Liliana Heer

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Liliana Heer

 

 

 

Presentación de la revista TOKONOMA 15
38 textos X 38 palabras japonesas
Por Liliana Heer
– Diciembre 6 / 2011  

 

  “…Oh la palabra oh de la iglesia oval
cerrada en un énclave turquesa   
de colinas suaves regazo-de-doncella  
verde teatro de azules moradoclaros…”               

Haroldo de Campos Galaxias

 

A mediados de marzo debí suspender mi viaje a Japón.

Apelar a la estrechez de cualquier comparación, referirme a un viaje deseado que debí suspender experimentando lo que no tengo forma de nombrar ni creo que la tenga, eso, no quiero. Sería tensar el ombligo de un cordón a estirar, exprimir; escanear el pasado hasta que asome sin sombrero ni guantes, eso, no puedo.

Necesito poner biombos al NO, desviar, derivar, venir a hoy, no ser vencida por la lluvia –aludo al poema de Miyazawa Kenji que podrán leer en el texto HONNE y TATEMAE de Mariana Trigo Viera.

Si imaginara un espectáculo para este instante, no sabría si elegir marionetas, sones de chamisen o preferiría escuchar a todo volumen el canto ficticio de Hatsune Miku, la muñeca holográfica, acompañada por la transparencia de un billete de 10 centavos de yen conmemorando la inauguración del monumento minuciosamente descripto en “ocho rincones, un solo techo” por Guillermo Quartucci. 

Me limitaré a transmitirles un sentir que alude a algo más que al querer mordido o al cero de poder. Del Japón literario, cinematográfico, teatral, político, creí atesorar modos, cierta filosofía en la que lo acontecido puede ser soportado aun cuando por su magnitud sea forzadamente indigerible. Tuve y tengo esa impresión muy presente, se abrió en abanico mi idea sobre ese país lejano al cual prefiero referirme en términos de Alberto Silva, decir simplemente creo estar más próxima a los “diversos japones que coexisten en Japón” que si hubiera viajado, atravesado ríos, montañas sutiles, tomado trenes, dormido en pequeñas y grandes urbes .Vi la transformación del movimiento en pausa y la calma en torbellino. Sí, desde Argentina aspiré contradicciones, también el rumor de lo sagrado en detalles humanos diminutos, inmensos, constantes de una dignidad inolvidable. Perdida en un siglo y encontrada en otro anterior y posterior, tartamudeo con emoción el abismo entre lo que no fue y la aventura de estar con ustedes aquí, ver el número quince de Tokonoma, leer las historias que 38 palabras japonesas dispararon en nosotros. Treinta y ocho brotes, ficciones gestadas en la acrobacia de una palpitante comunión; recortes, miradas, minúsculos fragmentos virtuales de verdad. Textos amorosamente agrupados por Amalia Sato en siete paneles: RYODO: Territorios, BUTAICA: Puestas, SINWASO: Mitemas, NIN-I: Disposiciones, SAYU NO MEI: Divisas, GENRI: Principios, CHUDAN: Suspensiones.

Esperen un momento, por favor = CHOTO MATTE KUDASAI. Esa es la frase que Héctor Pavón desgrana. Un despliegue condensado de atenta espera con sonoridad variable. Oportuno giro de la orden al ruego.

Así como IMIN = inmigrantes, forma parte de la historia familiar de María Eugenia Onaha, la primera palabra en japonés escuchada por Daniel Molina fue IKIRU = vivir.

Me gustaría ver las fotografías de Guillermo Ueno, conocer su estilo de engañar al ENRYÓ, contagiarme el fuera de foco de su “modestia” sabia en velar maravillas.

OMISOKA
= Noche vieja o magia del recuerdo de la lengua -Natalia Méndez. En qué lengua estoy entreverada, se pregunta Susana Swarc, mientras escribe una carta a nadie -a todos- desde el puerto de KOBE.

Contingencia y repetición, Luisa Valenzuela y Virginia Meza -seguramente sin mediar acuerdo alguno- coincidieron en la misma palabra: MA. Una manera de nombrar “El concepto imaginario, la ausencia activa” y “Espacio vacío” -divisas de traducción. Dos maneras de jugar creativamente con la idea y la cantidad de expresiones que contienen esas dos letras.

Beso la mano de Atsuko Tanabe escribiendo HAHA NO SHI y HAHA NO IEDE = La muerte de mi madre y Mi madre abandona el hogar. Poemas traducidos por Amalia Sato en los que hay desolación, tristeza, también un dolor generoso que -en la línea de Anna Ajmátowa- atrapa lo imposible.

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