Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

 

 

 


Prólogos

Macedonio como cuerda teatral
Por Horacio González

 

Esta singular obra de teatro es una fantasmagoría textual que pone
en movimiento la obra de Macedonio Fernández. Es sabido que esta obra, prodigio del humor metafísico que puede destilar el acto mismo de la escritura, es particularmente reacia a su trascripción a otros géneros. Liliana Heer logra traducirla a una lengua constantemente alusiva, muy familiar al lector macedoniano, pero también capaz de contener al que no pasó el umbral iniciático de las escrituras del autor de Papeles de Reciénvenido. La obra volcada a marcaciones teatrales, con personajes que despiertan indirectamente el lenguaje de Macedonio –como Tantalia– o son directamente tomados de su propia galería de sus deliciosos figurines –como el Bobo, o el Aspirante a Genio, equivalente o no a Quizagenio–, específicas apariciones macedonianas de una persona que nada es fuera de lo singular de su nombre. Pero aquí los nombres hablan.
La tarea de Liliana Heer junta hebra por hebra la voz interna de
las vetas macedónicas, y va disponiendo un misterioso collage que
podríamos considerar un teatro de los movimientos hogareños de la
escritura. Sin perder el misterio, el mundo de Macedonio gana en
domesticidad.
Macedonio creó una escritura destinada a reflexionar sobre la escritura,
por eso ella asume una inocente apariencia de inmovilidad, como si su avance estuviera inhibido por el procedimiento que desarma o anula el tiempo. Liliana Heer consigue con su transcripción teatral lograr esa misma traza, que asemeja la detención del movimiento, pero para dedicar toda la obra a reflexionar sobre los cimientos últimos de la relación entre escritura y teatro. Teatro de marionetas, quizás, donde un actor mueve los hilos que dan vida a las demás voces, huidas también de los sueños del hombre que también está en escena. El propio Macedonio. Convertido por sus sueños. Que intentan adquirir la realidad del lenguaje, en un rasguido de guitarra, un vacío que hace notar su ausencia, un sueño sin soñador. Estas transfiguraciones exquisitas y arriesgadas sostienen la
obra y el homenaje a Macedonio de Liliana Heer.