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©2003 |
beckett@rembrandt VIRAL: una forma superior de matar
Corona, maldito asunto, ni rastro de vida. Islas, aguas, verdor, una eternidad en lo oscuro. Sin entrada ni salida. Virus. Igual distancia del suelo a la bóveda. Diámetros en ángulo recto dividen el suelo. Cuerpos blanco tendidos. Blanco también el muro, curvado altura de cuarenta centímetros. No hay descanso, imaginación muerta imagina.
La vida acaba de extinguirse pero se obliga a un cuerpo a signicar.
Intenso calor, supercies ardientes al tacto, cuerpos goteando. Vacío, silencio, la luz se debilita. Oscurecen a un tiempo el muro, las bóvedas, los cuerpos. En veinte segundos todo gris, la luz se apaga.
¿Acaso la disección pública anual, realizada como rito solemne en medio del invierno holandés, no es la mera prolongación de la muerte que la precedió? Esta actuación festiva, maestra de la ciencia del castigo, se completa con un banquete conmemorativo del gremio Cirujanos. Ejecutar, desmembrar, comer. Difícil concebir un acto de castigo corporal más pleno.
Baja la temperatura hasta alcanzar su mínimo. Negro en el instante cero. Más o menos tarde luz y calor vuelven. Suelo, muro, bóveda, cuerpos blancos templándose. En veinte segundos más o menos, los grises llegan al mismo nivel del principio, donde la caída comenzó.
Ninguna lección de anatomía comienza por la disección de la mano. Se empieza con la apertura del venter inferior.
La experiencia lo demuestra, entre el n de la caída y el principio del ascenso hay duraciones diversas. Van desde segundos hasta lo que hubiera podido ser en otro tiempo. Idéntica observación para las otras pausas. Antes de convertirse uno en ascenso y dos en caída, puede llegarse a mejor término. Interrumpir para luego reemprender o de nuevo estremecerse al cabo de un tiempo más o menos largo, y así más y más antes de llegar a uno u otro extremo. Por estos altos y bajos, nuevos ascensos y recaídas, suceden ritmos innumerables, no es raro que el paso se haga del blanco al negro, del calor al frío, del encono a la ternura.
Asombra la representación de la mano izquierda diseccionada. Que los cirujanos no vieran la carne a pesar de la proximidad subraya la contorsión histórica por medio de la cual un cuerpo en exhibición se ha vuelto invisible.
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