Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

 

 

 


Prólogos

UN HOMENAJE EN LA KERMÉS
Por Arturo Frydman

Les cuento. Se trata de un homenaje a Macedonio Fernández.
Se lo imaginan, la originalidad y la muerte se vuelven inevitables.
De a poco van ocupando la escena mediante el acertado recurso de unos discípulos que aspiran tributar a su maestro. Escena sobre la escena sobre la escena.
El clima de la pieza será de extrema fragmentación; imposible configurar un todo, tampoco se pretende. El encanto reside en los permanentes desvíos, ritmos elevados a potencias inconmensurables.
El agasajo adquiere resplandor de kermés, con sus luces y juegos;
encandilando ilusiones, anticipando decepciones.
Un solo homenajeado en la buena posición causa el decir de los
participantes, más por la música de su guitarra que por sus dichos.
Estos ya existen.
En cambio, los discípulos se definen por una medio-existencia: repiten lo que creen haber leído a la espera de la aprobación del maestro.
Juntan fervor con fracaso. Dan cuerpo al murmullo de intelectuales
universitarios: definiciones estudiadas de memoria alguna vez, que sirven para quedar bien sin pizca de creación.
¿Se dan cuenta, no? Son cinco kioscos en los que sus encargados,
amanuenses de la letra, vocean su atracción.
Por último, un coro conformado por un solo actor. Pero no es una tragedia, no hay héroes ni traicionados.
La originalidad se impone como tema y texto en tres actos.
¿Qué decir que aún no haya sido dicho?
¿Qué saber se puede alcanzar respecto del plagio? Siempre se produce a escondidas de todos.
Las preguntas: ¿Existe lo original? ¿Hay vasos comunicantes entre plagio y contagio?
Los nombres: invención, plagio. El poema y su sombra.
La salida: zurcir la sombra al poema.
Y como decía, no hay tragedia. Dicen en la kermés que sólo hay tragedia por sensación de amor y no por muerte. Es que la muerte, si no es acto es pura habladuría.
No se pierdan la función. Pasen señores, pasen