Liliana Heer

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©2003
Liliana Heer

 

 

 


Prólogos

LA LECTURA DEBE CONTINUAR
Por Roberto Ferro

Todo prólogo anuncia lo que será leído, es decir marca la huella,
el sendero a recorrer; aparece como un aviso compactado del querer
decir de un texto escrito en el pasado que un lector autorizado, que
se arroga la plenitud de una potestad inaudita sobre el sentido, presenta
a los demás anticipándoles su futuro.
Cuando en las Jornadas Macedonio Fernández de octubre de 2012
vi por primera vez Para empezar aplaudiendo: “Sin apremio por concluir”
de Liliana Heer, la interpretación de Marcelo Savignone me sorprendió
por el modo en que actuaba algunos de los nudos de la entropía macedoniana.
Ante todo, me conmovió la gestualidad de su voz, no
tan sólo las frases enunciadas, sino ese suplemento inasible que su cuerpo
diseminaba en la escena.
Tomé notas urgentes en el momento en que ocurría la obra, volví
una y otra vez sobre esos apuntes, ahora trato de darles cierta entidad
a algunos de ellos.
La primera palabra era “precursores” seguida de una “K”. El relato
de Borges deshace la seguridad de la mirada retrospectiva que
formula una serie de causalidades que explicarían el sentido de los
textos remitiéndolos a una anterioridad.
El texto representado de Liliana Heer me provoca una inversión
“Macedonio y sus seguidores”, digo con un ilusorio deseo de correspondencia,
de una correspondencia desbaratada, no ya aludiendo a
Cortázar, Piglia, Libertella y otros que en la inminente cercanía del
escena literaria argentina actúan esos roles para un guionista avisado;
no, me refiero a Blanchot, Foucault, Derrida y otros que tanto
deben, sin saberlo, a la voz de Macedonio, en particular porque han
oído sus resonancias en el tartamudeo del gran simulador –literalmente
nombrado así como desaforado elogio–, que ya había estampado
su sarcástica rúbrica estigmatizando la falsa monumentabilidad
de la anterioridad.
La imposibilidad de condensar el sentido de texto en una versión
se agrava en la escritura macedoniana que no se deja amanear por la
noción vulgar del tiempo y su esquemática tripartición y que resiste
cualquier asedio de clausura. No tiene apremio por concluir, por cerrarse.
Acaso por eso, al principio, he tratado de insinuar la ironía que
supone escribir algunas líneas como prólogo a una obra sobre Macedonio,
quien ha perturbado cualquier intento de temporalizar el sentido
de la escritura.
Entonces me rectifico, si me es permitido “para seguir aplaudiendo / sin apremio por concluir”. (Continuará)