Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

 

 

 


Prólogos

EL CONTINUO MACEDONIANO
Por Guillermo Saavedra

Si el aplauso es, como afirmaba Theodor W. Adorno, la coronación
de un ritual de origen atávico independiente del gusto o el disgusto,
empezar aplaudiendo bien podría entenderse como una invitación
a la sinécdoque: anteponer el efecto a la causa, trastrocar el
camino hacia la consagración desde lo consagrado. Pero aquí las
manos se entregan a lo plausible desde el resbaloso continuum laico
de la risa macedoniana, como si se nos insinuara que empezar por el
final es un modo de recordar que no hay tal cosa, que se vive en el
presente incesante de los estoicos, que postulaban la imposibilidad de
avanzar en el espacio o en el tiempo. Tal vez por eso Liliana Heer ha
elegido, de entre todos los géneros lamborghinianamente rasgados, el
teatro, esa ventana a la eternidad que comienza con un sacrificio y termina
con una carcajada que da pie a un nuevo sacrificio que, a su vez...
e così via. Arriba el telón.