Liliana Heer

Textos

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©2003
Liliana Heer

Eclipse
Por Liliana Heer



Zumba el espacio: puertas, muebles, paredes, humo coloreando los huesos. Embriaguez de haber tomado excesivo sol, excesivo viento. Pulso de circulación linfática. Mirada andrógina. Aura de óleo impresionista. Ni conjuro ni costumbre, voluntad de que suceda algo. ¿Cómo no presentir el encanto de la pasión?  Do you want to play the drums? 

Rito mayor: partir el misterio dentro de su cápsula. Dios no está en ninguna parte. Juro que todo estaba perdido desde el primer día. Él también debió simular, un artista es un gran simulador. ¿Cuál será su nombre de pila? No entrar en confianza, esperar a ser cortejada, elegida. Imitarlo, fingir abstención. Tenaz, leve, frutal como una lengua alegre en una boca sabia, Leonor viste su cuerpo, lo maquilla.

Se ha puesto un jersey y una falda a cuadros, también a cuadros era la valija donde metió su ropa y un instrumento de percusión. Ausente la dicha del sonido, imperdonable. We were together, I have forgotten the rest.

Tiene los mismos zapatos con tacones altos que aplastaron el cigarrillo cuando subió al puente por segunda vez. Pura casualidad, ve la bufanda de seda y se quita la falda. Mejor un traje sastre, elegancia de lady. Camina por la habitación. Así no, algo distinto en los pies. Contraste, alternar el fetiche. Zapatos más oscuros, portaligas ¿las mismas medias?  Decir no a la costumbre de usar enaguas. Empezar de nuevo. Le molesta el aro del corpiño, si lo quita el jersey transparenta los pezones. Alguien decía: la piel sin marcas, eso hace que el hombre tenga más cuidado. Rige la ley de conservación de la especie. Desnuda, no existe la tercera mitad, sólo un tatuaje en la muñeca izquierda.

Busca una camisa sabiendo que no tiene ninguna color lila. Abrocha el corpiño, los senos le causan admiración, más firmes después de haber amamantado. Buena vía La Vía Láctea. Trusa, portaligas, medias, zapatos, el mismo jersey. Se apoya sobre uno de los pies, eleva apenas el otro, avanza mediante una flexión calculada, los hombros hacia atrás; el juego de espaldas refleja una curva encima de las nalgas, tensa como un arco la línea del vientre.

¿Dónde está la bufanda? ¿Y el joven que dijo la palabra justa, plena de misericordia? Las preguntas después, paso a paso, primero perfume, siempre olvida el orden. No vuelve a desvestirse, humedece los dedos, levanta las prendas, un roce. Desenrosca y enrosca la tapa del perfumero de la amante de Kovalev. Iván presenció el romance entre el padre y la corista. Ella le enseñaba a dibujar animales; tono azafrán la fotografía del viaje, la atmósfera del archipiélago. Frases sueltas, era pequeño, poca memoria, así olvidó cómo se dormía. El engaño de los progenitores. Polvo de arroz cuando su madre iba a las kermesses. Tradición de cara lavada. Pensar en otra mujer mientras se maquilla, escoger un rasgo, adulterarlo. Corregir ese pensamiento, cavar un túnel en medio del gineceo, hurtar la dote, hacer con la dote una fogata, seguir sin rumbo, estar dispuesta a desviarse, a perderse. Opacos en su peregrinación los aerolitos brillan al atravesar el aire de la tierra. No se trata de producir efectos, ese estilo está al alcance de cualquiera. Igual ocurre con las concavidades: garganta, axilas, ingle, sustancia pura.
Leonor busca el eclipse. Anulamiento del personaje. En el verano, a mediodía, solía acostarse en un rincón del jardín sobre ladrillos tibios. Clara, liviana, floreada la tela del vestido. Adormecida la serpiente. Toda su rebeldía al servicio de esconder la cicatriz. Gestos errantes, torpes. En la diminuta depresión del ombligo, origen de una pelusa descendente, late un enjambre de abejas

Mira hacia el frente y cierra los párpados, precario vaivén de lago artificial. Agua oscura, petrificada por la ausencia de peces. Pinta color azul la piel que cubre sus ojos, barniz en los labios que rieron al ver los cristales caer. Mundo orgánico, extendido, anárquico. Cámara lenta hasta la última toma.

Fragmento “adaptado” de la novela Ángeles de vidrio.
Texto publicado en Calidoscopio - La mujer en la mira, selección y prólogo de Alicia Kozameh, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, junio de 2005