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©2003
Liliana Heer

Apertura

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Por Horacio González

Liliana y Arturo me invitaron a decir unas palabras ante el comienzo de estas Autopistas. Es la segunda vez que se hacen, y recuerdo la primera vez en la que también había participado, en ese momento el director de esta Biblioteca era Silvio Maresca que esta aquí en la sala. Hoy me toco a mí por los avatares e inclemencias de las diversas situaciones argentinas estar aquí como subdirector de esta Biblioteca, digo esto porque me parece que tenemos que tener fe en las instituciones, en su continuidad, fe y respeto por el modo en que se fueron enhebrando las situaciones y esto no quiere decir que no haya que luchar en ellas, que no haya que criticarlas, por cierto que mucho, y que no haya que hacer esfuerzos últimos para modificar todo lo que tienen de opresivo. Pero esa fe la entiendo como de índole libertaria, permite la continuidad de estas instituciones valiosísimas pero enteramente frágiles. Personalmente, ahora comprendo lo frágiles que son y los esfuerzos superiores que hay que hacer para que todas nuestras inclinaciones, preferencias y justos deseos de manifestación en términos de nuestras creencias últimas tengan en cuenta  su fragilidad; lo cual no hace de nadie portador de valores ni trascendentales ni conservadores ni arcaicos, pero algunas de estas cosas son inspiradoras cuando las ponemos en juego también para interpretar estas instituciones culturales.
La continuidad de la Biblioteca Nacional creo que se hace posible por muchos esfuerzos e instancias, cuento entre ellos el de Autopistas de la palabra, éste grupo ocasional, autónomo, autogenerado, que pertenece a distintas instituciones, y elige esta sala, no puede ser sino a lo largo del tiempo manifestación también de esa fe que hace que las instituciones  conserven su vitalidad. Por otro lado, el tema que convoca estas reuniones también forma parte de un estilo perfectamente reconocible entre nosotros, es el cruce, la articulación entre distintos conocimientos que nos ocupan, profesionalmente o no, ocasionalmente o no. El psicoanálisis y la literatura están unidos desde siempre, desde la propia fundación del psicoanálisis. Pero si el que esté tentado de decir la fundación de la literatura no sería exactamente lo mismo porque sin duda el psicoanálisis es un tipo especial de literatura y la literatura es un enorme tejido de memorias y arcaísmos que ahora sí rescato, donde el psicoanálisis hizo y sigue haciendo su trabajo de búsqueda de inspiración, de alegorías, de metáforas o incluso, para tomar la literatura tal cual es. De modo que en esta invitación a ver los cruces, las articulaciones y que al mismo tiempo las personas que expongan sus trabajos, se llamen articuladores y demás, no deja de ser también el nexo interno con el cual -y eso lo reconozco como parte de un estilo que en la Argentina fue y es muy fecundo- de poner frente a frente los lenguajes, los estilos, hacerlos entrar en una suerte de asamblea, no sin lo que tiene propiamente una asamblea que es el intento de refutación o de reivindicación para que cada uno reconozca en el otro lo que efectivamente le debe o por lo que efectivamente tiene que entrar en duelo, de modo que la idea de duelo o de payada, si quisiéramos decirlo así también, es una idea central de la cultura. La cultura no es mera acumulación de hechos, si no seríamos los famosos culturosos que siempre tendríamos a quien criticar, sino que también es anulación, también es olvido, es agresión, ¿porque no? ¿Recuerden la lectura de Masotta?, en la etimología de la palabra agresión está el progresar, incluso el caminar, así que en ese sentido es una especie de manifestación del ser de la dialéctica donde algún tipo de ignorancia sobre lo que se está haciendo es necesaria. De modo que estos acontecimientos son del estilo intelectual que se viene practicando hace largo tiempo en el país, vacilo en decir estilo Argentino para no generar una polémica, pero personalmente no tengo problema en decir que es un estilo Argentino que ha dado y seguirá dando grandes frutos y que tiene acá fuertes exponentes porque la Argentina es un espacio intelectual, por supuesto todo lo conflictivo que se quiera, pero de enorme calidad, donde el psicoanálisis fue fecundo, la literatura se practica con toda clase de artificios e imaginerías. Precisamente en la confrontación de los autores el programa es realmente fantástico porque es preocupante la confrontación que hay entre todos los autores que se eligieron aquí. Porque evidentemente fracasaría quien quiera buscar afinidades pero también fracasaría quien quiera buscar contraposiciones estrictas. En realidad yo diría que forma parte de lo que se podría llamar una utopía literaria y muchos la han llamado así, es decir el psicoanálisis y la literatura  finalmente propenden en lo mismo pero eso mismo no es fácil de definir, es la búsqueda del propio psicoanálisis y de la literatura. Estos autores, un Macedonio Fernández, un Néstor Sánchez, un Masotta o un Martínez Estrada, un Murena o Pizarnik son el juego incesante de lo dispar y la búsqueda de algo que nunca sabemos definir muy bien qué es lo que los ata, lo que los cruza como dice bien el programa. Por eso el programa sostiene buena parte de la vida intelectual tal como la practicamos nosotros en este país conflictivo que busca formas superadoras de justicia, éstas no pueden darse nunca si no se examinan las raíces intelectuales de los procesos históricos y creo que éste encuentro está  perfectamente encaminado hacia ello con su ajustado y al mismo tiempo utópico programa.
Bueno, muchas gracias a todos por estar aquí.

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Argentina relato
Testimonios de una verdad literal
Por Liliana Heer


I

En Octubre de 2002, el tema central de estas Jornadas giró alrededor del trauma. Escritores y psicoanalistas nos reunimos en la Biblioteca Nacional a pensar, a partir de ciertos textos paradigmáticos de la literatura argentina, la crisis que atravesaba el país siguiendo la hipótesis de la sobredeterminación y el malentendido de ciertas alianzas más acá de la ley. Recuerdo que en el momento de concluir, se privilegió la resonancia de Borges: “Si no condenamos a Martín Fierro es porque sabemos que los actos suelen calumniar a los hombres. Alguien puede robar y no ser ladrón, matar y no ser asesino”. Partiendo de esa cita, Frydman definió una ética que resumía la identidad de nuestra descendencia: hijos de Fierro o de Borges deambulando entre la desmemoria de lo dicho y los efectos del decir.

Hoy, Junio de 2005, momento de pasaje de la Argentina del trauma a la movilidad de lo narrable, del como llegamos al como seguimos, el núcleo a investigar gira en torno a lo nuevo del legado. ¿Qué ocurre cuando lo contingente no deviene necesario sino su envés: cuando permanece siempre nuevamente inédito?
No estamos ante la pretensión de encontrar una verdad perdida, tampoco ante el intento de descubrir la Cosa que jamás será plausible de ser cifrada porque nunca existió. Partiendo del arte como una expresión que responde a la lógica de organizar el vacío, la búsqueda nos sitúa entre lo real y el significante, entre el acto y el lenguaje. Variaciones del futuro anterior, tiempo verbal de la anticipación simbólica. Dos líneas de tiempo con funciones opuestas intervienen, lo interesante es que mientras una es continua, la otra es discontinua y viceversa.
Ni el tiempo fuera del tiempo ni el orden de la historia a torniquete. La idea es pensar el intervalo -sede del conflicto y el poder-, las contradicciones, el antagonismo, los semblantes de lo irreconciliable.
Dar al testimonio literario la oportunidad de abrir el cul-de-sac, los callejones sin salida que impiden el pasaje y dificultan el pleno alcance de los textos en su efecto de retroversión: lo que habrá sido este país para lo que está llegando a ser. Diferencias entre lo escrito y lo leído, huecos en los que el pasado se resignifica. Así como lo que se dice está en aquello que se escucha, lo que se escribe no es un dato absoluto, depende de cómo se lee.


II

“El siglo que suprima la herencia comenzará por heredar casi nada”, escribió Macedonio en su juventud. Quizá podría traducirse por: Una forma de morir es masticar hasta la última partícula que nos engendró. Un convite a mantener en la boca el bocado que cifró la letra. El canto vuelve con otros ritmos, persevera teñido, conmociona, alerta, amenaza, promete.

 “Todo parecía confluir a una desmemoria si se prefiere impersonal y deslumbrada”, escribe Sánchez en su breve homenaje al poeta Juan L.Ortiz, y concluye: “...¿puede, viejo querido, perdurar inútilmente entre nosotros?” A ese adjetivo parece responder Macedonio en Una novela que comienza
 “¡lo que son las cosas!, sus pasajes serios me hacen pensar...”

Desde la estudiante virgen de Guido, cómplice de un crimen, al crimen organizado “En la semana trágica”, el virus de clase prolifera, no hay sosiego ni familia ni pureza. Mientras los hermanos de la burguesía decadente se manguerean desnudos en la terraza, Viñas exhibe en “paños menores” los emblemas de la historia oficial.

La madre en su teatro de voces jamás corre el telón. Dicen que el deseo sólo se satisface en el incesto y en el asesinato. El sol de Leónidas Lamborghini. “Lo freudiano está en la suspicacia del lector”, asegura Martínez Estrada.

Pizarnik-Puig: Una mesa potenciada por el imán de lo inclasificable. Escritura en abismo y pasión lenguaraz.

“Detrás del gran rey cuelga un cuero pintado...
He visto una visión que no es mentira en el agua del pozo. Vi el funeral del rey. No falta mucho...” puntúa Gallardo. El pozo es cisterna en La lluvia de fuego, Lugones hace llegar el agua al cuello del protagonista en su baño fúnebre antes que los labios rocen el veneno.

Masotta-Arlt, un estigma del doble. Padre nuestro que no estás en los cielos, el hijo no esperaba sufrir y sin embargo una mirada escupiría su frente. ¿Deuda? ¿Culpa? ¿Pecado? Si de una partida de truco se tratara, Murena oiría: Contra flor al resto. Al pecado, la peste.*

Trovadores del cuerpo literal, sucesos, mitos, antídotos, rituales que en su oposición potencian el despliegue de un heroísmo irónico, escrito a parrafadas, disuelto en intercambios por momentos testimoniales, a veces líricos, otras sadeanos, siempre astillando vértices de impotencia para representar el entripado del odio.

El poder de la palabra escrita, su movilidad, la resonancia en el tiempo: modos de leer que dan lugar a figuras distintas del legado. Variantes que vinculan estilos e identifican modalidades de resistencia no siempre dóciles a la interpretación. Voces del pensar nacional, testigos de la reflexión de una época, pistas de horizontes más y menos utópicos.

Estamos reunidos para escuchar los cruces, los duelos, los desafíos, el terreno común de esa y no otra escena.

* Ahí donde Freud alude a la sopresa que van a experimentar los norteamericanos por el decir del psicoanálisis, Lacan traduce: “No saben que nosotros les traemos la peste.”