Liliana Heer

Narradores

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©2003
Liliana Heer






Ana Abregú, Paranoxia Dalí. Novela, AMAZON 2019.

La miel es más dulce que la sangre
Por Liliana Heer

En Paranoxia Dalí se despliega un espacio inquietante, emerge un pueblo situado junto al mar, Gaspé o final del mundo conforme al idioma de sus habitantes milenarios: los Micmacs. Las diversas líneas de esta novela responden a las fuerzas del caos; estirpe o tierra, villa o continente, lugareños y extraños exhiben nexos -entre el eco de voces y la mirada- con desenlaces suspensivos, siempre inesperados. Ana Abregú no reproduce, hace visible el universo peninsular mediante un tratamiento pictórico, su diapasón narrativo arma cristales proteicos, conjuntos tonales consolidan el aura de un artista paradigmático: Salvador Dalí.                                            “En mi mente, el diseño de las mujeres se termina en el vientre de una langosta, con blanduras profundas, oscuras, con una dentadura invisible que acude al festín de masticación cuando huelen el líquido pegajoso que aúlla desde la boca del pene; no puedo rebasar esa línea…”                           Verdades concebidas, convertidas en lenguaje, ráfagas de tradición encarnada. Sintaxis, marcaciones, oficio.
Esta obra conceptual encuadra una innovadora búsqueda estética con torrentes oníricos en continuo devenir. Sin asomo de duda,si Deleuze y Guattari hubiesen leído este libro habrían incluido reflexiones en Mil mesetas destacando la potencia inventiva del montaje, los juegos artísticos con reglas concretas en la superficie de máquinas abstractas, las parcelas de materia impalpable salientes del cuerpo-letra-ritmo de sus protagonistas. Personajes diestros en acuñar doblajes, superponer vínculos, dar a la historia distintas perspectivas. “No importaba lo que se dijera de la tramontana en España, si era falsa o un mito, en Gaspé era una voz prepotente con densidad que despilfarraba rumores sobre nosotros, se mezclaba en el aire y se movía como una serpiente envolviendo la villa, dejando caer sutilezas que se quedaban reflejadas en las ventanas el suficiente tiempo como para que fuera imposible ignorarlas. No sé nada de la tramontana pero sé que en Gaspé el viento es la punta de un ovillo”.