratas, los sones –entrelineas de insectos y Josefinas- unidos al artificio de lo que no hay, imprimen al plot un sugestivo humor kafkiano. Elecciones primarias posee, además de matices poéticos y políticos, numerosas alusiones musicales. Es constante la apelación al reino de lo órfico, es decir, de la orfandad. Una y otra vez la relación entre palabra y referente convierten al sonido en miembro fantasma que penetra en una realidad alterna. Expansiones, herramientas, instrumentos con fuerza de presentificar salidas: “Un día nos enteramos que (la maestra de música) fue a buscar unos niños de una murga villera”. Victor Slkoski se preguntaba sobre la influencia, si era echar en un recipiente un líquido o era la rotación de la dínamo en un campo eléctrico para producir otra corriente. Esta es la corriente paulatina y no por ello menos abrupta elegida por Silvia Hopenhayn. El fusilado que vive en Operación masacre podría ser el tartamudo -voz metralla, extranjero de su propia lengua- aplaudiendo a los niños por “alguna melodía escuchada de niño antes de que fuera linchado por paramilitares en un basural de José León Suárez”.

Una flor en Helsinski
La niña de Elecciones es un personaje en movimiento, su unidad protagónica adquiere fuerza y verosimilitud gracias a la doble acción de acontecimientos diminutos expresados con extraordinaria intensidad. Si bien el movimiento siempre remite a un cambio, a una variación estacional, es suficiente un signo para reencontrarla en cada página. “Era sangre distinta más roja sangre de frutilla fresca más dulce… En mi herbario tenía unos pétalos de ceibo bajo el celofán que extrañamente conservaron su color…” Así como en ciertos pintores la doble luz multiplica el motivo figurado, la doble acción del sentir pensado introduce originales arpegios en la inolvidable escena de un cuerpo al florecer. Graduaciones físicas, lo vital atraviesa cerrojos, escande una inscripción que hace posible proyectar el tiempo del como si al sí de lo que existirá.