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Liliana Heer
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Escuela de la Orientación Lacaniana
Lunes 7 de junio de 2010
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Carlos Gustavo Motta:
Liliana Heer es escritora y psicoanalista, Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Varios de sus textos fueron traducidos al inglés, italiano, francés y serbio. Su estilo de narrar no se limita a la circunstancia de contar historias, recorre un trabajo cuyo foco es la propia materia literaria, la decisión que implica el lenguaje tomado como experiencia.
El Sol después tiene 6 capítulos y una apostilla que tiene como título: Signos de amor. El primer capítulo se llama Nicole:
“Sólo conozco algunos versos, los alterno,
los combino, los repito. Dejos graves, pastosos, blueseados. Nadie entiende este idioma.
La ignorancia fanatiza, crea idólatras,
adictos, androides.
Al bajar de la tarima,
me sostienen con las palmas de las manos,
ruedo por encima de cabezas, hombros, brazos.
Los músicos tocan un lento, el frenesí decrece,
algunos enardecidos protestan, las luces centellean tonos azul naranja verde moco.
El ingeniero me rescata, lucha con cuerpos de goma, relajados, contraídos, tensos.
Tardamos en salir al vacío.”
Les va a hablar Jorge Chamorro, Analista, Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
Jorge Chamorro:
La novela de Liliana Heer, presenta de una forma sutil la trama de dos viajes cuyos caminos y medios se separan y cruzan. Es la elaboración de lo que podríamos llamar la inestabilidad del sentido y sus consecuencias. Me propongo destacar algunos puntos que den cuenta de mi lectura.
Tenemos un viaje a Serbia que recorre un camino geográfico cuyos medios de transporte introducen una movilidad en el relato, que no será sin consecuencias para la mentada movilidad del sentido...
Este doble viaje lineal uno con fronteras precisas, sus medios, el coche, el barco será la ocasión de bifurcaciones, a veces laberínticas que es donde se cruza el otro que denominamos, los impases del sentido.
Este viaje tiene algunas resonancias por sus diferencias con el viaje que realiza Matsuo Basho llamado las Sendas de Oku. Aquí se trata de un viaje espiritual, que más bien se ordena alrededor del despojamiento que incluye la perdida de sentido.
Todo esto no deja de tener ecos en lo que podríamos llamar el viaje psicoanalítico que se puede ubicar como un conocete a ti mismo en versión ascesis del sentido. Despojamiento entonces que encuentra en el vacío denominado falta en ser, los fundamentos de una escritura.
Aparecen en el texto ricas y diversas formas de tratarse con la realidad…..es decir el mentado viaje a Serbia.
Asi aparecen las tramposas siluetas… que abre las distancia entre silueta y realidad...
También el o los cuerpos harán un viaje sin escalas que pasando el esperma, se localizara a través del microscopio, para mostrar allí…..el movimiento.
Cabe observar que el movimiento tiene que ser constante, y por diversos medios sino no habría inestabilidad del sentido.
Una frase ilumina el texto todo: “actúo sin director cuento anécdotas arbitrarias, discontinuas”.
También que un nacimiento se produzca en una casa rodante subrayara doblemente el desplazamiento que permite a la autora inventar para distinguirlo del mentir.
De esta forma componiendo el cuadro las servilletas vuelan mientras las palabras entran por los ojos para componer una experiencia del vértigo, al compas de un nacimiento por avalancha y “bendecida por la velocidad, en los muslos…..”
Sin embargo este movimiento rico disperso creativa, sin director, buscará y encontrará una brújula.
“Tardamos de salir del vacío, sin embargo este vacío se llena de sexo que no excluye el deseo de matar…” Alli donde en las sendas de Oku el vacío genera la escritura, aquí el vacío dará lugar al sexo y la muerte.
“Entender entre líneas” será finalmente la brújula que nos ofrece un texto que no se entrega sin sus reticencias pero que al mismo tiempo no dejas de darnos indicios que convocan a su lectura..
Carlos Gustavo Motta:
Cito el comienzo del Capítulo 3, Ima Dana
“HAY DÍAS, dice la canción. Con velos de niebla, turbio el paisaje que araña el viento, eso no dice.
Los gustos imperceptiblemente se imponen.
Dejamos la barcaza al amanecer.
La idea es ir a la ciudad grande, caminar por las calles del barrio antiguo, ver las farolas encendidas. Celebrar.
Uno de mis padres me contaba:
Nací en Belgrado.
No dejes de visitar a la familia cuando viajes, el edificio sigue en pie, es cuestión de ascender por escaleras hasta el quinto piso. Al decir mi nombre volarás por el aire, no conozco mejor manera de llegar al fuerte turco…”
Carlos Dante García, es psicoanalista, es A.M.E esto es, Analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
Jorge Chamorro:
Un segundo, el ingeniero se transforma en escultor. Justamente un ingeniero, que es tan igual a sí mismo, se transforma en escultor. El texto dice, se transforma en escultor por las vías de un lente curvo que le permite ver las curvas que no se perciben. Es muy interesante cómo el texto desplaza la consistencia.
Carlos Dante García:
En un restaurante muy cerca de Plaza España en Roma, un mozo antes de traer el pedido, conversando sobre las diferencias y coincidencias sobre los italianos y sobre los argentinos, me dice: “Un argentino es un italiano que habla en castellano”. Yo me quedé muy sorprendido, pero hay algo de verdad en eso, en la relación que un argentino puede tener con la lengua. Propongo considerar que en un cierto sentido, el texto de Liliana, si bien es una novela poética que narra en castellano, su experiencia con la lengua serbia, ella nos transmite en castellano algo de la experiencia poética, de su experiencia poética con la lengua serbia. Me parece que ella trata de transmitir esa experiencia: a través del castellano, dejando pistas del serbio en varios lugares de su novela, atrapa, conduce hacia su amor por la lengua serbia. De hecho, el párrafo que recién leyó Carlos Gustavo Motta, Ima Dana quiere decir “Algunos días”. Uno se despista un poco, ¿cuál es el juego que hace Liliana sobre el serbio?
Ayer me metí en Internet para escuchar algunas canciones serbias, que están mencionadas en la novela, para tratar de captar algo de esta relación con la lengua. Lo recomiendo. De hecho, me deje llevar por esa experiencia de división que también me produjo el texto como decía Jorge. En una primera lectura se me ocurrió hacer un comentario del texto construido mediante la extracción perlas de metáforas expandidas a lo largo del texto. Era un modo de detener ese efecto de pérdida de sentido que me produjo el texto. Después me dije: “no, voy a tratar de entender qué es una novela poética, voy a leer sobre lo que es una novela poética”. Entonces me encontré con el texto de Jorge Monteleone al final del libro. Recomiendo q leer el texto de Liliana varias veces, más de lo que decía Jorge Chamorro. Por varias razones. Entre ellas, porque es una delicia su escritura y porque es difícil sustraerse al efecto de división que provoca la pérdida de sentido.
Monteleone da un marco para poder leer. Entre muchas de las cosas que propone, dice que es una novela poética y dice que es una historia de amor metaforizada en un viaje. En ese sentido, las apostillas propuestas me funcionaban como marco, pero cuando iba avanzando en los capítulos se me complicaba porque resulta que cada capítulo trataba temas diversos o mejor aún, me parecía que trataba temas diversos, aunque podemos estar seguros que se trata de un viaje y voy a decir, según mi lectura lo que me parece ser la cuestión central: el amor. Hasta la problemática del teatro que también aparecen ahí como personajes algunos personajes de la novela. El amor esta tratado en una dimensión temporal distinta a la habitual. Comúnmente tendemos a pensar en el psicoanálisis y en la experiencia de vida y de lectura que el amor es un amor a primera vista, esto es, que el amor viene primero y después viene el goce de los cuerpos en el encuentro sexual. Hay una frase impresionante en el texto, que seguí en toda su toda la secuencia pensando primero si formaría parte de una pérdida de sentido como ocurría en tantas otras ocasiones. La frase es “el amor a última vista”. Es un amor que se arma después. Después ¿de que? De una vista, de una despedida, de un viaje, del encuentro con un hombre, del encuentro con una lengua que no domina. Y entonces allí, empecé a revisar el efecto del amor en el texto y esto es lo que les propongo constatar. Hay un efecto del amor que se produce después del encuentro con la satisfacción, de la satisfacción que se produce en el cuerpo y con la lengua. Es decir, que el amor no viene primero sino que viene después; primero la satisfacción y luego el amor. Es un después de la idea que tenemos respecto del amor. Esto es interesante para la cuestión del psicoanálisis, si esto es así, abre una perspectiva que yo encuentro en mi clínica, en mi práctica. No es sólo el amor o un viaje del amor sino que el amor se produce en un encuentro posterior al goce producido por la lengua y, o, por el cuerpo.
Quiero hacer un contrapunto además de esta idea que encontré y pensé podía transmitirles, en algo que desarrolló Jorge recién como la pérdida de sentido. Estoy totalmente de acuerdo, la novela se dirige a una pérdida constante de irrealizar el referente, de irrealización del referente de aquello de lo que habla, de la cosa a la que se refiere. Aunque se mantiene siempre en serbia, la lengua y el país, de lo que habla va cambiando, produciendo efectos de pérdida de sentido, o sea, trabaja sobre la lengua en castellano pero incluyendo referencias muy precisas a la lengua serbia. Quiero establecer un contrapunto, el que hay entre cómo construir una novela para sostener el sentido y cómo construir una novela para hacer palidecer el sentido. Quiero extraer ciertas frases de Liliana para tratar esta cuestión. Hay una frase en la página 21, cuando habla de la brújula. Dice así: “Él se quita la campera, saca del bolsillo una brújula. Sobre la mesa oscila el norte”. Es hermosa la frase, metafórica, también metonímica, porque está diciendo “el norte oscila sobre la mesa”. Uno capta el sentido de lo que quiere decir porque tiene la referencia de la brújula. El norte oscila sobre la mesa a partir de la frase, la brújula. Esta frase es una frase poética que permiten hilvanar un diálogo y una coherencia de sentido, produciendo un efecto de sentido, como tantas otras a lo largo de la novela. Tomemos otra frase que funciona de manera muy distinta. En el capítulo 5, página 94 “Él diálogo camina por las esquinas”. Revisé y no había ningún diálogo anterior y de pronto aparece un diálogo caminando por las esquinas, o sea, rompe totalmente el sentido de lo que venía diciendo, porque no había ningún diálogo. En el capítulo 6, página 108 dice “Un cabo suelto invita a soltar la cadena completa”, impresionante, no había ningún cabo suelto, ninguna cadena, ¿Cómo ubico esta frase en lo que viene diciendo de la relación entre un hombre y una mujer? A veces, se sueltan las cadenas, pero no quiere decir que ella esté hablando de que en la relación entre un hombre y una mujer hay alguna cadena suelta. Capítulo 4: “Cristo agoniza en un solo de azar e improvisación”. Toda la figura de Cristo está abordada ahí bajo la forma de un puesta en escena y es lo opuesto a lo que diría la tradición religiosa: no hay azar en lo que ocurre con Cristo porque ya estaba escrito. Otra referencia de irrealización del referente, capítulo 3: “Un suspiro, dos gargantas, un grito”. Ninguna referencia a la dimensión del grito o del suspiro o de las gargantas. Lo mismo ocurre con “Sabor a vidrio y arena”, es otra metáfora hermosa ¿difícil, no? Y muchas más cuando dice, página 58, “Pronuncia mi nombre entre lagartos de fuego”. Otra referencia donde rompe el sentido de todo lo que viene desarrollando. Entonces: ¿qué conclusión saco en esta segunda parte del comentario? Liliana trabaja sobre la lengua haciendo perder el sentido, y transmite con esta pérdida de sentido un cierto sabor, el goce que encuentra en esa pérdida de sentido para que el lector la comparta. Uno, si trata de guiarse por la coherencia de lo que dice el texto, no puede disfrutar o hacer ameno esas metáforas que va creando la autora en las pérdidas de sentido. Esta es mi segunda conclusión.
El tercer punto, es una pregunta que le hago Liliana, porque leí una página de ella en Internet que publicó con Liliana Popovic. Un artículo donde exponen la particularidad que tiene la lengua serbia en el pasaje del verso libre y la prosa poética desarrollada por sus poetas. Mi pregunta es, teniendo en cuenta que la lengua serbia -dentro de lo que puedo balbucear- no se maneja, por lo que leí, con los artículos, no se maneja con los sustantivos y los adjetivos se declinan permitiendo utilizar menor cantidad de preposiciones. “ El idioma serbio tiene ciertos rasgos diferentes del castellano: no existen los artículos, los sustantivos y los adjetivos se declinan permitiendo utilizar menor cantidad de preposiciones”. Liliana dice en ese texto que estas carencias, en vez de ser carencias, son una ventaja que dan al lenguaje determinado valor: la imagen es condesada y su música se refracta. La pregunta que le hago a Liliana es si hay partes de la secuencia de la novela donde está presente esta particularidad de la lengua serbia que haces producir con la lengua castellana mediante la ruptura de sentido. Busqué esto en algunos términos, me pareció que no, pero quería preguntarle sobre ese punto.
Busqué también algunas perlas de la lengua serbia que hay en la novela, busqué en Internet para ver de qué se trataba. Hay una canción de Goran Bregovic, Liliana incluye en el libro una primera parte de esa canción que es hermosa: “Nunca volveré al lugar donde nací/ nadie me espera/ hace mucho los rostros/ perdieron el color/ hace mucho olvidé sus nombres” Hasta ahí el texto en la novela, pero la canción sigue y tiene que ver con el amor. ¿por qué fue sacada esa parte del amor? Uno vuelve a encontrar la cuestión del amor en esa canción. Sigue así: “Pero a veces en el invierno, mientras los vientos están llorando por el día, yo te recuerdo mi amor pasado. Y algo de sensibilidad ha pasado y algo susurra en mi corazón y sé que en este mundo estoy solo”. A pesar del amor. Hay también una idea del amor que es soledad, no complemento con el otro. Mi pregunta es: ¿cuál es la idea al sacar esta parte del texto incluida en la temática del amor? No tiene que haber una razón para escribir.
Carlos Gustavo Motta:
Capítulo 6, Oasis:
“Es el largo día de la noche del teatro los amigos la casona.
No sé quien nos trajo hasta el hotel, ¿habremos caminado?
Apenas puedo hablar, me vence el sueño.
Todavía no acepto que termine,
examino las molduras del techo,
uso el brazalete de monóculo, enfoco los candelabros,
las borlas del cortinado, el caos que nos rodea.
Persevero impiadoso disco blanco dividido en tajadas
Y en esa pelea rescato una imagen.”
Silvia Hopenhayn es periodista y escritora, columnista de La Nación, ganadora del premio Konex 1997 por mejor Periodista Literaria, actualmente coordina el ciclo “La Ficción y los hacedores” en la Casa de la Cultura, entre tantas cosas que ella realiza.
Silvia Hopenhayn:
Motivada por lo que escucho, quizás luego me largo a conversar. Traje una experiencia que tuve con el texto, una experiencia no sólo de lectura sino de textura. Después van a ver un video que tiene que ver con las imágenes que el texto promueve o expulsa. Con Reynaldo Sietecase, tuve que hacer la voz en off, entonces tuve que decir el texto, que no es lo mismo que leerlo. Como dice otro personaje de Liliana, en otra novela de Liliana Neón: “mi boca parecía un tubo de ensayos”. Me pasó y hubo como un sedimento de las palabras. Porque en realidad los libros de Liliana tienen algo de experimento, no al estilo de Chernobyl sino como cuando somos niños y probamos cosas, y suceden cosas raras. Como poner pétalos remojados en alcohol a ver si largan perfume, o hacer un rejunte de bichos a ver si la pata de uno coincide con el cuerpo de otro. En general, las novelas de Liliana nos hacen experimentar. Yo, como estoy aquí de intrusa, voy a hacer una paseíto por esa experimentación que tiene que ver con las novelas de Liliana. Cuando hablo de experimentar, no estoy hablando de literatura experimental, para nada. No se trata de literatura experimental, no tiene que ver ni con vanguardia ni con transgresión. Está más relacionado con el acontecer, el ser del acontecer heideggereano en el origen de la obra de arte. Por eso sus libros son más como obras de arte, quizás por eso el sentido no es narrativo, sino que es un artefacto que se hace ver, escuchar, es un prisma, se leen con el oído. Así como John Cage se puede escuchar con los ojos, o las películas de Herzog llegan al pecho.
En este caso experimentamos el arte que, insisto, no es lo mismo que el arte de la experimentación. Por ejemplo, vamos a hacer un paneo, en Bloyd
-que ganó el premio Boris Vian en 1984-, experimentamos el burdel y el jaspeo de la lengua. El jaspeo entre Madam y Bloyd. En Ángeles de vidrio, el título es maravilloso, experimentamos una especie de amor finisecular. El amor, como decía Carlos, está siempre dando vuelta por las páginas de Liliana. Pero un amor visto desde un lugar muy, muy particular. En este caso en Ángeles de vidrio, como es una novela casi futurista desde lo sentimental, la familia se presenta totalmente desarticulada pero la intimidad se regenera entre los amigos y los amigos se hacen cargo de los niños. Ahí experimentamos la herida, lo dice la propia narradora: “Esa herida que se abre y se cierra para evitar la cicatriz”. Es una especie de presente perpetuo, de memoria sin sutura. Además el título siempre me gustó porque los Ángeles de vidrio tienen la posibilidad de romperse y hacernos sangrar.
Hay otra novela llamada Frescos de amor, ahí experimentamos, insisto con la experimentación de la lengua como bien decían aquí, la existencia como una provocación. Una provocación que la puede provocar el olvido por ejemplo. Como se dice allí, en Frescos de amor: “El irónico abismo entre el saber y lo que incita a recordar”. Ahí se juega el incesto, el holograma, y otra vez el amor a gajos. Después tenemos una novela muy moderna, con un nombre estridente Neón, como bien escribió Leonidas Lamborghini en la contratapa -lo queríamos mucho: experimentamos una escritura blanca. Y ponía una frase que me parece muy apropiada para la escritura de Liliana: “Una escritura tan sospechosa de taimada como de perfección”. Me gusta mucho que la perfección coquetee con lo taimado, no lo con lo vistoso. Y esto me hace pensar que Liliana trabaja la hoja, la hoja con la que escribe, más como una piedra, el famoso per via di levare. Rasca la hoja, por eso lo de la escritura blanca que dice Lamborghini, rasca y aparece lo que se deja ver, que no siempre tiene sentido. Y después están los ensayos literarios… Bueno hay más novelas, escribió bastante y la noche se acota. Están los ensayos literarios donde experimentamos a Joyce -que significa experimentar la lengua-, experimentamos a Shakespeare, experimentamos a Camus, a Rimbaud y a Marguerite Duras. Entonces llegamos a El sol después, o después el sol. Y ¿qué experimentamos en El sol después? Por lo menos desde mi lectura, desde la pronunciación, para mí aquí experimentamos el extranjero, que de paso hay una filiación con Camus importante, que ya está presente en otras novelas. En Repetir la cacería incluso hay un capítulo que comienza con el extranjero. No el extranjero como lo extraño. Para nada, tampoco. Hay algo de Duras en lo que pasa en El amante con la guerra, pero en este caso en Yugoslavia, en este caso el amante es Jota. La lengua ajena en el propio cuerpo tiene mucho que ver con la forma del amor en función de esa lengua que raspa. O más bien lo que una lengua le dice a otra, ya ni siquiera están los cuerpos, están las lenguas sueltas relacionándose. Y ahí llego a lo que me motiva este texto. Más que la pérdida de sentido, yo hablaría de lo traducible justamente porque se trata de lo extranjero. Quizás solo se llega a entender la lengua del otro a través de una canción, como bien citaba Carlos, aquí lo tengo también a Goran Bregovic. Además es uno de los músicos de Kusturica. Hay una película, ya que menciono el cine que está tan presente en la obra de Liliana. Hay una película que quizás vieron, acá se tradujo mal. Perdidos en Tokio de Sofía Coppola. El título original es genial, Lost in translation, que tiene una ambigüedad. Literalmente “lost in translation” significa “perdidos en la traducción” pero también puede ser “perdidos en el traslado, en el transcurrir, en la traslación”. La película de Sofía Coppola, para mi gusto, plantea un extranjero mal entendido, porque es el extranjero de lo comparativo, del parámetro. Ahí están Bill Murray y Scarlett Johansson, Bill Murray manifiesta una interesante extrañeza pero todo el tiempo comparativa: los japoneses son más bajos; comen esto, yo como lo otro. Entonces hay todo el tiempo una marca de la diferencia en vez de un verdadero extravío, que es lo que pretende contar la película. En realidad, el título de esa película no lo inventó Sofía Coppola. Es el título de un hermosísimo poema narrativo de James Merril, un norteamericano. Un poema que apareció en su libro Comedias Divinas de 1976, ya murió Merril. En este poema se trata de un niño que trata de armar un rompecabezas y siempre hay una pieza perdida, como en la traducción, y un poco homologa el rompecabezas a la traducción. La pieza perdida que falta para entender el texto seria aquí. Y en El sol después, lo no traducido o no traducible está relacionado con el encuentro imposible entre el hombre y la mujer, que aparece en la página 49 y creo también en la contratapa de Monteleone. La cita es de Liliana, no de Monteleone: “Un hombre y una mujer./ La extrañeza. Algo perdido siempre”. Y entonces, le pedí a mi padre que es un gran traductor de otras épocas, porque este poema no está traducido, si podía traducirme el final de este largo poema que es “Perdidos en la traducción”, y dice así, y lo relaciono con el “algo perdido siempre” de Liliana:
…
Perdido está
¿Enterrado?
¿Una pieza más desaparecida?
Pero nada está perdido
O más bien todo es traducción
Y cada trozo de nosotros está perdido ahí
O encontrado
Vago entre las ruinas
De vez en cuando
Y en ese extravío, el árbol se borra
El color del contexto
imperceptiblemente convierte la perdida
en sombra y fibra,
leche y memoria.
No sé por qué antojo se me vino este poema con la lectura de la novela de Liliana, quizás porque Liliana convierte la traducción -esta experiencia en serbia- en desdoblamiento y el extravío en sorpresa.
Leo El sol después: “…un viaje dentro del viaje./ Heme aquí, duplicada por un recuerdo ajeno./ ¿Y el sol?/ No, últimos rayos, nada más que cielo negro.”
Por eso, como decía al principio, es una novela que… lo decías vos Jorge… nos hace experimentar la lengua en los bordes de lo intraducible. Por eso, también diría que en vez de “perdidos en la traducción” como es el título de James Merril, lo tuyo seria “traducidos en la pérdida”.
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