Liliana Heer

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Reseñas
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©2003
Liliana Heer

 

 


Reseñas de Diario de viaje de Pretty Jane
Liliana Heer y Guillermo Saavedra,
Paradiso ediciones

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Lo que suena significa
Por Bea Lunazzi

Ecos, trasposiciones, travestismos, duplicaciones: operaciones activadas en cadena, intentos sucesivos de traducción que al arrastrar, ganan significado. La representación implica un reconocimiento previo y un olvido sustancioso. Letra en simultáneo, una voz que es muchas voces. Y un sonido. El sonido fija el encuentro, que es siempre nuevo.

Diario de viaje de Pretty Jane multiplica Heer por Saavedra. El resultado, felizmente es indeterminado… y canta. El grito remite al show, dice. Espectáculo de tripas que contrasta con la melodía sublime de los perros furiosos.

En el acontecer del mito, tal es el número de variables o versiones que resulta imposible pensar en decirlo todo. Es tal el pliegue, lo acumulado que sería absurdo trazar fronteras, hacer recortes, definir posiciones. Al ajedrez se juega con guantes de seda.

Hasta dónde, desde cuándo, quién es quién, se instalan sin pretensiones. Ni Liliana ni Guillermo, los dos: un corazón no sabe de mitades, es corazón mientras vive, late, repite gestos cargados de retornos. Lo que retorna es ritmo. Y el ritmo de este poema está manejado con una maestría singular que roza la perfección. Es belleza simplemente sonando. Sosteniendo el poema y todos sus cruces, sus intertextos, las peripecias del viaje. Un estado continuo de bruma apropiándose de un lugar, uniendo Londres con Buenos Aires, Joyce con Macedonio, Lacan con el folletín de azúcar impalpable. Tras la máscara se funden persona y personaje. La tapa del libro- y su negativo en la contratapa- repite pares en la imagen de una bicicleta pendiendo, junto al ciclista y su monocular, de dos globos aerostáticos. El diseño da para mucho más. Para una segunda parte, la del ojo que focaliza.

Vuelvo al ritmo y a la voz, a la letra que se desliza hasta silbar. A las aliteraciones, los encabalgamientos de lana empanada en tibia algarabía, las repeticiones de palabras y grupos consonánticos como en mapa miope, o nieve en la nieve, las onomatopeyas chu chu chu, los sonidos extranjeros sotto voce. La justeza en la acentuación. Balbuceante/ lengua/ alegre. Porque si tiene otra virtud es la de ser alegre. Es un poema para dejarse jugar, chapotear de a ratos, ser un poco felices salidos del mundo que duele e ingresar como reina en esta partida caudalosa, con todas las de ganar.

Juana, Juanita, Jane
adorable Pretty
detrás de tus desvíos
todo daño es cardenal.

 

 

Viaje a través de un nombre
Por Rubén H. Ríos
Perfil / Cultura / Libros / Crítica
Domingo 12 de Febrero de 2017 

Sobre Diario de viaje de Pretty Jane de Liliana Heer y Guillermo Saavedra, poesía, Paradiso Ediciones

Cualquiera diría que de la junta de una narradora y un poeta, como los autores de este libro de cien veloces páginas, no podría generarse otra cosa que una obra épica, una poesía dramática o un poema narrativo. Hasta cierto punto ese cualquiera se encuentra en lo cierto, porque Diario de viaje de Pretty Jane tiene mucho de novela, de cuento, de fábula para adultos iniciados en las secretas aporías de los hipogramas poéticos.

Más allá de cierto punto previsible o inevitable, desde luego, Liliana Heer no es cualquier narradora, ni Guillermo Saavedra cualquier poeta. Como dúo literario, dando o ahorrándole vida a la tormentosa e imaginativa Pretty Jane, juegan un instrumental de recursos retóricos y semánticos, además de trucos y prestidigitaciones de la moderna poesía, muy en el límite de una polisemia desbordada y carnavalesca. Si no ocurre ese estallido al modo de un tornado, se debe a las exigencias de la construcción de la fantasmagoría de o sobre Pretty Jane, incluidos sus desplazamientos de puntos de vista y fracturas sintácticas. El efecto general, por esto, no se disipa en fragmentos, sino que gana en cierta condensación sígnica, una acumulación de semiosis lo suficientemente estable para que sea posible (a fuerza de imposibilidad)  el viaje en torno o a través de ese nombre: Pretty Jane.

Entre los diversos poemas, para darse una idea de este infinito golem, quizá (el adverbio deja en libertad otras posibilidades) nada mejor que el poema de la página 70: “Muchacha estilo góndola/ alberga sustancias inflamables/ tiene memoria bíblica/ profecías rengas /verbos maliciosos./ Dice con huellas medievales/ blasfemias macarrónicas./ Su saliva huele a carne cruda.

 

 

Diario de viaje de Pretty Jane, Liliana Heer / Guillermo Saavedra
Por Marcelo Cohen
Revista Otra Parte Literatura Argentina
Jueves 20 de abril de 2017

De la larga historia de obras hechas entre dos o varios escritores, tenemos el testimonio infidente de Bioy sobre la colaboración con Borges o las notas de Coleridge sobre la confección de las Lyrical Ballads que se repartieron con Wordsworth y fundaron el romanticismo inglés. Tenemos los escritos de Breton sobre el azar y el inconsciente en los textos mixtos y los cadáveres exquisitos del surrealismo. Hay mucho más, pero nada despeja el enigma de la escritura emergente; sólo nos aviva la curiosidad. Liliana Heer y Guillermo Saavedra, dos poetas, no han esquivado explicitar cómo trabajaron en Pretty Jane: acuerdo temático, intercambio continuo, escucha sin juicio, uso mutuo de lo surgido de la improvisación. De oído atento e improvisación, los dos saben de sobra: Heer pertenece a la excepcional cadena argentina de escritores psicoanalistas. Saavedra es un performer de su poesía, últimamente dentro del ensamble musical La Máquina Soltera. Los dos están por una lírica que, si algo dice sobre el autor, es como reflejo de las cosas que elige (así hace Saavedra en Del tomate), de personajes levemente alegóricos o de significados-probeta nacidos de un artefacto textual o la constricción juguetona. Pero el método H-S no sólo borra la impronta estilística de cada uno; no sólo neutraliza la pretensión de identidad. Al comienzo del libro hay una cita de Baudelaire: “La música cava el cielo”. Del primer poema surge una voz de dos países: “Neblina inglesa en barrio porteño / sensaciones fortalecidas de bruma / el día es tan hermoso / que lo cortaría por la mitad / y un corazón no sabe / de mitades / es fruta que al comerse / sangra entera”. El penúltimo es el adiós de otro a la heroína: “Un silencio incandescente / anticipa el regreso / de toda nueva niebla”. En el último, “El coloso a piñón fijo / pide más / oro de cloaca…”. Supongamos que el corazón alude a la verdad de los sentimientos; que el oro de cloaca es el lenguaje precioso untado de humores del cuerpo, y el coloso, el deseo. Podría ser otra cosa; lo cierto es que de la actividad promiscua de dos inventivas del verso surge el indeciso contorno de un personaje, Pretty Jane, que la emoción y una música sin tónicas ni metro lo vuelven más visible con cada poema, y que habiendo cobrado volumen, al cabo se desvanece. Bella o monstruo, no hay criatura literaria sin referente; ninguna que no esté prefigurada en la mente del autor. Del deseo de aliviarse de esa carga debe nacer la tenaz voluntad de la literatura de ser música. Aquí es deliberado, y patente que  esa música rara realiza. “Pretty Jane”, por cierto, es como se conoce popularmente a “El centeno está en flor” (“The Bloom is in the Rye”), una canción de 1800 que Joyce intercala una y otra vez en el episodio 11 del Ulises, “Las sirenas”, mientras Leopold Bloom observa a dos (“seductoras”) meseras. O sea, para H-S la base para imaginar un personaje es un personaje, y el medio es la batahola semántica, el sonido y la sexualidad fértil de las palabras libradas al descaro. Porque cuesta traducirlo a otro lenguaje, como el de las sirenas, el canto que se escucha en Diario de viaje… es un trastorno embriagador; pero nada catastrófico. El viaje de Pretty Jane (“Juana, Juanita, Jane / adorable Pretty”) es como el de todas las vidas: del vacío al vacío, la nada o la niebla, a veces en primera persona, a veces contado en tercera, a veces en esa segunda de darse ánimo o recriminarse a sí mismo, pero por un mundo creado junto a ella por el vaivén de las palabras entre dos. También es un viaje por una fascinante variedad tímbrica de imágenes-verso, por fotos de una memoria libre de dueño (“¿Recuerdas / el tapiz de astracán / en el fondo del lado / y el mantra del chocolatinero / en el cine de barrio?”), y está verídicamente pleno de deseos, intenciones, películas, burdeles, mediodías lúgubres, tardes radiantes, promesa, desengaño, aceptación confiada. Lo mismo que una pieza de música, la vida de Pretty Jane transcurre entre dos silencios. El mismo viaje hace uno con ella, polizonte rumbo a la última página, entendiendo qué pasa en ese mundo a medida que los poemas le despabilan la sensibilidad y le aguzan la percepción, como a la hora en que el sol todavía no se ha puesto y los faroles ya están prendidos.
 

Gran improvisación poética
Por Gabriel Caldirola
La Nación Suplemento ideas: pensamiento/libros/arte 
Domingo 11 de Diciembre de 2016

Aventura poética a cuatro manos, las de Liliana Heer y Guillermo Saavedra, Diario de viaje de Pretty Jane es una larga improvisación en verso en torno a la figura enigmática de la joven a quien está dirigida “The Bloom Is On The Rye”, balada inglesa del siglo XIX que Joyce cita en el Ulises. El libro fue tramado en envíos sucesivos que alcanzaron, gracias a la fina sutura de la corrección conjunta (privilegio del que carece la improvisación musical, cuando composición e interpretación se escurren en directo), el timbre distintivo de una voz que incluye, y excede, las afinidades y disidencias singulares de los autores. Ademanes recíprocamente imitativos y decisivos distanciamientos permitieron el descubrimiento de una tercera voz, tal vez la “mirada andrógina” a la que alude uno de los versos.
“Neblina inglesa en barrio porteño”, se lee al comienzo. Propicia para la concurrencia de apariciones y ausencias, la niebla circunda el poema. Los bordes de lo que se nombra ingresan a la página para desdibujarse en el soslayo de miradas que intentan “expulsar la perspectiva”. Neblina sintáctica, también, favorecida por la continencia de artículos y la prescindencia de comas (sólo se conservan las que brotan al interior de los versos): una forma de inducir la potencia semántica de sustantivos que alcanzan un gesto verbal y encabalgamientos que dan a las estrofas la articulación de estructuras móviles.
El poema avanza a tientas entre conjeturas, sospechas, devaneos, para asomarse al parpadeo luminoso de discretos hallazgos, secretos entrevistos como la piel de Pretty Jane a través de los pliegues de su bata. Heer y Saavedra construyen una poética de la difracción, en la que las palabras parecen evitarse a sí mismas, correrse, girar en torsiones que por momentos llegan a alterar su sentido por completo. Así, “a campo traviesa” se vuelve “a campo travesti” y, en sorda réplica del dicho popular, “No canta quien tiene canas/ sino el que sabe nadar”. Una poética que cifra, sin opacidades, la finta que hace el lenguaje en el intento de cuidar, como quería Lezama Lima, la incógnita semilla del poema.

A lo largo del libro, se van depositando capas de sentido sobre el ambiguo magnetismo de Pretty Jane. Al igual que la estudiante de la cual se enamora el narrador de Giacomo Joyce, texto póstumo del escritor irlandés que los autores citan en un epígrafe, Pretty alterna entre la cándida inexperiencia y una aprendida sensualidad. Un erotismo algo vertiginoso se apodera de estas páginas escritas a cuatro manos, cargadas de roces, caricias, fuegos, apetitos. Pero también de abstinencia, de humo, de ausencia. La sinuosa carnalidad encuentra sosiego en una distancia vaporosa, donde Pretty Jane es Linda Juana y la pulsión crepitante del poema se vuelve evocación, elegía. Los de este Diario de viaje son versos que conjugan el ardor nocturno y la delicada perfección del organdí, modulados con el sigilo de quien “entra en la jungla/ sin despertar al tigre”.

 

Resonancias

Arpegios
Por Aníbal Villa Segura


Liliana y Guillermo han construido un alguien de nombre Pretty Jane, quien emprende un viaje con sabor a añeja y anónima copla norteña:

“Me mandaron a no sé dónde a buscar no se qué rosa;
y me volví de no sé dónde trayendo no sé qué cosa!”.

¿Vamos a conocer, a Pretty Jane y su viaje? Tarea nada fácil si se consideran “situaciones fortalecidas de bruma” y con la necesidad de “tender el puente que liga dos veces”.

Como dicen las coplas de esos tiempos, de los viajes se vuelve, claro hay que esperar para saber cómo.

En aquellos lugares –tugurios con cirujeo y metafísica de chancletas-, Pretty Jane encontrará malvones, centeno en floración y mirlos como aquellos que inspiraron a Paul (Mc Cartney) Blackbirds:

“Mirlo que cantas en plena noche
Toma estos ojos hundidos y aprende a ver”

Conocer no es identificar, ojo al piojo. Conocer es tocar, gusto lenguaraz, oler, escuchar, estar hablándose frente a frente quizás con las manos unidas. Conocer en suma es degustar, “pies hundidos/ en salsa de estupor/ los brazos lelos/ humores quebradizos”, pero también es vomitar

Borges en su cuento El jardín de los senderos que se bifurcan, escribió: “Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas la posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos”.

Este es otro viaje tan fantástico y fascinante como el de los lugares; intentar saber quién es quién y no lograrlo, es un éxito. Liliana Heer y Guillermo Saavedra son escritores y además, desde la formalidad obsecuente de la identidad, son un hombre y una mujer pero… ¿Qué dice la poesía?

Estoy claro que hasta ahora no usé palabras buchonas como: ella, el, la, lo y toda la parafernalia tranquilizadora. Quiero que la poesía me conteste.

Hay Pretty Jane que es “el mito/ vive como puede/, hace brotar/ la yema del pasado/ media zurcida”… a veces… “Imito a Pierrot guillotinado” y goza…”su noche de organdí”. Tiene el pelo rojo, también impulsos, gusta de la aventura, de las caricias y del acariciar, balbucea, su lengua es alegre, gran experiencia en domar escorpiones (me encantó) y en los atardeceres florece al apetito joven.

Hay otra, la del “limbo popular/ bombón argentino” a la que se le pide: “abre tu boquita Pretty Jane, abre tu templo”…”estos hombres sedientos/ cabalgaran látigo en mano/ forzando riesgos/ regando nichos/ sobre parpados aún tibios”.

Aparece una aparente síntesis, todo lector se detendrá allí y meditará, yo no seré diferente, “circulación linfática/ mirada andrógina”, parece ser la condición de Borges “en otros, los dos”. ¿Me satisface? La verdad que no y menos si es androginia con “persistencia de fe/ cabeza hueca”. El viaje continúa para llenar cabezas y cuerpos.

"Your body is a battleground”, Conde de Lautremont (no encontré la cita en castellano), pero en la medida que uno medite, Artaud, Rimbaud o Bataille dicen lo mismo. En la poesía habitual hay un delicado y firme equilibrio de y entre las palabras. Heer y Saavedra aceptan el desafío y muy poéticamente enfrentan al cuerpo reposando u hormigueando con la jungla y el tigre (la ya mítica perfección de William Blake).

El goce toma su siempre precario lugar, con susurros en oídos eunucos o goce anfibio. Bette Davis, la de la boquilla, frente a Enrique Muiño, el de la guerra gaucha, en el hall de un cine.

Pretty Jane, como lo anuncia el cancionero ya está de novia y ensayará en el espejo coqueteos desvirgantes, acaso masturbatorios.

La niña, el fantasma, la enunciación Pretty Jane, será deconstruída de las identidades poéticas y según las distintas formas del deseo será hablada, llamada, convocada de varias maneras.
La meditación poética de los autores llegará bellamente como todo el libro: “Recuerda Pretty Jane/ al pájaro azul/ la vida lo destiñe.”

Por acción simultánea, quizás recíproca, las caricias van de la frágil magnolia, la carne fresca y el esperma, a Juana, Juanita, Jane. El deseo concentra multiplicidades poéticas en su entrepierna. Sus muslos son el refugio tibio de urgidas manos en un coro de saxofones, poetizan Liliana y Guillermo.

Una vieja teoría -ya cascada de la Iglesia Católica- llamada de la transustanciación afirma que el pan y el vino se convierten, tras la consagración del sacerdote, en el cuerpo y la sangre de Jesús. Esto parece haberse operado poéticamente. Pretty (solamente) inicia el regreso a campo travesti, lo que conforma nuestra inquietud primera, ya que el oro de la pregunta sin respuesta, va a la cloaca.

 

THE BLOOM IS ON THE RYE - Evan Williams - My Pretty Jane
https://youtu.be/ZfVhaOGioio

“Donde el Centeno esta en floración”
(Traducción Aníbal Villa Segura)

Mi hermosa Juana, mi hermosa Juana
Nunca me sentí tan tímido,
pero tan sólo mírame y encuéntrame al atardecer

donde el  centeno esta en floración.

La primavera termina mi amor
el grano está en la espiga
mientras las noches de verano están llegando
La luna brilla clara muy clara
entonces hermosa Juana, querida Juana
nunca me sentí tan tímido
mírame y encuéntrame al atardecer

donde el centeno esta en floración.

Digamos una fecha para nuestra boda
voy a comprar el anillo
los muchachos y las muchachas vestirán de blanco.
¡Y las campanas del pueblo!, aquellas campanas del pueblo sonaran.
La primavera termina, mi amor,
el grano está en la espiga
mientras las noches de verano están llegando.
La luna brilla clara, muy clara;
Hermosa Juana, mí querida Juana
nunca me sentí tan tímido
mírame y encuéntrame al atardecer

donde el centeno esta en floración


BLACKBIRD - Paul McCartney - (Abbey Road studio)
https://youtu.be/JiL5JpUtjqY

 

Un diario dictado
Por Adrián Ferrero

      Un yo (no necesariamente un varón, no necesariamente una mujer) le habla a un tú. Ese tú, es decir, la depositaria de esa voz, es Pretty Jane. Aparentemente una muchacha (se narra un viaje y, por lo tanto, suele ser metáfora de un aprendizaje). Pretty es aleccionada por ese yo. Ese yo dictará sus consejos. Pero también sus advertencias para mantenerla a salvo (¿o suscitar su curiosidad y sus extravíos más aún?). Ese yo impartirá incluso saberes y, sobre todo, le hará tomar sus recaudos, como si ese viaje pudiera depararle peligros, riesgos, amenazas. Pero también, ese yo, al advertir tanto y tan explícitamente, por qué no, puede también pervertir.
     La sexualidad no será reprimida, Por el contrario, se convivirá con ella y se invitará a transitarla, a seducir pero también a tomar recaudos. La sexualidad puede llevar al desenfreno y, por lo tanto, al descontrol de las pasiones. Lo que no resulta conveniente a un alma que está aprendiendo.
     Imágenes intensas, que componen un collage que, siguiendo la lógica de un itinerario y, por lo tanto, de un tránsito, también ata nudos entre objetos, acciones y situaciones audaces en su mapa literario. También, traza correspondencias entre objetos impertinentes, porque la realidad no los contempla en sus leyes estables naturales y habituales. El diario de viaje de Pretty Jane jugará con lo impertinente en todas las acepciones de la palabra.     
     ¿Es que acaso la poesía no es o no debería ser otra cosa?
      En la segunda parte del poemario Jane deviene Juana. Ya hay una voz que no remite al universo anglosajón. Jane deviene Juana y se castellaniza. Deviene de privilegiado nominativo de prestigio europeo a un Juana que tampoco deja de ser del todo noble, pero ya habla en nuestro idioma y, quizás, en el terreno de las virtudes.
     Y esta educación de Jane, será siempre amable, un llamado a seguir una educación de lo que puede deparar un recodo del camino. Imágenes que sumen posiblemente a Jane pero ante todo al lector en formas vertiginosas en sus variantes poéticas (pero no en sus ritmos), en sus combinaciones, en sus asociaciones tan libres como impertinentes (se jugará con lo atrevido en el libro). Entre versos, entre palabras, entre acciones y entre conceptos. Verso libre de un viaje con reglas.
     Este libro es profundamente intenso porque juega a exhibir un voyeurismo que es el del lector frente a estas hazañas aleccionadores que se le imparten a Pretty Jane. Y esas precauciones que se deberían tener desatan fantasías y relatos esquivos que, por lo tanto, se vuelven más potentes.
     Las lecciones conducen directamente hacia una etapa que en ese viaje se busca o bien recuperar (porque han fenecido, recordemos que todo viaje suele registrarse en tiempo pasado), o bien superar (me inclino más por esto último), pero que en el viaje el dinamismo de la marcha invita a no paralizar ni en la lectura ni en los sentidos. No obstante, tanto consejo invita a pensar más en metáforas de lo perverso y a preservar a una mente (y a un cuerpo) acaso naïve.
     El viaje es la figura perfecta del aprendizaje. Y si por añadidura hay un diario de viaje sin entradas, entonces damos por sentado que cada poema lo es o, en todo caso, podría serlo. O que cada poema es la voz de un día o quizás una etapa de esa cartografía que no se resuelve porque está escrito por esa voz que habla sin que Jane sea escuchada. Jane está llamada en este libro a enmudecer. A ser un sujeto pasivo. A no tener la posibilidad de ser sujeto de la enunciación. Sino más bien como sujeto enunciado. Como si pese a ser postulada en el título como la protagonista, careciera de la posibilidad de dar señales de vida o incluso hablar de su orfandad (si es que la padece).
    El diario de viaje de Pretty Jane juega a conjugar, en una gramática compleja, objetos, superficies, edades, fases, un lenguaje poético que desoculta tabúes y desordena categorías, y que, por el contrario, exhibe la naturaleza más descarnada del deseo volviéndolo evidencia. Pero sobre todo, al ser advertencia, se vuelve fuente de más deseo aún.
     Como todo diario (no tan íntimo, como vemos), también, es un registro de experiencias porque quiere la convención que las guarde. Para el futuro. Se enuncia ese diario desde el presente pero se dibuja con vistas siempre a ser leído (o releído) en otro momento. Un momento que no es este en que se lo lleva pero que sí en este preciso momento se escribe (o se piensa). La voz que le habla a Jane probablemente es la que dicte el diario.
     Y si hay un yo que se dirige a Pretty, que la interpela, que podría incluso hasta iniciarla en nuevas exploraciones antes de que las viva para que se sumerja en ella de modo más deshinibido, ese yo que le habla a Jane supone una posición en la que no estamos ante un yo lírico (el convencional en la poesía, digamos) que se expresa explícitamente en sus tribulaciones. Sino que estamos ante un yo lírico que no busca expresarse o que juega, mediante una trampa taimada, a no expresarse, sino a hacerlo a través de este artificio: buscar ese intersticio que le facilita Pretty para emitir su propia voz. Pretty es la excusa perfecta, entonces, que lo habilita para que ese yo lírico, como un ventrílocuo, sea revelador de imágenes, sensaciones, comparaciones, asociaciones lícitas o ilícitas.
     Que una narradora y un poeta hayan puesto manos a la obra mancomunadamente es un arte. Han dejado de ser egoístas para devenir un monstruo de dos cabezas que se funden en una. Ese texto producto de una mente hecha de mitades, ha dado por resultado a Pretty. Que es un alma que desconoce buena parte de las cosas de este mundo. Por eso quizás el registro de ese viaje sea importante, porque señala hitos de su eventualmente agitado -espinoso- sendero.
     ¿Cuál es el destino final de Pretty? ¿Su formación? ¿La llegada a un destino? La gran pregunta es cuál es el dramatismo de esa llegada. Si su madurez. Si su despertar. O simplemente un viaje cuyo diario, bajo la forma de poemas sutiles, narre estas pausas de, quizás, una caminata. De una vida cuyos acontecimientos los poemas guardan. Lo cierto es que de Pretty Jane damos por sentado que ha cerrado su diario como nosotros cerramos el libro. Más ricos, más embriagados por algunos de sus pasajes y, sobre todo, con la certeza de que también hemos sido los compañeros, los testigos y los oyentes de este camino cuyo desenlace sólo la buena poesía es capaz de nombrar.