Liliana Heer

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Prólogo
Libro
Reseñas

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©2003
Liliana Heer

Libro Diez de Belén,
comúnmente llamado
Pretexto Mozart

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Capítulo 1

(Ezequiel: cincuenta y tres años. Albino. Miope. Paternal y viscoso. Doctor en Medicina. Instinto de profesor. Retórica destemplada. Solitario. Viudo. Heredero. Filatelista). 

(Belén Gautier: diecisiete años, estatura mediana, peso por debajo del normal, dolicocéfala. Leve estrabismo ante los haces de luz. Sugestionable. Melómana. Habitada por la memoria de su pueblo).


Capítulo 2

El decálogo sanitario se interpuso. A cada pregunta del médico una mentira salta de mi boca. Tersa piel con minúsculos dialectos. Su mirada: una lámina negra y brillante. El médico afirma, ni siquiera eso, atestigua. Los argumentos tienen la precisión del espéculo, no existen más que en relación al fin. Se interesó lo suficiente como para actuar. Sus dedos palparon. Arco íntimo. Árbitro de la salud. Quiso celebrar el éxito con ternura material: me desfloró en la camilla.
-¡Vas a terminar enamorándome!     
-Ce n’est pas ma faute -respondí.


Capítulo 3 
        
Algo cambió el idioma de Molière; cierto interés por las membranas del alma tuvo lugar aquella mañana de nevisca. La curiosidad de sentir a la joven recién curada sobre el hombro salvador.


Capítulo 4

Nací en una colonia endémica. ¿Qué significa eso? Un estímulo para crear malentendidos. Los interrogantes sobre el origen lamen los barrotes de la ciencia. Un enigma ejerce atracción, las circunstancias se vuelven antecedentes, el contagio espanta, renueva profecías, da rienda suelta al vencer por vencer.


Capítulo 5

Como los folletines por entrega había sido la curación: cada semana una ronda de practicantes circundaba mi cuerpo. Detectaron la sombra, repitieron la placa, se ordenó un cambio de hábitos. Aunque no sea obedecida, la más simple advertencia genera ilusión de bienestar, remarcó el profesor Ezequiel.


Capítulo 6

Cambio mancha en el pulmón izquierdo por consolar a un viudo, pensé dándome coraje. El viudo hubiera querido repetir el coito cuando volvimos del paseo, pero el temor lo mantuvo cauteloso. Su esposa había muerto a causa de una hemorragia. ¡Basta de sangre! Dios quiere víctimas sufrientes. Mátalo o alábalo.
Yo no tenía intenciones de imitarla. Voy a vivir hasta la última arruga, resolví vehemente y surgió la frase: No quiero compromisos.


Capítulo 7

La charla de pronto adquiere tono confesional. El instante de la sed sin sed se aproxima. Fue único hijo de padres tan ocupados en ellos mismos que sólo pudieron brindarle una relación de hotelería. Empezó a salir con su esposa el día que hicieron el juramento hipocrático; ella también era médica. Siempre le fue infiel con Lucrecia, una prostituta que conoció mientras hacía la residencia y que aún sigue viendo todos los sábados.
 -¿Metodistas?    
 -Soy agnóstico.
 -¿Podría conocerla?     
 -¡No!
 -¿Por qué?    
 -No querías compromisos...
 -Ustedes me enseñarán a evitarlos.