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Presentación de Giacomo, el Texto Secreto de Joyce --------------------------------------------------------------- Escuela de Orientación Lacaniana --- Reseña realizada por Beatriz Schlieper La comisión de Biblioteca, tuvo a su cargo, el 23 de septiembre, la presentación del libro Giacomo, el texto secreto de Joyce, de 107 páginas y 41 párrafos. Traducción, prólogo y versión anotada de Liliana Heer y J. C. Martini Real. Ediciones: bajo la luna nueva; que fue comentado por Arturo Frydman y Juan Carlos Indart. Arturo Frydman comentó que se trataba de un manuscrito oculto de Joyce, que su hermano Stanislaus facilita a Richard Ellmann, quien luego lo publicó en 1968. Explicitó sus características, como un libro bilingüe, con un prólogo seguido de una minuciosa anotación, párrafo a párrafo de los cincuenta fragmentos que actúan como soporte de los lectores y de los autores de este trabajo. Los autores consideran al libro como una ficción de amor triangular entre un profesor de inglés, su mujer y su joven alumna. Los personajes son Nora, la mujer de Joyce, una joven amante y el tercero no es el hombre, sino el resto al que éste se ve reducido o sea el texto mismo. El texto es escrito por Joyce cuando estaba finalizando el Retrato del artista adolescente y comenzando con el Ulises. El arduo trabajo de traducción, al estar acompañado por el escrito en su lengua original, permite corroborar el texto al pie de la letra. Dice Frydman: “Giacomo puede ser tomado como puerta de entrada a la escritura de Joyce. Para intentar situar allí la relación de la mecánica de su escritura, con el sujeto biográfico encubierto por la primera persona”. Giacomo es una obra constituida por un diario íntimo y por un texto fragmentario, esta fragmentación ignora el principio de no contradicción. Freud en La interpretación de los sueños opone justamente, el pensamiento consciente a otro tipo de pensamiento sostenido a pesar de la falta de completud y coherencia. Es desde esta lógica que el psicoanálisis extrajo una verdad subjetiva. El diario íntimo se sostiene en una simulación de la temporalidad lineal propia de lo cotidiano, entramándose esta secuencia con restos de fragmentos de pensamientos. Frydman invoca a Blanchot para definir un diario, éste dice: ”el diario se escribe para rescatar la vida mediante la escritura y para salvar al yo”. Así, el yo puede tomarse las represalias y destilar las maldades necesarias para sostenerse. En el texto parece estar alterada la pertinencia del concepto de yo, lindando más con lo nauseabundo que con lo engalanado. Se pregunta Frydman ¿por qué esta obra breve fue mantenida oculta por Joyce? Respecto de esto nos dice Liliana Heer que “uno de los motivos que llevaron a Joyce a no publicar Giacomo podría ser el manejo entre lo verdadero y lo verosímil; ese punto en el que una ficción se fundamenta más allá de su veracidad”. Juan Carlos Indart acuerda con Arturo Frydman, en que se trata de una obra que encarna un material precioso para la investigación en psicoanálisis. Comenta que el texto está compuesto por una cincuentena de fragmentos, que son como epifanías en los que se percibe que el autor tuvo encuentros con una experiencia del orden de lo inefable. El arte joyciano encuentra su modo de expresión en las aliteraciones, que tienen un sentido casi secundario, como a mitad de camino de un sentido, pero tan cerca del sin sentido, que es un colmo de sentido, lo que invitará a infinitos desciframientos. El procedimiento de la aliteración es el que más impresiona. Indart compara las epifanías de Joyce con la poesía japonesa. Toma como ejemplo, tres poemas de una poetisa japonesa que se caracteriza por un empleo breve de la escritura, cuya transmisión increíble es que circunscribe un vacío. Lo que se transmite es un vacío que no llama a ningún desciframiento, sólo circunscribe un vacío como tal. Cita Indart: “Con cajas de somníferos apiladas a su lado día y noche, duerme mi marido en su impenetrable miseria”. Este pequeño poema, con todas sus metonimias alrededor, recorta un vacío en relación a la “impenetrable miseria”, pero aunque logre transmitirlo, no intenta develar el instante de cierta revelación que se produce para ella en esa visión. Siguiendo con su análisis del texto, Indart lo confronta con una selección de epifanías de la relación amorosa que describe Joyce. En el caso de la descripción del beso cita de Giacomo: “Espirales remolineantes de vapor gris sobre el brezal. Su rostro, Cuán gris y grave! Húmedo enredado cabello. Sus labios suavemente apretados, me llega su aliento suspirante. Besada”. Destaca como Joyce hace oír esa respiración por medio de las aliteraciones, la sonorización de las palabras mismas indican que en realidad Joyce, tuvo que fabricarse el fantasma de aquella a quien iba a besar. El recurso es por un lado la sonorización del lenguaje y por el otro algo del sentido. Continúa con las citas, esta vez en inglés: “My voice daying in the echos of its words”. Mi voz muriendo en los ecos de sus palabras, pero implicando que el sus no se refiere a ella (her), sino a su propia voz (its). Se trata de su propia voz que muere en la resonancia, en el eco real de las palabras que esa voz sostiene. Es la voz del sujeto que desfallece cuando las palabras que se oyen provienen de lo real. Señala Indart la profunda diferencia con la poesía japonesa, en el caso de Joyce es a través de lo obsceno e irónico como Joyce logra la suplencia para enfrentar el acoso del significante en lo real; mientras que en la poetisa japonesa no hay nada sonorizado, se mantiene el más perfecto silencio en torno a lo real como vacío. Luego Liliana Heer, introdujo las razones que determinaron la elección de Giacomo para su traducción; destacando haber encontrado en el capítulo cinco del Retrato del artista adolescente, una frase transcripta de Giacomo: “Aquí abriéndose desde la oscuridad del deseo, hay ojos que opacan el rompiente Este, su resplandor, el resplandor de la espuma que cubre el pozo negro de la corte del baboso Stuart”. Sólo había cambiado James -en Giacomo- por Stuart, refiriéndose a la corte de los Estuardo. Si bien estas transcripciones ya habían sido señaladas por Ellmann, la gran cantidad de ellas llevó a ambos traductores a la sospecha de que en realidad Giacomo estaba disuelto en toda su obra. Para esto utilizaron como método la enseñanza de Macedonio, la del lector salteado. En este punto, dice la autora, es donde se establece la dificultad para discernir entre la historia biográfica y la imaginada, como si ambas estuviesen constituidas por la misma materia, aquel pensamiento de Wilde: “La vida imita al arte con tanta prolijidad que parecen reñir y ser copia al mismo tiempo”. El realismo se sostuvo en este equívoco, el malentendido de la mimesis: creer que la literatura es un reflejo de la realidad. Estos excelentes comentarios sobre el trabajo de Liliana Heer y J. C. Martini Real, dieron lugar a un intenso debate, iluminándose con estos aportes el concepto de Lacan sobre Joyce, en el sentido de una psicosis no desencadenada.
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