Liliana Heer

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Liliana Heer

 

 

 

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Por Liliana Heer

VIRAL: una forma superior de matar
Autores varios... [et al.] - 1ra. edición especial
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La Docta Ignorancia, 2020

 

 

Corona, maldito asunto, ni rastro de vida. Islas, aguas, verdor, una eternidad en lo oscuro. Sin entrada  ni salida. Virus. Igual distancia del suelo a la bóveda. Diámetros en ángulo recto dividen el suelo. Cuerpos blanco tendidos. Blanco también el muro, curvado altura de cuarenta centímetros. No hay descanso, imaginación muerta imagina.

 

La vida acaba de extinguirse pero se obliga a un cuerpo a signicar.
La lección de anatomía  del Doctor Tulp es un cuadro cercano a lo trágico. Siete médicos rodean un cadáver mientras Tulp interpela a través de este cuerpo público.

 

Intenso  calor,  supercies  ardientes  al  tacto,  cuerpos  goteando.  Vacío, silencio, la luz se debilita. Oscurecen a un tiempo el muro, las bóvedas, los cuerpos. En veinte segundos todo gris, la luz se apaga.

 

¿Acaso la disección pública anual, realizada como rito solemne en medio del invierno holandés, no es la mera prolongación de la muerte que la precedió? Esta actuación festiva, maestra de la ciencia del castigo, se completa con un banquete conmemorativo del gremio Cirujanos. Ejecutar, desmembrar, comer. Difícil concebir un acto de castigo corporal más pleno.

 

Baja la temperatura  hasta alcanzar su mínimo. Negro en el instante cero. Más o  menos  tarde  luz y calor  vuelven. Suelo, muro,  bóveda, cuerpos blancos templándose. En veinte segundos más o menos, los grises llegan al mismo nivel del principio, donde la caída comenzó.

 

Ninguna  lección de anatomía  comienza por la disección de la mano. Se empieza con la apertura del venter inferior.

 

La experiencia lo demuestra,  entre  el n  de la caída y el principio  del ascenso hay duraciones diversas. Van desde segundos hasta lo que hubiera podido ser en otro tiempo. Idéntica observación para las otras pausas. Antes de  convertirse  uno  en  ascenso y dos  en  caída, puede  llegarse a  mejor término. Interrumpir  para luego reemprender  o de nuevo estremecerse al cabo de un tiempo más o menos largo, y así más y más antes de llegar a uno u otro extremo. Por estos altos y bajos, nuevos ascensos y recaídas, suceden ritmos innumerables, no es raro que el paso se haga del blanco al negro, del calor al frío, del encono a la ternura.

 

Asombra  la representación  de la mano  izquierda  diseccionada. Que  los cirujanos no vieran la carne a pesar de la proximidad subraya la contorsión histórica por medio de la cual un cuerpo en exhibición se ha vuelto invisible.