Liliana Heer

Poetas

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Liliana Heer

Poemas de la Determinación
Por Liliana Heer
Sobre Cotillón para desesperados de Laura Yasan
Editorial La Bohemia, 2001
Leído durante la presentación en La Dama de Bollini,
Buenos Aires, octubre 2001



Cotillón para desesperados, galería de poemas. Primer salón: genealógica: ellas querían tener, nosotras queríamos parecernos, ellas desean ser. Segundo: música rara: el combate de la voz. Tercero: perdida: huellas de lo que no será. Tríptico en el que Laura Yasan construye isotopías paralelas con una tendencia notoria a desplegar las palabras y el sentido más allá del límite.

Cotillón para desesperados: encuentro con la política de un estilo cuyo poder es resquebrajar la quietud: acuartelada resignación de los tibios de espíritu. “El infierno es el presente que no se mueve, esa tensión en la monotonía, esa eternidad vuelta al revés y que no se abre hacia nada, ni siquiera hacia la muerte”, fue la cita que Laura eligió para prologar arrabal en Loba Negra; frase de Ciorán vuelta libra de carne, corte de eslabón e impacto futuro en este poemario.

En 1927, el físico Werner Heisenberg presentó una serie de fórmulas expresando relaciones de incertidumbre. Mostró la imposibilidad de determinar simultáneamente con exactitud la velocidad y la posición en la caída. El indeterminismo del universo físico fue base de innumerables discusiones filosóficas. El principio de indeterminación de Heisenberg constituye una prueba no sólo de que hay un mundo físico de incerteza, sino inclusive de libertad y transposición a otro género.

De ésto tratan los poemas de Laura Yasan, quien no cesa de carcomer el principio antes enunciado buscando un atajo, arrojando cuerpos al vacío, cuerpos en caída libre: experimento de vértice camuseano. El absurdo sostenido como estandarte de una pelea no ganada ni perdida, eso que hace del cielo del fastidio un resistir lejano del paraíso de los huesos del mundo.

Como si dialogara con Einstein, quien afirmó: “Un día se alcanzará a ver que no hay indeterminismo”, Laura Yasan expresa el anhelo de romper la incertidumbre a través de una poética del cuestionamiento. Denuncia para horadar los códigos que precipitan a las mujeres de todas las épocas a una existencia fallida –desde las frígidas paridoras de las madres huérfanas de las hijas del nuevo mundo hasta la mísera serpiente acusada en vano. Interpela el lugar común de los mitos: el sueño americano, la tierra prometida, el pueblo unido. Exhibe a través de múltiples imágenes con metáforas dotadas de una inmediatez superlativa el perpetuo estado de sitio en que vivimos: el aislamiento en los sótanos del aguantadero del sur.

La desesperación como tópico, me evoca una nota del Diario de un escritor de Kierkegaard: “Sólo el horror que ha llegado hasta la desesperación desarrolla en el hombre sus más altas fuerzas”. Un estado que en los poemas de Yasan revela el enfrentamiento a la dimensión del pensar la falta en el Otro. Ejercicio logístico que en cara o cruz repite la historia como poema: “antes/ los cuerpos desaparecían/ los asesinos quedaban// la moneda termina por caer/ si es cara o cruz no cambia nada/ la víctima es la víctima// ahora/ los asesinos desaparecen/ los muertos quedan// si es cara o cruz// ¿quién juega con nosotros?” La recapitulación del pasado en el presente inaugura otro esquema del tiempo, de la causalidad. Unidos por analogía y por correspondencia, los hechos atraviesan las caras de una cruz irónicamente enunciada como enigma. 

Insisto: Cotillón para desesperados o encuentro con la política de un estilo: “la moneda termina por caer”, cae “la araña negra del dibujo del delantal en el guiso de la noche” en acto de amor, cae una mujer en caída libre rajando el aire en dos como un cierre relámpago en cash.

Los personajes de los poemas son interrogados por el narrador, vértice paródico a través del cual la realidad está puesta en movimiento. Luz en la grieta que separa escena de escenario. Cercada la soledad, esa intoxicación a fuego lento de lo que no. Importa el empuje, importa sobre todo la posición: “La verdad es un cuerpo roto, sin retorno”.

Texto publicado en el diario La Capital, Mar del Plata, 2005.