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Un lector que se encuentre con Ex crituras profanas de Liliana Heer, puede inventar un relato grande, donde las partes fueron antes novelas enteras. Las partes que tejen y deshacen aún los textos. Así todos los relatos proponen un todo relato. Donde hay cifras; del uno al dieciséis. Pero las frases internas forman, también de otro modo, cifras de pasiones difíciles, que hacen muchos, variados, actos de sentido. En el número dieciséis, en tanto ella se altera, ya es el Príncipe latente que dice, “…mi tierra prometida sigue siendo la palabra…” Y su escritura, su tierra prometida que sigue, de Príncipe Latente, ¿qué otra cosa puede ser sino el deseo de la mujer? Esa. Entre las dos cifras, hay un léxico rico y una nube de controversias, que pueden presentar la realidad, y perturbarla. Donde camina la mujer de “atado y revuelo”. Cuando, una segunda obsesión cura la primera. Y atraviesa narraciones que son trenzas de mujer ahogada. Y mira al hombre como distanciado, a gran distancia. Y cose callada, con lo que sobra del hilo. Y siente dos pasos a sus espaldas. Y nada exige ni espera. Y los ángeles de vidrio. Y esa propuesta para el suicidio. Y que es Giganta. Y Niña que se esconde en la caballeriza. Y Celadora que apaga la luz del cuarto. Y aparece alargada de Sonia, y Nora, y Leonor, y Madame, y Federica, y Belén…como en etimologías. Como atractores. Como Liliana. Con mapas, agudezas extrañas, prudencias extrañas. Entonces dice un lector: ¡Va a enamorarme! Cuando, ella responde, femenina irónica, celadora que apaga la luz, Ce n`est pas ma faute. Y un lector halla un hablar de nueva Rimbaud, que como aquel escribiendo Le Ponts, en Illuminations, a veces décourage un commentaire. Porque ella, sí a cada momento, con un rayo de palabras, anota y anonada la comedia humana. Nicolás Peyceré |