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Liliana Heer
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Liliana Heer |
Prólogos
PRÓLOGO A LA SOMBRA
Por Esther Andradi para Liliana Heer y su macedónica
Al mareado espectador le aseguro que también un autor sufre de
vértigo. Por eso viaja poco y nada. Y sin embargo, toda obra que se
precie, está recorrida por un personaje que no está, pero bien que
existe, y es el Viajero. El que ni hace sombra porque no llega a tiempo.
El que aunque nunca sale, siempre está llegando. El que no puede
regresar porque jamás se ha ido. Y así como tréboles, musgos,
flores, ¡y hasta zapallos!, tienen el vicio de moverse de sus raíces para
andar por los aires y crecer, y crecer, y crecer, muchas veces por
encima de sus posibilidades, hay una sombra sobre la que no puede
saltar el Viajero. Una sombra agazapada bajo los niveles de niebla.
Que lo espera, y lo espera, pero la estación está vacía. El tren no llega.
¿Llegará? Sea como fuere, espectador salteado, es seguro que no
vas a sentir la ausencia de quien jamás ha estado. Pero si acaso la
percibieses, aunque no quiero perturbarte, lo verás más como un lento
venir viniendo que como una llegada. Porque una sombra ya
pronto será, aquél que nunca sale, bien que viaja de otro modo.
Quien de su casa se aleja ya ha vuelto, esto es un plagio, una estafa:
su perfil y su carácter queda atrapado por la sombra en la pared. Vieja
pared, la de la hiedra y la glicina. Hay que mirarla con cuidado, a
las águilas no se las mira a los ojos, pa’ no marearse a medias sino
completo.
Berlín, febrero 2014 |