Liliana Heer

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Premio Boris Vian 1984
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Reseñas

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Liliana Heer

Reseñas de Bloyd

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Carta del escritor Cesar Aira
A propósito de Ron oscuro y dulce, que luego
se publicaría bajo el título de Bloyd

Marzo de 1983

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Querida Liliana Heer:

Gracias y felicitaciones. Por supuesto, no hay nada más lejos de mis intenciones que hacer de juez, y además sólo puedo dar una vacilante evaluación técnica respecto de la novela, que es el único género que creo entender. Respecto del género nuevo, el “texto”, o “escritura”, mis opiniones son las de un aficionado sin grandes luces. Te diré que leí con placer tu Ron… Parece obedecer a la perspectiva de una Scherezada distraída, digresiva, suavemente esquizofrénica, una mezcla de Stendhal chino y Clarice Lispector. Quizás (siempre desde mi punto de vista de tía vieja) falla la invención, aunque tratándose de un ejercicio de estilo no tiene importancia. “Ejercicio de estilo” no es peyorativo, todo lo contrario. A veces pienso que toda la literatura actual es una serie de variaciones sobre (y disgregaciones de) los temas que inventó la literatura del siglo pasado.

En realidad, el elogio de un texto como el tuyo lo hace (lamentablemente) la teoría de moda: descentramiento, no figuración, etc. Pero entonces, si es un texto realmente logrado, recupera todas las cualidades que desprestigia esa teoría. Es centrado, representativo, etc., no respecto de los referentes sino de la teoría moderna.

Obedecer a la teoría responde en el fondo a una actitud moral: la de hacer las cosas bien. Lo mismo puede decirse en general de la artesanía textual, que parece ser la clave del placer de escribir de los autores avant-garde. Yo diría que es un error. La calidad literaria no coincide con la calidad del texto. Ignorar algo tan obvio echa a perder la especificidad de la literatura, sin la cual no valemos nada. Porque la literatura se adelanta siempre al sentido de sui época, y por lo tanto también a su moral y a su criterio de realidad.

Pero supongo que esto no es pertinente. Lo mejor de tu historia es que veo en ella la tranquila consolidación de un género muy definido, menor (y a lo menor le doy la máxima importancia), algo que veo practicar a casi todas las buenas escritoras que encuentro: no lo entiendo (lo que no debería asombrarnos porque no entiendo nada), pero en esa multiplicidad veo una inmensa fuerza discreta, de índole política, un anticipo de lo que quizás sean las bibliotecas del futuro, des choses étranges, insondables, repoussantes, delicieuses.
Reitero mis felicitaciones, y, no necesito decirlo, estoy de tu lado.

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