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Liliana Heer
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Reseñas sobre Dejarse Llevar
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Diario Uno más Uno
Por Rafael López
México, junio de 1981
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Empieza a ser notorio -sin que esto signifique por ningún motivo infortunio- la presencia, en la narrativa latinoamericana actual, de personajes simples, comunes y corrientes.
Despojados de rasgos extraordinarios, como los de Doña Bárbara; o de cualidades tan peculiares como los de Arcadio Buendía o La Maga, los protagonistas de esta vertiente literaria aparecen también reconocibles y más cercanos al lector ordinario. Tal es el caso de los personajes del libro de cuentos Dejarse llevar de Liliana Heer, publicado por Ediciones Corregidor en 1980.
Dejarse llevar es un volumen de catorce pequeñas historias a las que une terrible denominador común; cierta cruel percepción de la realidad, en la que los personajes son victimarios o víctimas de su propia locura cotidiana. Sin embargo, la fantasmagoría de los relatos puede pasar desapercibida, debido a la llaneza de los caracteres y a la trama tan desteñida que a veces presenta la narradora. Póngase por caso "La carta a Ricardo" donde toda la acción se resume en el desdoblamiento de la personalidad de Rubén, acuciada por la carta que no recibió Ricardo, quien es un erotomanito clandestino y perverso.
Puede pensarse que la intención de Liliana Heer es mostrar la patología de ciertos tipos de marginados mediante un solo trazo: una especie de viñetas japonesas. Virtud que logra, sobre todo y sin duda, en "Asiento número 17" y "Juan Cruz". Relatos que, paso a paso, evidencian al lector las deformaciones que agobian a estos seres enfermizos y desdichados.
En un lenguaje escueto, acorde con el tono e intenciones de la autora (aunque algunas palabras resulten inquietantes: insumían, citaciones, rejuntadero, revisación), se logra la uniformidad de ésta, que puede suponerse, primera obra; y se adivina la sucesión inmediata de nuevos y sólidos encuentros con un mundo trazado a la usanza oriental por Liliana Heer; quien por cierto participó en el pasado cuarto Congreso de Escritores, celebrado en esta ciudad, donde manifestó su preocupación por la creación en el exilio.
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