Liliana Heer

Contratapa
Prólogo
Giacomo Joyce
Versión anotada
Cronología de Joyce

Presentación
Reseñas

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©2003
Liliana Heer

 

 

 

35         Contraste entre la mujer atractiva, vestida de negro, y otro vértice de lo inaccesible. No la potranca detrás de la yegua sino un pequeño pollito negro clamando por su mamma.

      

            La madre resiste el imperativo, el grito de la necesidad. Figura enigmática, sacrificada, sufriente, ajena de sospechas y traiciones, fuente de consuelo, y al mismo tiempo imagen erótica, persecutoria. En Retrato :
            “--Si hay algo seguro en este apestoso estercolero del mundo es el amor de una madre. Tu madre te trae al mundo; te lleva primero dentro de su cuerpo mismo. ¿Qué es lo que sabemos acerca de sus sentimientos? Pero, sea lo que sea, lo que ella siente es, por lo menos, algo verdadero. Tiene que serlo. (...)
             --Pascal, si mal no recuerdo, no podía tolerar que su madre le besara de miedo al contacto del sexo de ella.
             --Pascal era un cerdo -dijo Cranly.
             --Creo que San Luis Gonzaga era de la misma opinión.
             --Pues era otro cerdo -afirmó Cranly.
             --La Iglesia le llama santo -objetó Stephen.”, ps. .251/ 2.

      

            Madre-mujer, territorio no disociado sino unificado por Stephen en Retrato:
            “Había estado hablando del amor maternal. Podía por tanto comprender los sufrimientos de las mujeres, la debilidad de sus cuerpos y de sus almas. Y sabría defenderlas con brazo fuerte y resuelto, e inclinar ante ellas su espíritu.”, p. 255.

36         “Loggione” (en italiano). Referido al teatro: paraíso, gallinero. Zona animal de lo humano, el instinto puro, abominable o realista que Joyce trabajará hasta las últimas consecuencias en Ulises.

            Richard Ellmann, en Giacomo Joyce:
            “Una vez, en la Opera, él está sentado por encima de ella, pero su posición es incluso inferior, porque está en el gallinero, rodeado por la plebe y sus olores, y, oculto, contemplando hacia abajo la pequeña belleza fría, el cuerpo vestido de verde y los cabellos bajo una vincha entre la gente pudiente.”, p. xix.

 

37         La primera persona, como protagonista, penetra en la mente de ella y se ahoga en una ciénaga igual que el bisturí del cirujano. La literatura despliega su poder, marca su posesión.

            En Retrato:
       “La expresión torpe y grosera se fue hundiendo en los oídos de Stephen como una piedra en un cenagal. La vio hundirse como había visto otras muchas, y sintió que su pesadumbre le deprimía el corazón.”, p. 201.

 

38         Pregunta, a propósito del error, unida a la doble vergüenza de haber mostrado Retrato, un texto que en cierta medida contiene la trama amorosa de Giacomo. Ella sabe la verdad de la historia, de ahí la paradoja sobre los dedos que tocaron las páginas escritas por él. Ella no podría equivocarse.

 

39    En Retrato:
       “El aroma de su cuerpo le fue llegando, dudoso al principio, después neto y claro. Una consciente intranquilidad comenzó a hervir en la sangre de Stephen. Sí, era el aroma del cuerpo de ella, un aroma lánguido y salvaje. Tibio calor de los miembros sobre los que la música de los versos había fluido anhelante.”, p. 243.
       La diferencia entre el aroma, el olor y el cuerpo se ha radicalizado. El procedimiento es inverso al que Joyce con frecuencia utiliza trasponiendo Giacomo a Retrato.

 

40         La secuencia al borde de las escaleras, acceso a una imagen que retoma en Giacomo, a la manera de un déja vu.
       “...oscuros ojos inundados de languidez y cansancio.” Joyce condensa en breves trazos el encuentro amoroso que ampliará en Retrato:
       “Una llamarada de deseo inflamó de nuevo su espíritu e incendió y traspasó todo su cuerpo. Consciente de aquel deseo, ella se estaba levantando de su sueño aromado, ella, la tendedora de su villanela. Sus ojos, profundos y de un lánguido mirar, se estaban abriendo hacia los ojos de él.”, p. 231.

 

41         Antes del desenlace, un encuadre exterior introduce y propicia la fusión: el beso.
            En el universo erótico joyceano, el beso es multivalente y reiterativo.
            En Ulises:
            “Bésala, revuélcala en un jergón grasiento de atorrantes, ¡oh mi profunda oscuridad golpeada! (...)
                                   Blancas tus manos, roja tu boca,
                                   Tu cuerpo delicado es exquisito;
                                   Ven a beber tendida conmigo;
                                   Y en lo oscuro besarse y abrazarse.
            (...) Boca a su besar. No. Debe de haber dos. Pégalas bien. Boca al beso de su boca.
            Sus labios dieron labios y boca a inmateriales besos de aire. Boca a su vientre. Antro, tumba donde todo entra.”, p. 79/ 80.

 

42    Ella, al ser poseída, recibe un tratamiento por acumulación y exceso:
       “...y en la húmeda tibia pronta acogedora oscuridad de su femineidad mi alma, ella misma disolviéndose, ha derramado y vertido e inundado una líquida y abundante simiente…” El autor, ante la escena vedada puesta al descubierto, enuncia un imperativo irreal: “¡Que la posea ahora quienquiera!”: un tercero, el mismo que desencadenara la ficción de su obra de teatro Exilados, Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1961:
     Roberto diciéndole a Ricardo: “Tú tienes que sentirla como yo”, p. 77,  y más adelante, Ricardo respondiendo: “¡En el fondo de mi innoble corazón deseaba ser traicionado por ti y por ella!”, p.86; momento en el que Berta, ¿acaso Nora Barnacle? es entregada a su amigo.

       En otra parte de la pieza teatral se repite ese margen, en el que la traición parece factible de ser confesada:
       “Roberto: (Tomándole las manos.) Berta..., ¿qué ocurrió anoche? ¿Cuál es la verdad que debo decir? (La mira fijamente a los ojos.) ¿Fuiste mía en esa sagrada noche de amor? ¿O lo he soñado?
       Berta: (Sonríe vagamente.) Recuerde cómo ha soñado. Ha soñado que anoche yo era suya.
       Roberto: ¿La verdad es esa...? ¿Un sueño? ¿Es lo que debo decir?
       Berta: Sí.
       Roberto: (Le besa las manos.) ¡Berta! (Con voz más suave.) Ese sueño es lo único real de toda mi vida. Lo demás, ya no lo recuerdo. (Vuelve a besarle las manos.) Ahora puedo decirle toda la verdad. ¡Llámalo!”, pgs. 135/6.

 

43         “Al salir de la casa de Ralli de pronto la encuentro...”, Barón Ambrogio Ralli (1878‑1938),  poderoso triestino dueño de un palacio en Piazza Scorcola.

       Escribe Sylvia Beach, Shakespeare and Company, Ediciones de Nuevo Arte Thor, Barcelona, 1984:
       “Me explicó cómo había salido de Trieste al empezar la guerra, en una huida bastante arriesgada. Los austríacos estaban a punto de arrestarle como espía, pero un amigo suyo, el Barón Ralli, le consiguió un visado. Sólo tuvo tiempo de coger a su familia y salir del país. Se las arreglaron para llegar a Zurich donde estuvieron hasta el fin de la guerra.”, p.48.

       En Retrato, el 15 de abril:
       “Me la he encontrado de pronto en Grafton Street. La multitud nos llevó el uno hacia el otro. Ambos nos detuvimos. Me ha preguntado que por qué no iba nunca. Que ha oído toda clase de cuentos acerca de mí. Todo esto sólo para ganar tiempo. Que si estoy escribiendo versos. ¿A quién?, le pregunto a mi vez. Esto la azora aún más, y siento haberlo dicho y me califico de mala persona.”, p. 262.

       El tiempo de amar ha pasado, tal como en el poema “Tutto é sciolto” y sólo le resta a los amantes dar una limosna a un pordiosero ciego, acto que se repetirá en Ulises.

       Messer Brunetto: Brunetto Latini (1220‑1294). Nació en Florencia y alcanzó un gran renombre como orador, poeta, historiador, filósofo y teólogo. Estuvo al frente de una célebre escuela de donde salieron Guido Cavalcanti y Dante Alighieri. Fue secretario de la República. Luego de la batalla de Montaperti abandonó Florencia y se exilió voluntariamente. Dante lo sitúa en el canto XV de “El Infierno”; de ahí conocemos su fama de sodomita.

       “...sus ojos negros de basilisco. E col suo vedere attosca l’uomo quando lo vede. Te agradezco la palabra, messer Brunetto.”, fragmento de Brunetto Latini, Il Tesoro. Latini dice que el basilisco envenena a cualquier hombre con su mirada comparable a un chorro de ponzoña líquida.

       En Ulises,  Joyce vuelve al italiano más coloquial.
       “E quando vede l’uomo l’attosca. Messer Brunetto, te agradezco por la palabra.”, Richard Ellman, Giacomo Joyce, xxxvi.

       “Una guirnalda de cabello gris sobre su cabeza de réprobo véanlo a él -yo rodando hasta el último escalón del altar (descende) aferrando una custodia, con ojos de basilisco.”, Ulises,  p. 72.
        También en Ulises, entre las once y las doce de la noche del 16 de Junio, Joyce describe a Bello:
       “Con dura mirada fija de basilisco, con voz de barítono.”, p 512.

 

  1. Hijo de hombre, la inversión de Cristo, víctima y victimario, no absuelto sino condenado por una mujer;  con otro ritmo: aprisa.

Yahvé se dirige a Ezequiel innumerables veces en estos términos: “Y tu, hijo del hombre....”, La Biblia, Libro del Profeta Ezequiel

            En Retrato:
            “Despierta, o debería despertar, induce, o debería inducir, una stasis estética, una piedad ideal o un ideal terror, una stasis provocada, prolongada, y al fin disuelta por aquello que yo llamo el ritmo de la belleza.”, ps. 212/ 3.

       Una vez más la imagen de la escalera, ahora escenario donde tiene lugar el castigo; los ojos de ella como dardos lo focalizan oblicuamente.
       Contraposición de un espacio de luz y otro de sombra. Primer movimiento: extienden bajo sus pies alfombras, esperan su paso; segundo movimiento: saludo glacial, instante del desprecio, mirada oblicua, chorro de ponzoña líquida.

 

45    El sueño de Giacomo recuerda una escena futura en el tiempo -dice Ellmann en Giacomo Joyce-:
       “...cuando su alumna ya estaba casada y llena de nociones sexuales (‘adulterio de la sabiduría’), así como de serpentinos infernales designios sobre él. Atemorizado por esta fatal complicación, despierta a la realidad y a la reafirmación marital.
       Este sueño contrasta con uno que Joyce contará más adelante a Herbert Gorman, en el cual Molly Bloom -también más tarde en el tiempo- le arrojaba una tabaquera con forma de ataúd diciéndole: ‘Yo también lo he hecho con usted Sr. Joyce, mientras Ezra Pound (en lugar de Gogarty) estaba parado al lado suyo. Molly lo rechaza mientras la alumna de Giacomo está a punto de seducirlo. Como en una de sus epifanías, Joyce temblorosamente pidió por ‘un abandono inicuo’ y lo hizo posible tanto en la escena de mayor tensión de Ulises como en ésta.”, p. xxxvi.
 
       Es el párrafo axial de Giacomo que resume la complejidad técnica y ficcional en la que el deseo por una mujer impide la metamorfosis literaria. Es decir, lo biográfico aparece en primer plano. El ella concentra a varias mujeres: Miss Popper, la joven de Retrato y Nora Barnacle. Por eso, en el raconto, la habitación parisina reúne el hilo central de todas las trasposiciones. En su viaje a Dublín con su hijo Georgie, Cosgrave (en Retrato, Lynch) le confiesa que salía con Nora a pasear por la orilla del río. En la vida real se trataba de una confabulación urdida junto a Gogarty, que Byrne logra desentrañar. De ese episodio se conservan cartas de Joyce, primero acusándola desesperadamente por haberlo engañado, luego con signo de notorio arrepentimiento. La más apasionada correspondencia que jamás escribió en su vida. Ahora en Giacomo, el adúltero es él, pero en la trama de un recuerdo vivido en París cuando ese ella era Nora.

       Por primera vez Joyce nombra a Ulises dentro de su propia obra. Está en plena gestación Molly Bloom, mujer con todos los atributos de la raza y la sabiduría.

       James, en el original Jim apela al nombre íntimo.
      
46         Jan Pieters Sweelink (1562‑1621). Compositor holandés, discípulo de Zarlino, teórico italiano y maestro de la capilla de la iglesia de San Marcos en Venecia, donde se ordenó de sacerdote. Las composiciones para órgano están consideradas como uno de los antecedentes de J. S. Bach. Escribió también piezas para clavecín y composiciones vocales.
           
               
       “¡Escríbelo, carajo, escríbelo! ¿Es que sirves para otra cosa?”. A la misma conclusión llega Stephen en Retrato:
       “Y trataré de expresarme de algún modo en vida y arte, tan libremente como me sea posible, tan plenamente como me sea posible, usando para mi defensa las únicas armas que me permito usar: silencio, destierro y astucia”, p. 257.
      

47         La pregunta y su respuesta podrían corresponder a un monólogo reflexivo. Pero no es así, se trata de la trasposición de una frase.
            En el primer acto de Exilados, Beatrice al llegar a la casa de Ricardo dice las mismas palabras que la alumna de Giacomo:
            “-Porque de otro modo no podía verlo.”, p. 16

           
48         “Non hunc sed Barabbam!” (en latín). “No aquél sino Barrabás”. Paráfrasis que alude al pasaje comprendido en San Mateo 27, desde el versículo 16 al 22, en el que el pueblo ante Poncio Pilatos decide juzgar a Jesús, que se dice el Cristo, pidiendo clemencia por Barrabás. Es posible que el giro esté inspirado en la versión latina de la Biblia de Jerónimo, también llamada Vulgata.
           
       Entre la crucifixión y la libertad, el protagonista de Giacomo resuelve la duda exclamativamente optando por la finitud, lo mortal, por Barrabás: (en hebreo) hijo de hombre.

 

49         El apartamento desnudo, un sombrero de mujer con flores rojas, el piano largo y negro: ataúd de música y su música transpuestos temáticamente al Capítulo V de Retrato:
            “La vio que venía hacia él, en una pausa de las conversaciones para decirle que cantara una de aquellas canciones suyas tan curiosas. Y se vio a sí mismo, sentado ante un piano viejo haciendo vibrar dulcemente las cuerdas, a tientas sobre las teclas moteadas, y cantando entre la cháchara de la conversación  de nuevo reanudada, cantando para ella, reclinada en la repisa de la chimenea, alguna delicada canción de la época isabelina, un triste y dulce lamento de despedida, o el canto de victoria de Agincourt o la chispeante tonada de Greensleeves. Y mientras él cantaba, y ella le estaba escuchando, o fingiendo escuchar, sentía el corazón en reposo; pero cuando se terminaban las deliciosas canciones arcaicas y oía de nuevo el rumor de las voces, se acordaba de pronto de aquella frase irónica que él mismo había forjado: ‘casa donde a los muchachos solteros les llaman por el diminutivo un poquito prematuramente’.”, p. 226.

 

50         Envío, enviado; en la Edad Media, mensajero.
     Poéticamente: coda. En el lenguaje epistolar: post scriptum, posdata.

       Paraguas: palabra empleada por Joyce seis veces en las páginas 244/ 5/ 6 de Retrato. Los estudiantes mediante gestos la utilizan para confirmar sus expresiones.

       En Ulises:
       “Un hermano se olvida tan fácilmente como un paraguas.”, p. 237.

       Ellmann, en James Joyce, escribe que en el año 1933, la Signorina Popper, convertida en Signora Risolo, pidió y recibió autorización para traducir Dublineses.
       Una carta de ella, fechada el 19 de febrero de 1933, se encontraba entre los papeles de Joyce. El libro, publicado bajo el título de Araby, contiene un prefacio de Amalia. Este fue el único favor que le otorgó a Joyce.

 

                                   Agradecemos a Macarena Gagliardi Cordiviola y a Moira Fradinger el habernos acompañado en la compleja travesía de esta traducción.

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