Liliana Heer

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Liliana Heer






Amaranta Pico - Wilson Pico, Cuerpo festivo. Cámara Ecuatoriana del Libro, 2011.

La vía regia
Por Liliana Heer

Lo maravilloso se produjo vertiginosamente, recibí la invitación a presentar Cuerpo festivo y un manantial de síes me invadió, efecto de emoción y agradecimiento por la lectura de este valioso libro, y ser partícipe de su presentación en la Embajada de Ecuador, país al que estoy afectivamente muy unida.  Al mismo tiempo, supe que me encontraría ante un desafío, el de estar a la altura de una creación necesaria, compleja, seria y profundamente bella. Cómo me hubiera gustado formar parte de la travesía, acompañar los viajes y experiencias enriquecidos por el intercambio y la relación con personas inolvidables. Bien, pensé, hablar sobre Cuerpo festivo va a ser una manera de estar allá y aquí, compartir con todos ustedes la materialidad de la investigación y la presencia de los autores: Amaranta y Wilson Pico. Soy consciente de que cualquier enunciado que emita, roza apenas en un mínimo vértice la magnitud que alberga esta propuesta.
La documentación de las celebraciones permite advertir el inmenso esfuerzo, la lucha de las comunidades indígenas a través de los siglos por re apropiarse y re significar sus rituales abolidos durante la época colonial. Alcanzar lo perdido es una ardua cruzada que implica dar la cara al concepto de imposible o bien adscribir a las ideas que sostuvo Oswald de Andrade en el “Manifiesto Antropófago”. Es decir, re pensar la cuestión de la dependencia cultural de los pueblos y su capacidad de transformación creadora mediante la incorporación de las costumbres de sus opresores. A través de la vía regia de lo sagrado, la tradición mixturada deviene mítica floreciente.
¿Por dónde empezar? Quizá haciendo referencia al registro sensible, a la lucidez artística, poniendo el acento en la fusión ética subjetiva y objetiva que propició este proyecto, cuya meta es abrirnos las puertas al mundo ceremonial de doce comunidades y a la vez brindar a los habitantes de estas comunidades la posibilidad de mirarse:  alcanzar a conocer el afuera del adentro. Esta apertura implica dar lugar a universos incontables, hacer visible los lazos humanos, la fuerza vital contenida en las creencias, aproximarnos al entusiasmo con el que cada uno y todos juntos construyen la cotidiana ronda de la celebración. Abundan los prolegómenos, los engalanamientos, la entrega al presente puro de la emoción verdadera que fluye venerando los ritos, sacrificios y hábitos que las distintas tradiciones fueron adoptando para volver a dotarlas de una inmediatez inconmensurable.

Recuerdo que San Agustín solía pensar en la disposición más liberal y fructífera que podría haber tomado Dios, respecto de las Sagradas Escrituras, si las mismas palabras hubieran podido ser entendidas en diversos sentidos. Esa disposición fructífera se encarna en las fiestas populares que este volumen registra y exhibe de numerosas maneras: mediante crónicas de viaje, testimonios, fotografías, análisis etnográficos, datos micro y macro económicos, pinceladas sobre los credos y las afinidades artísticas. Acompañan a este ejemplar doce videos. Una multiplicidad de registros propaga la comunión que preservan los pueblos originarios con la naturaleza. Red de continuidades donde impera el principio de reciprocidad, distante del utilitarismo salvaje y sus conocidas consecuencias: desigualdad, desconfianza, aislamiento, cinismo, traición.


La estructura del libro                                                                                       

Sus capítulos constituyen un ordenamiento de senderos propios del filosofar creativo, sin ruptura entre física y metafísica. Los autores, Amaranta Pico y Wilson Pico, atravesados por los acontecimientos, sensibles a la geografía humana, afectiva y política de Ecuador, transmiten la elaboración de sus vivencias en las que prima el puro anhelo de ilustrar las ceremonias festivas populares de diferentes grupos y sus múltiples entramados. Reyes, Embajadores, Judíos, Soldados, Armeros, Rucos, Sacharunas, Corazas, Loas, Payasos, Presidentes, Abanderados, Ashangueros, Huacos, Capitanes, Ingas, Pallas, Ángeles, Yumbos, Archidonas, Diablos, Wikis, Ajas, Sarawis, Negros, Doñas, Caporales, conviven ante nuestros ojos. Desfilan centenares de pobladores inmersos en diferentes actos, desde carnaval a Semana Santa, desde pre Navidad al día de los Tres Reyes, la fiesta de San Juan Bautista, la celebración de la Tierra, la memoria de los muertos y más. Que los dioses gocen del espectáculo, decía Nietzsche. Un poco dioses nos sentimos al acceder a estas celebraciones en las que todos participan, hombres, mujeres y niños viven la apasionada voluntad de reeditar el pasado con proyección futura en clave de instante pleno. Estamos ante el sagrado reino de la fe, potencia e instinto de libertad disciplinada en conjurar un nuevo nacimiento, una nueva resurrección, un buen descanso en el más allá, un poderoso simultáneo coexistir con la leyenda. Mircea Eliade afirma que todo tiempo litúrgico, toda fiesta religiosa consiste en la reactualización de un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico. Lo define como tiempo ontológico, siempre igual a sí mismo, recuperable e indefinidamente repetible.
Voy a referirme a tres ceremonias, pero antes, quisiera hacer hincapié sobre el registro de transparencia que los autores consiguen alcanzar, desafiando ataduras y preconceptos, exponiendo la gravedad y la levedad que trae aparejado admitir el abismo de la donación: el vacío. La luz puesta no sobre, sino a través de los rituales, ese ver entre líneas los cantos, los rezos, las danzas como encajes trazados en un espacio del alma.

La danza de las tinieblas.  

También podría ser llamada danza de luz la celebración de Semana Santa por el pueblo Negro de Telembí, Esmeraldas. La narración de la temporalidad geográfica nos introduce en un tiempo “otro”. Al clima -calor, brisa, fresco, lluvia- le sucede la historia de este valiente pueblo temido por los españoles en la época de la Colonia. Contrariando la pretensión de ser esclavizados, fue notable la resistente lucha que debieron librar. Sus habitantes -alrededor de setecientos- se dedican a la agricultura, caza y pesca. Balsas y canoas a motor son el único medio de transporte. La patrona del pueblo es la virgen del Rosario, la Parroquia lleva su nombre, espacio en el que se desenvuelve el ceremonial.

Así comienza Amaranta Pico La danza de la tropa: “El sonido de la matraca delimita el tiempo religioso. La cuchilla de lo sagrado corta escrupulosamente el ritmo cotidiano. A través de una incisión transitoria centellea un fragmento de eternidad: el presente festivo. Los viajeros también resultamos arrastrados al fondo de los tiempos”. La voz narrante de Amaranta discurre en una primera persona del plural, del mismo modo que la voz de Wilson Pico en los “Apuntes de viaje”, que acarician el desarrollo de cada festividad conformando la columna vertebral de esta gesta. “Sentimos, aunque no podemos ver, que los cuerpos hacen diseños en el espacio”.


Tres Tinieblas y tres Velorios se suceden en Cuaresma. Hay centinelas cuidando al Santísimo. Durante los ritos de devoción los instrumentos son silenciados, sólo se oye a los rezaderos del pueblo, está prohibido bañarse en el río durante los tres días que preceden al sábado. A las tres de la tarde del Viernes Santo, tendrá lugar el episodio de mayor tensión. El pueblo, sus parientes y vecinos aguardan en la Capilla. De la selva llegan ocho personajes: los Judíos o Cucuruchos, cubiertos absolutamente por ramas avanzan lanzando sonidos rabiosos. Uno de los Santos Varones dispara la vieja escopeta y los Judíos -representando el argumento bíblico- entran a la Capilla con intención de matar a Cristo. Cantos y rezos, percusión de machetes contrapuestos al baile de los “hombres selva” que pretenden capturar a los fieles. El ataque y la defensa cobran una feroz intensidad, el riesgo es inmenso. Tiembla el cuerpo del Santo varón cubriendo el pequeño altar.     

La media Gloria del Sábado resplandece en la Gloria Eterna del domingo con la resurrección de Jesucristo. A la ceremonia del Templo, campanas, marimba, bombos e instrumentos de percusión, le sucede el esplendor del afuera. Pero antes, una Compañía de niños y jóvenes de ambos sexos portando carabinas, fusiles, palos y ramas, desfilan hasta el altar mayor para volver a salir y volver a girar al ritmo de la música. El interior y el exterior se abren a la celebración “dejando atrás toda sombra de dolor”.        

El tropel de las almas. Homenaje a los difuntos de Caldera     

Cuentan los habitantes del valle del Chota que, en el mes de octubre, Dios despierta a los muertos para que visiten a los vivos hasta el 2 de Noviembre. La Caldera es una de las poblaciones negras más antiguas de la zona, tierra dominada por los jesuitas, llamada también valle de la Muerte por la explotación ejercida sobre los indígenas de la Sierra hasta casi exterminarlos a fines del XVI. La consigna esclavista se extendió luego a los negros de Cartagena de Indias, quienes fueron trasladados en constante maltrato y degradación hasta que tuvo lugar la tardía reforma Agraria de 1964. A estos muertos se los honra con “salves”- cantos en forma de diálogo entre los cantores y el pueblo- para curar sus heridas y “remediar la historia”.                                                                                                    

Los autores narran el periplo desde La Concepción a Mascarilla y desde Mascarilla a Caldera tras las huellas de un Animero, no sabiendo si existirá alguno, pero confiando en llegar a encontrarlo. Augusto Cribán es el último Animero de Caldera y los pueblos aledaños, entregado a lo largo de cinco décadas a la devoción de las almas. El rito consiste en invocar la memoria de los muertos. A las once de la noche -cuenta Augusto Cribán- ingresa al cementerio, va recorriendo los sepulcros mientras hace sonar una campana. Canta en medio del silencio para aliviar a los muertos de los tormentos padecidos. “A lo que se pisa viene la memoria”, lo dormido despierta y es el momento de volver al pueblo con un “tropel de almas”. Sus ofrendas, rezos y canciones dando aliento a los vivos se escuchan hasta el amanecer. Mircea Eliade, habla de la esperanza secreta de que los muertos simultáneamente estén con nosotros. Rilke escribió: “Nunca se pierde lo que verdaderamente se ha tenido”.

Juegos de Wikis. Fiesta de Tres Reyes en la Comunidad de Membrillo. Loja         

Los autores refieren que el solsticio de diciembre llevaba en las celebraciones incas el nombre Kapak Raymi -Importante Fiesta o Fiesta Principal-, un ritual masculino correspondiente a la iniciación de los jóvenes.

Adaptaciones y devenires.     

Slovski, pensando el concepto de influencia, se preguntaba si sería comparable a echar un líquido en un recipiente, o sería semejante a la rotación inducida por un dínamo en un campo eléctrico generando otra corriente. 

El pueblo quichua de Saraguro, dedicado a la agricultura y al pastoreo, prepara todo el año la celebración que tiene lugar desde el 21 de Diciembre al seis de Enero -coincidente con el fin de la cosecha de maíz.  Los “dueños de la fiesta” -un matrimonio elegido por el Síndico de la Iglesia Parroquial-, la Markanmama y el Markantaita son los responsables de custodiar al Niño. Van a ser purificados por los incienseros y su casa será el escenario de la festividad. Han tomado recaudos para comprometer a los músicos, organizar el baile, matar animales y disponer de alimentos para que las mujeres preparen sabrosos platos. Habrá fiesta y bebida para todos. Bataille, al referirse a la teoría del Potlach, sostiene que el don -el dar- tiene la virtud de un desbordamiento del sujeto que da, pero a cambio del objeto dado, el sujeto se apropia del desbordamiento: considera su virtud como una riqueza, un poder. Se enriquece como efecto de su generosidad.

 “En las concepciones andinas existe una división entre el mundo de arriba, hanak pacha, asociado con los dioses, las constelaciones y el espacio exterior, y el mundo de abajo, uku pacha, relacionado con los muertos, los espíritus, el espacio interior. En la mitad, en el mundo terrenal o kay pacha, estamos los seres humanos… En la celebración de Tres reyes, el mundo de los dioses estaría simbolizado por el Niño Jesús, el mundo terrenal por los Markantaitas, Sarawis, Ushkus, Osos y Paileros, además de todos los invitados, y el mundo de los espíritus por los Wikis y Ajas. Juntos conforman la totalidad de la fiesta."                                                                                                

La llegada de los Wikis es el arribo de lo móvil, las convenciones caen dando lugar al ingenio y la diversión. Cuando el principio del poder está quebrado, asoma la verdad en forma de debilidad y disparate, exenta de argumentos -sostenía Norman Brown en El cuerpo del amor. Los Wikis circulan a velocidad de sangre, de salvia, de torbellino, son personajes incansables, ocurrentes, expresivos que transmiten a la población su humor libertario. Voy a resaltar un detalle que ejemplifica la esencia del compartir. En el transcurso de Tres Reyes, las mujeres arman castillos sobre palos ensebados con un formato de ramas horizontales representando árboles desde los que penden frutos, premios y regalos que se reparten equitativamente entre quienes ganaron y quienes no alcanzaron a coronar su asenso. Creo que ese “un poquito para cada uno” es el paradigma de la diferencia entre la importación de la festividad y la tradición ancestral. “Todos los hombres, íntimamente, no son más que uno”.
Texto Leído en la Biblioteca Nacional en octubre de 2012.
Personajes escénicos en doce fiestas populares del Ecuador.