Liliana Heer

Narradores

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Liliana Heer






Sobre Lógica en riesgo de Noé Jitrik – Vs EDITORES


Presentación en Zoom en 2021


La oralidad no es mi mejor peluca


Liliana Heer


Pienso en la precipitación de un modelo en otro en siglos de plenitud previo a un turbulento vacío, en los encuentros con sordina, los estallidos, y el semi entusiasta porvenir. Veo los restos, también un coctel tan discordante como transformador. Intervalos sin forma ni función, aunque perfectamente reales, últimas partículas de un infinito actual. Kierkegaard enunciaba: En el plan de la fe, el caballero percibirá lo imperceptible. Pero hay muchos tipos de damas y caballeros, y el significante “fe”, si bien no comparte el sentido opiáceo de la religión, simpatiza con una variedad de estupefacientes.

Macedonio intuyó la trampa contenida en el triángulo creer pensar y creer decir, empujados por el creer entender. Tres partidas expertas en fingir ilusión. Tres milenios de silogismos detrás del cómo se produce la sustitución de un pensamiento ausente por una figuración oculta que luego se compara.

Lógica en riesgo, invita a compartir aventuras extra formales sobre puntos estancos. Todos conocen la virtuosa artesanía intelectual de Noé Jitrik. Omito, entonces, el gusto por enunciar mi experiencia al leer estos ensayos heterodoxos. Así eligió nombrarlos. Heterodoxos: un adjetivo que marca la disposición al desacuerdo, a cuestionar cerrojos, a tensar ciertos tópicos -acuñados por saberes universalmente reconocidos-, y conducirlos por recovecos inéditos.

Siguiendo a la letra el desarrollo de Lógica en riesgo, me pliego a la propuesta de desplazar convenciones. Pondré entre bambalinas las implosiones emotivas características de un primer roce. El toco y me voy, característico -según Noé- de la actitud ante la poesía. Ese tipo de lectores rápidamente embriagados, no proclives a volver sobre los versos: materia viva, capaz de alojar al sujeto y al universo, temporal y atemporalmente. Sin embargo, aun contradiciéndome, podría afirmar: En las presentaciones, los halagos suelen tener un vértice de luz, encienden el escenario, multiplican decires y aplausos incluso antes de comenzada la obra. A veces, elogiar es un disparador contagiante para quienes escuchan.

En fin, mi intención apunta a producir entusiasmo entrando en materia. Estamos ante una obra que concentra un estilo singular de abordaje a la lectura, la escritura, la creación artística. Un abordaje en abanico, lúcido en profundizar enunciados filosóficos, históricos, literarios. Noé transmite el devenir de tendencias y teorías, amasadas por su experiencia dócil a una memoria urgida por el deseo en cresta de ola. Noé desnuda su experiencia textual, intensificada por la constante búsqueda de proseguir, atravesar obstáculos, propiciar el movimiento, dialogar con célebres pensadores.

Como portavoz de este libro, coincido con Ignacio Uranga -autor del prólogo “Los ojos, las manos”. Él afirma que estos ensayos dejan irreparablemente en crisis cuanto cuerpo significante tocan, incluso el cuerpo del lector. Es absolutamente cierto. Por momentos, el acceder a Lógica en riesgo me produjo trances, aprietos, ansias de acordar, de disentir. Como si se tratara de un vuelo en helicóptero sobre un territorio conocido y a la vez desconocido, con turbulencias, ondonadas, loopings. Un territorio desconocido, no en sí mismo sino como consecuencia de la amplitud de campo, los angulares, los raccords de mirada, de movimiento, los crossovers, los flash-backs -por no insistir con el apre coup y el ritornelo de los recuerdos. El territorio de la memoria, el inconmensurable cofre de caudales: metáforas compartidas, guiños, imágenes, ordenamientos, voluntad, disposición a actuar: ese saber más acá de lo sabido sorpresivamente a mano.

“La mano desobediente”, se titula uno de los ensayos de Lógica en riesgo. La mano capaz de sortear imperativos, seguir otros cursos, insistir, denunciar. Noé evoca “el negro cerebro de Piranesi” -expresión de Victor Hugo-, retomado por Margarite Yourcenar para fusionar/ duplicar la mano de Piranesi, su arte de adornar chimeneas, con la mano que dibujó grabados de numerosas Prisiones. Noé reflexiona sobre la mano del artista, compenetrado en la imagen de esa mano que no se detiene, dibuja, escribe, gesta una obra desbordada hasta el desborde, comandada por instancias psicológicas de alcances superlativos. El epígrafe de Tununa Mercado, corteja esta aventura: ¡La última desolada fronda del inconsciente!

Retomo los ecos de mi lectura. Un viaje fecundo -decía- fértil en cruces, sondeos, empujes en busca de aquello que a primera vista está oculto, solo asoma parcialmente, o no llega a ser descubierto por estar a la vista          -como “La carta robada”. La adicción de Jitrik se orienta en busca del resto, el inalcanzable objeto causa, concepto trabajado por Lacan desde su primera enseñanza y reformulado en los últimos seminarios, acentuando el goce del Uno, el goce del cuerpo en escena. Me refiero al goce, para situar la conmoción, el arrebato, el temblor que suelen despertar algunos hallazgos. Efecto que podemos leer en el ensayo “Del diálogo a la conversación”-dedicado a Flavia Soldano. Noé describe modalidades de intercambio que, por apartarse de lo fáctico, hacen surgir un resplandor equivalente a la palabra poética. Por momentos, Lógica en riesgo, en su desarrollo se aproxima a producir cierto goce: una tensión disruptiva en el cuerpo del lector, sensaciones de doblaje y corte, un goce alerta en cernir huecos y aventurarse a desplazarlos.

En el ensayo “Argumentar”, Jitrik da cuenta de un gesto que lo interpreta. Se refiere a una mirada, el impulso de rescatar aquello que en la lengua natural yace escondido, sin relieve, exhausto por el uso.

Estoy de acuerdo. El uso termina por devaluar el genuino poder de significancia, lo vuelve cliché. Y es a propósito de lo desgastado, mi interrogante sobre la alusión a la página blanca.

Este es mi breve momento de disentir. Un poco de rock and roll. Apuesto por la página negra, como la describe Deleuze en Pintura, el concepto de diagrama. Deleuze sostiene que le adjudican a Blanchot la idea del escritor frente a una página blanca. “Blanchot jamás dijo algo semejante. A una página blanca no le falta nada, no existe página blanca”. Por supuesto que sí para un tercero que observa, pero se trata de una falsa objetividad. La página está repleta, saturada. Escribir es borrar, hablar también es borrar, elegir, seleccionar. Fundamentalmente, suprimir banalidades, mañas formales, repeticiones.

Klossowski toma el simulacro en sentido erudito y también en el aspecto chiché, clichés que existen en nuestras cabezas. Lucrecio hablaba de los simulacros paseando a través del mundo, atravesando espacios para llegar a impactar nuestra cabeza, golpear nuestro cerebro.

Sin dudas, otro cantar es el blanco de la pausa Mallarmeana, hay una idea tras el uso del grafismo: subyace la voz del silencio, la pausa, el suspenso no sin resonancias significantes.

Gracias Noé por tu permanente movimiento de apertura, gracias por propiciar la continuación, por no cubrir de sentido todos los callejones.


Febrero, 2021