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Liliana Heer |
Prólogos
PRÓLOGO QUE SÓLO QUIERE SER UN PRÓLOGO
Por Gabriel Sada
El texto de Liliana Heer me gustó, lleva la obra de Macedonio a
otro plano. Debería revisar las opiniones de Macedonio sobre el Belarte
Conciencial para ver lo que, imagino yo, diría Macedonio de él. Qué opinión tenía Macedonio sobre las obras de teatro. Como filósofo
tengo más presente las tesis filosóficas del autor argentino.
Pero como se verá nada de esto es demasiado importante. No hay
por qué hacer de Macedonio y de su doctrina un nuevo dogmatismo.
Menos de él, que fue un espíritu libre. Así que juzgo algunos aspectos
de la obra de Liliana con el trasfondo de ser un simple lector e
investigador de Macedonio Fernández.
Liliana Heer conoce con profundidad la obra de Macedonio y ha
captado su espíritu. Digo espíritu pero habría que decir el lenguaje,
la psicología de los personajes y la concepción de muchas de sus teorías.
Pero, hasta donde yo sé ha realizado algo nuevo, que es poner
a Macedonio en lenguaje teatral, porque hasta donde alcanza mi conocimiento
no tenemos ninguna obra de teatro escrita por Macedonio.
Así algunos de los personajes de distintos textos que conforman
la obra de Macedonio (incluido Macedonio mismo) confluyen en el
espacio escénico. En éste, los personajes son y no son los mismos
que los de los textos de Macedonio; liberados de los tiempos y espacios
creados en su oportunidad por Macedonio, se re-piten y se recrean.
La voz de Macedonio se confunde con la de Liliana Heer
según una idea muy querida por el autor: la del almismo ayoico.
Quien conozca la obra de Macedonio sentirá que en esta pieza
hay continuas alusiones al texto macedoniano. Podrá disfrutar de
ellas según su mayor o menor conocimiento de la obra y fragilidad
de su memoria. Doy sólo un ejemplo, en la página 85 y siguientes,
donde los discípulos vienen conversando sobre el deslizamiento de
los textos, uno de los personajes, Aspirante a Genio, señala “el género
no tiene nada que ver”; otro, Desandar, que se empeña en atender
los significantes y no los significados, le da a la expresión
género su significación textil y hace alusión al supuesto nacimiento
de Macedonio en una casa de modistas y al origen de su inclinación
por las curvas y los ángulos que aparece en una de sus Autobiografías;
finalmente un tercero, Tantalia, en quien forma parte el educar
y el dirigir, pide olvidar anécdotas y no plagiar, y allí mismo queda
hecha la alusión implícita al cuento “Tantalia” con la frase: “Al maestro
hay que regarlo, no ahogarlo”. La plurisignificatividad, el
equívoco, la voz detrás de la voz, construyen una trama densa con un
decir que se desdice continuamente y vuelve a decirse.
Los personajes discipulares, a saber, el Bobo, Desandar, Tantalia,
Layda y Aspirante a Genio, quieren llegar a Macedonio, congraciarse
con él, entenderlo y hacerse entender por él. O como dice Heer:
“Los discípulos medio existen, no parecen vivir fuera de lo que han
leído. Poseen la debilidad de ser admiradores, quieren salir a la
aventura y permanecer ocultos”. Pero el recorrido es sinuoso, no
exento de ansiedades y angustias, de mutuas negaciones y rivalidades
entre ellos (algo análogo sucede con todos los lectores de Macedonio).
El telón que al principio separa a Macedonio de sus
discípulos, parece significar esta situación. Si Macedonio aparece
separado físicamente de los discípulos (que no espiritualmente ya
que estos lo re-piten) hacia el final de la obra, el telón queda a medio
abrir, Macedonio habla pero una vez más los vuelve a reenviar a
ellos mismos (porque también ellos son Macedonio, son su expresión
visible). Ellos querían llegar a Macedonio y al llegar, concluir.
Sin saber que Macedonio era un personaje de ellos que les dice “sin
apremios por concluir”: “confúndanse con el espectador, sean impuros,
inconclusos, arbitrarios, recuerden que nadie tiene expectativas
de epílogo, despídanse de esa promiscuidad. Nadie ignora que todo
final es un simulacro”. Una bella puesta en obra de los temas de la
creación, la intertextualidad, la diseminación, “la imagen de séptimo
grado”.
La obra de Macedonio se continúa en la obra de Liliana Heer, como
antes se continuó en la obra de Borges, Scalabrini Ortiz, Marechal
y tantos otros lectores y escritores. Yo, al escribir este prólogo,
bastante convencional por cierto, para un libro que quiere re-petir
los muchos prólogos, también formo parte de ese reflejo. |