Liliana Heer
Hamlet, prestame la bufanda

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©2003
Liliana Heer

 

 

 


Presentación - Jorge Dubatti


Este “Poema teatral”establece un puente intermedial entre la poesía y el teatro. Se puede pensar en la vasta tradición del poema dialogado, o también en el hecho de que todo poema es potencialmente teatral a través de la poesía en voz alta, en convivio. Por otra parte, el actual “teatro de la poesía” que prolifera en Buenos Aires propone un regreso al origen liminal de la literatura. Todo texto dramático es poíesis, en consecuencia, poema. Heer va en dirección a la historia, a los ancestros: el teatro nació en verso y se sigue cultivando en verso en su poema.
Hamlet Prestame La Bufanda, no deja apresar en un punto fijo su situación de enunciación, tampoco permite atrapar representaciones estabilizadas. Es una “pieza breve-interminable”. Propone una mutante fantasmagoría, como escribe Horacio González para referirse a Macedonio para empezar aplaudiendo. Se puede concebir como un poema-sueño, un poema-visión (como quería Rimbaud), o un poema-deriva de imágenes, situaciones, palabras, ritmos. La voz de Heer poeta como una Molly Bloom en el fluir de su conciencia en estado lírico, que propicia el azar, al “compás de una brújula mansa con varios nortes”.
El poema narra un espectáculo a partir del momento en que se levanta el “telón circular”. Puede ser un telón de picadero, de pista de circo, o de escenario circular, pero también sugiere un perturbador sinfín, el mundo como teatro, en la tradición de Shakespeare: “All the World’s a stage”. El teatro no inventó la teatralidad, que lo precede; el teatro es un derivado tardío de la teatralidad como atributo antropológico, sin teatralidad no podemos concebir lo humano. En este sentido, HPLB cuenta una historia imposible de volver a narrar, porque la tentativa de hacerlo se asemeja a contar un sueño, soñado por cada lector/a o espectador/a de HPLB de manera diferente. Borges rastrea la genealogía de esa metáfora potente: “la que asimila los sueños a una función de teatro”. Los acontecimientos escénicos que relata Heer se vinculan entre sí por una causalidad profunda y misteriosa y contar historia es similar a como podríamos contarla después de haberla soñado.
Se levanta el telón y se ve a Yorick, el Stage Manager, que ignora a quiénes dirigirá. Aparece el equipo de “Camaleones” (performers, actores-personajes, en permanente mutación) que instalan atrezzo, vestuario, plasmas, mientras todo “carcome las reglas teatrales”. Ingresa el Viejo Topo desde el fondo de la escena y declara conocer muy bien Hamlet. ¿Estamos viendo un ensayo o una función? Porque el público ya está allí y pide silencio. Heer despliega un tercer territorio que funde ambos acontecimientos. Entonces Yorick sugiere otra infidelidad de la Reina (¿que se desambiguará más adelante?): “No solo el hermano / alguien más regó la maceta”.  En un palco, espectador privilegiado, Shakespeare comenta la insistencia del actor / del Rey en contar con una letra más extensa. El ensayo-función avanza. Los actores despliegan un cartel en lo alto que dice: “Encuentro inesperado en Elsinor Cemetery / allí se conocieron / ningún suspenso / HOY GARANTIZAN LA UNIÓN”, luego Yorick abre la puerta de un horno gigante y de él sale Ofelia, desnuda.  Va culminando el día, pero no el espectáculo. Aparece en escena un pub. El público aplaude. Yorick y Hamlet conversan en la barra. Hamlet es baterista del pub y productor de La Bufanda. Su banda se llama Rats. Deciden sumar a Ofelia a la banda y producirla como una Marilyn Monroe. Técnicos instalan una tarima donde “Ofelia luce un vestido blanco / la corriente de aire abanica sus piernas / arremolina la pollera”. Ofelia pulsa cuerdas, gradualmente el sonido adquiere una violencia inaudita. Los espectadores intentan subir al escenario, pero solo dejan pasar a Shakespeare quien va hacia Ofelia, pero ella lo rechaza. Abatido, cae de rodillas y entre perdones se arranca un pendiente de oro y lo regala a Ofelia. “Fui injusto / te ahogué en el arroyo / estaba engañado / los poemas eran tuyos // Empecemos de nuevo / Siempre serás mi preferida”. Hamlet susurra al oído de Yorick: “Los poemas son tuyos / son míos / son de nadie / por qué dudar”. En la escena final, Hamlet toca en el trono-batería.
Valgan estas palabras como señalamientos sobre una composición de liminalidades y metamorfosis que constituyen, sin duda, una de las apropiaciones más desafiantes y potentes del universo hamletiano en las letras argentinas. Epifanía hamletiana desplegada en el tiempo de los versos, con una duración propia a través de las páginas (y que incluye dibujos de Rep). La lectura de esta obra llama a esperadas puestas en escena, que anhelamos se concreten muy pronto.