©2003 |
Risotadas, enmascaramientos, teatro del decir en clave intransitiva. Ingenio. La enunciación dispara púas, manguerea. El plot salpica sobre relieve poniendo en jaque al lector. Leve pausa. Todavía no entrar ni salir, sorber el comienzo, la visible sonoridad, el charme de permanecer en estado de ficción sincrónica, ahí donde los márgenes disipan y es fuego o cielo, sonidos burbujeando en precipitación libre frontera. Apertura literal “Violer d’amores encima del breve mar ha pasado y vuelve aun a llegar por norte a este lado del finísimo para combatir salvaje su guerra penal: ni ha topado espadas o piedras cerca del arroyo, exagerando el mismísimo, mientras dobla su muñeco el tiempo: un quejido viene de abajo, mish mish, para tauf tauf, pavorreal: no todavía, a pesar de esa vanidad tuvo –forzando un blando y viejo hisopo: no todavía, a través de estimable encanto, hermanas y socias, no todavía.” Avanzar lustre sumergible, ir contando cardinales, distancia rala con júbilo capitel. Desde tablas numéricas circulan figuras, los cortes inician plurales locuaces, hallazgos de relámpago recurrente. Demarcación, linde, práctica de lengua en extracción móvil; así es como Américo Cristófalo compone coreografías simultáneas despertando presencias ávidas por solfear el suspenso devenir. En los acordes del mundo y sus inconveniencias, la novela cuenta sin retirada. Ahora, un llamado a seguir: ironizar revelaciones. El mito Unificación proliferante ¿por qué elegir entre texto y tema? Prosa Violer habilita atizar la historia en montaje abierto, paradoja de seguir llegando sin tragar tragedias mayores, delineando personajes filosos a través de un narrador en exilio intermedio entre quien y quien emerge de la fogata. Fuera del lugar donde nunca estuvimos, quizá todavía tampoco estamos. Sólo en el despliegue de operaciones espaciales la punción obra esquives. Adiós giro informativo, estética a secas, superposiciones, intervalos, el silencio de “Negar lo decible que miente”, susurraba Mallarmé. “–Y no es que haya debidamente algo entre comienzo y fin son puntos inertes lo mismo entre aquella y salir o todavía más atrás salir y más atrás otro sondeo –o conjeturas de una frase de renuncia”. Leer Violer hace experiencia, la usina de estilos cortocircuita los automáticos del pensamiento en una economía del derroche. Se asemeja a estar leyendo Joyce: dicción acentuada, más ritmo, más recreación de costado reminiscente, más remache temático, o sea: virtualidad animada. “En rigor entra Wake por arriba líneas y ángulos: picos más atrás el Pacífico.” Lo alto y lo bajo, el altibajo en caída anterior al blablá entre paréntesis confesional. Léase: no hay deseo sin caída y otros tantos desperdicios. Por distancia geopolítica es posible concebir al primer y al segundo protagonista: un neutrón, un protón. Ellos, alternativos, no siempre. Wake dispuesto, Violer a descansar. La oreja de Wake habla en Violer. Mientras el narrador tutea a Violer, Wake, quien ya ha sido presentado se presenta una y otra vez: “Soy Wake... soy Wake despierto de día un verano”. Diseminado en miríadas de letras el narrador autor sonante. Nada del tono “Soy yo, soy Borges”, somos el engranaje de la Máquina. ¿Recuerdan a Heiner Müller? “Yo fui Hamlet. Me paré junto a la costa y hablé con el surf BLABLA a mis espaldas las ruinas de Europa. Las campanas sonaron en estado de funeral, asesino y viuda un par, councilors de la ciudad con paso de ganso detrás del ataúd del Alto Cadáver”. Reproducciones Más adelante, nuevamente centrados en el protagonista, el tú acompaña sucesiones: “el fin de siglo pinta cadáveres maquillados, y tú incorregible Violer no supiste oh…” Hasta llegar a la escena donde pregunta y cita se conjugan: “¿y Violer, es o no es un gran momento –un momento acuñado en imágenes de cumbre? –no jodas: la leyenda en la puerta: “el morguero la chupa como nadie”. Rubor tenaz, vecindades del había una vez, un instante, un trozo de cuerpo donde el sentido cambia de dirección velozmente y en su velocidad adelanta letra, perturba, invalida cualquier guiño filosófico. Traspasa el torbellino de la huella amor nace, crece, decrece, muere, incita resucitar en desencadenamiento sostenido reclutando estigmas que hieren la consabida consistencia del prolijo lineal. Pliegues rápidos Reducción abigarrada y múltiple: un esqueleto de festividades, menú Navidad, menú pascual. Para examinar las profecías sensu propheticas literalis hay que entenderlas rompiendo la doctrina del uno. En boca tu invoca. Nada sucede por primera vez, a menos que nazcamos de nuevo, no nacemos en absoluto. Agadá y sus nueve huesos a roer, de los nombres a las ovejas y los pastores, para inmediatamente, como quien dice: seguir por el arroyo aunque insten a narrar. “¿No hay asunto ¬–pues? –tu dilema menguante, cuál o cuáles, dónde arriba, abajo, en eje temporal, dónde…” Partitura comprimida. Los cuadros cuentan Violer reseña ñññ, sus sueños enhebran arpones. Dama rubia, basílica Maggiore a beber tu sangre acariciando aromas, pudres rosas, algo, tras te veré en el segundo cuando vuelva la dama entonces mayor, basilisco adherido tras océano y humos, del santo espíritu con griterío de gaviotas simil Néstor Sánchez en buses tomasoles mientras múltiples ríos balan versos. Se repite la cadencia, hay imágenes que certifican audiciones a escopetazos. “Pío pío Violer …Violer, señor Violer se trata de un examen encaminado a desconocer la trama y sus reglas como lengua…” Derrota de la llamada en cuanto lengua revela. Ir al lugar donde el nombre aún no ha prendido, fruto frotado de arranques pulsionales. Donde las mujeres: ese fluir del mar, lago, baño, puente, canales. Entonces, una vez más, con diferente encuadre, la memoria ausculta detalles de emoción pretérita y, sin recalar en metales afiebrados, alcanza alarma recordatoria. Suficiente un matiz, perdido. La epopeya parece concluir, pero no. El fierrismo sin fierros del volver, su inesperado interminable aliento, hay rumor rioplatense de memoria en cada esquina ya nunca igual. Noviembre 2016, Liliana Heer
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