Liliana Heer

Narradores

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©2003
Liliana Heer

 

 

 

Lupa sobre cinco viñetas
Por Liliana Heer

Jornadas Luisa Valenzuela: El vértigo de la escritura.
Auditorio Jorge Luis Borges, Biblioteca Nacional.

 

La transgresión difiere del ´retorno a la
naturaleza´ pues levanta la prohibición
sin suprimirla.

George Bataille

 

En el humor, la palabra, además de tomar cuerpo a nivel simbólico, evoca, tintinea, se adhiere a un goce erógeno, burla dispositivos de control obteniendo el máximo de su vigor danzarín. Al igual que el erotismo es afirmación de vida, despilfarro, lujo, fiesta. Afrontar la muerte a través del desequilibrio de las convenciones, implica un estado abierto a lo continuo, alberga  políticas de la experiencia in progress.

Del candor a la crueldad, el humor y el erotismo se expanden en la narrativa de Luisa Valenzuela, atravesando múltiples registros -menores y mayores-, posibilitando la emergencia de aleatorios desenlaces. Se trata de una proliferación en ascenso, ambos conceptos, eros y humor son articulados en escenas donde el desconcierto prima. Innovar, subvertir, desviar el punto de mira mediante ingeniosas técnicas, son algunos de los instrumentos ejecutados por la autora.

Especialista en suspenso, resulta imposible intuir hacia dónde irán sus personajes. Son los significantes quienes van a ser jugados -uno a uno y en conjunto- como si se tratara de una partida de dados en la cual el azar por instantes incide, y por instantes cede espacio a la trama. Cada palabra es siempre más cuando sale de quicio, navega por el intervalo entre semblantes, huye de estereotipos anulando las expectativas primarias del lector, proponiendo el desafío de una entrega aventurada.

Valenzuela es capaz de habitar numerosos mundos cuestionando la hiancia autor / narrador. En El gato eficaz, leemos: “Yo soy tan distinta cambiando a cada paso y teniendo que cargar con un único nombre como si mi cuerpo y mi cara y toda mi persona no sufriera constantes mutaciones. Estoy en todas partes de mi misma y me transformo”.                                                                                 Somos espectadores de diversas metamorfosis. Veamos una en Novela negra con argentinos.
La secuencia corresponde a Roberta y Agustín: “Le miró la cara que ya se estaba sonrosando en las zonas menos expuestas y le dieron ganas de tirarle el vaso que tenía en las manos con un rápido gesto de muñeca. Agustín la pescó al vuelo. El vino no es un buen bronceador, le dijo mientras se ponía de pie, y los dos a un tiempo lograron una risa inesperada que los juntó en el mismo momento en que querían enfrentarse…Por un largo rato quedaron mirándose a los ojos, allá arriba, y el entendimiento no fue creciendo, fue creciendo el deseo, ese pajarito burlón.” 
El narrador bucea las expresiones y ademanes de Roberta. Ojos alertas a una rosada erección. Semioculta ella: la erección. Abajo. Arriba. Fugaz molestia de Roberta (por otras razones: siempre las hay). Es advertida su indignación, e interceptada mediante un comentario de Agustín que desplaza la tirantez tiñendo la tensión con tonos lúdicos. Hilaridad, pausa, acercamiento, libertad propia del humorismo. Como en un tableau vivant, aparecen los amantes burlados en la jaula abierta del deseo. Lacan en “Radiofonía y Televisión” establece diferencias entre el buen y el mal humor, asocia al primero con el saber alegre y al segundo con la cobardía moral.

Satisfacción erógena.
“Correrá un río de sangre, sí, pero esta vez será del verbo reír”. Según Oscar Masotta, el deseo pertenece al subjuntivo, el goce al indicativo, supone al cuerpo en el usufructo  de un objeto. Las zonas bajas entran al ruedo con las tres pelotas de El brujo en Cola de lagartija. Coctel, convite, magma: mitad sarcasmo mitad grotesco, tatuajes en lo más oscuro del humor  protagonizan esta novela.
Cómo no recordar que sarcasmo viene de “sarx”: significa carne. Masticar, morder, escupir, salpicar. Parodia en puerta. Transposición de tonos solemnes burlan el punta de pie. La incongruencia de valores hace sonreír.
Cómo olvidar que grotesco viene de grotta: gruta, espacio extraño y familiar ajeno a la pedagogía satírica. Inicialmente, el vocablo  estuvo asociado a pinturas ornamentales encontradas en la parte superior de la Domus Aurea. Formas diversas, confusión de reinos, lo animal y lo humano alterando  principios estéticos: monstruos. Tragedia y comedia en simultáneo impiden la identificación compasiva tanto como la risa plena. Al incorporar fealdad, coexisten lo ridículo junto a lo estremecedor. López Rega es descripto en medio de la trilogía de su primer amor: seis dedos, el Gran Amor: la hermana Estrella alojada en su tercer huevo, y el sentir veneración hacia La Muerta.
Evoco aquel párrafo de Joyce en Ulises: “El que se engendró a sí mismo, mediador el Espíritu Santo y Él Mismo se envió a Él Mismo, Agenciador entre Él mismo y otro”, para citar un elocuente párrafo de la naturaleza mesiánica de El Brujo: “Tuvo un único hijo y fue él mismo: la única mujer que mereció sus genes fue precisamente aquella que lo infantó, para infantarlo. Con el mismo acto de nacer del propio espermatozoide logró la prueba de la primordialidad del huevo, la gallina nunca ha sido más que intermediaria y una vez cumplida su misión conviene destruirla”.
Las deformidades prosiguen a ritmo metonímico instalando mamparas que invitan a un ominoso circo de la crueldad. Eje sintagmático contiguo, deslizamiento incesante de sentidos con refulgentes mechones realistas, más estallidos lenguaraces de imaginería superlativa en busca del zigzagueante deseo siempre en fuga.
El goce del Otro en bandeja escarlata.
Intuición creciente, sorpresa, acontecimientos del cuerpo en la enunciación: “Ella tiene la cabeza apoyada sobre el pecho de él y mira en derredor con ojos velados por la saciedad. Pero siempre habrá lugar para una sensación más, un maravillamiento, porque una mano color chocolate amargo, lánguida, le empieza a trepar por la pantorrilla, los muslos, y se va acercando al centro del placer y ella mueve oh tan ligeramente el cuerpo para sin despertar al durmiente, abrirle camino a la mano negra que repta prometedora. Esa mano tiene vida propia y busca sabiendo exactamente dónde encontrar lo que busca, brindándose.” La travesía. Fragmento de un Menage a trois en sordina, en el cual Luisa Valenzuela recrea citas a medio andar y zonas dispuestas a ser conmocionadas desde lo más profundo: la piel. Discurso de cuerpos anónimos, sabios  encuentros vibrantes en los que sabor, color, temperatura y gracia, hurtan pródigos sentires ajenos, experimentando voluptuosidad ante el porque sí de Eros.

Noviembre, 2015